─Para iniciar, me gustaría hacerte una pregunta. ─comentó la psicóloga tomando su lugar frente a mí. Yo estaba sentada en un cómodo sillón negro mientras la mirada de la mujer de treinta años me estudiaba con detenimiento. Dos metros de distancia nos separaba. Sobre sus piernas descansaba un bloc de notas en el cual (suponía) anotaría todo lo que yo le fuera diciendo.
Mi mamá había insistido en que viniera a una sesión con la única psicóloga de Villa Dorada. Según ella, yo estaba muy traumada con la muerte de Diego y con su ausencia.
De inicio, me había mostrado muy en contra de asistir: yo no estaba loca. Quizá mi subconsciente estaba un poco enganchado con el tema de la muerte de Diego, pero conscientemente estaba bien.
El consultorio de la psicóloga olía a aerosol de manzana-canela. Había estantes con juguetes (probablemente para niños pacientes) y libros sobre psicología de autores que no podía pronunciar. El tictac de un reloj de pared hacía un poco desesperante la escena. Sobre la pared estaban esparcidos los múltiples diplomas y constancias que la mujer había adquirido.
─¿Crees tú en la psicología? ─esa era la pregunta de la mujer, ¡un poco rara para iniciar!
Realmente no sabía qué contestar. ─Creo que la mente puede ser peligrosa en algunos casos.
─Entiendo. ─decía, dando asentimientos de cabeza─. Tu madre, cuando agendó una cita conmigo, me platicó de algunas cosas que has manifestado últimamente. Me refiero a la muerte de este chico... Diego.
─Sí. ─me mordí el labio. No sabía qué responder ante ello.
─Muy bien: ése será el tema central; pero a lo largo de las sesiones también hablaremos un poco sobre tu ámbito familiar y personal. Mientras tanto, ¿me quieres platicar acerca de la relación que tenías con este chico? ─la miré con gesto dudoso─. Debo poner muy en claro que todo lo que digas aquí será completamente confidencial. Los psicólogos debemos tener una ética para escuchar a nuestros pacientes y guardar lo que ellos nos cuenten; sobre todo, no juzgar y comprender la situación de cada persona. En este sentido, me gustaría que te expresaras con total confianza y seguridad. Veme a mí como a una amiga. ¡Yo seré tu amiga! ─dijo, serena.
Esas palabras me dieron mucha seguridad para relatar todo aquello que había vivido junto a Diego; desde la infancia, hasta los últimos días de su vida donde ni me dirigía la palabra. Obviamente le relaté mi relación sexual y el sentimiento de cariño que experimenté por él desde ese momento hasta la fecha. Ella anotaba en su bloc absolutamente todo lo que le contaba y constantemente hacía preguntas reiterativas para confirmar la información. Mi narración duró alrededor de una hora. Me intrigaba saber qué cosas apuntaba; quizá sólo fueran palabras clave: sexo, interés, cariño, obsesión...
─¡Muy bien! Veo que pasaste muchas experiencias al lado del chico. Pero, ¿qué representó su muerte para ti?
─No estoy muy segura. En mi interior guardaba la esperanza de que algún día fuéramos algo más que amigos. ─fui sincera─. Entonces, su muerte era también el final de esa esperanza. ─sentí un nudo en la garganta.
ESTÁS LEYENDO
¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]
Mystery / ThrillerCuando el primer suicidio aparece en el pequeño pueblo de Villa Dorada, toda la gente se pregunta qué es lo que ha llevado a un adolescente a quitarse la vida. Lo que no saben es que eso es el principio de una cadena de misterios sin resolver que...