Despedida - Alexa

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·UNA SEMANA DESPUÉS·

Coloqué el último par de zapatos en la maleta que llevaría a Nueva York. Papá ya había sacado las suyas a la sala y estaba listo para partir. Mamá estaba un poco triste de quedarse sola aquí, pero papá se aseguró de que mi abuela materna se viniera a acompañarla hasta diciembre, cuando finalmente vendiéramos la casa de Villa Dorada y todos nos reencontráramos en Nueva York.

Caterina estaba bien. Fue dada de alta al día siguiente de la balacera; el balazo de Dante sólo había impactado un lado de su estómago y sorprendentemente había pasado a pocos centímetros del intestino grueso; al menos eso dijeron los médicos.

Ahora sería un nuevo comienzo para todos.

Nos iríamos para siempre de Villa Dorada y nadie nunca más volvería a recordar lo sucedido. Mis padres nunca me preguntaron cómo es que Dante había entrado a casa... estaban tan impresionados de que yo siguiera con vida que no hicieron ese tipo de preguntas. ¡Quizá tampoco les interesaba!

Rogelio, el chico que me había llevado flores a mi graduación, nunca más volvió a hablarme. En realidad todo el mundo se enteró de lo ocurrido y siempre que salía a la calle me topaba con miradas de recelo, como si yo hubiese tenido algo que ver con las muertes y con la secta.

Supe que un chico de la secta estuvo en mi fiesta y robó mi identificación para inculparme por la muerte del niño de secundaria; lo cual me alarmó en su momento.

Mi padre me avisó hoy por la mañana que partiríamos a Nueva York; intenté contactarme con Caterina para despedirme, pero su teléfono estaba apagado. Me sentía realmente dolida por partir sin decirle adiós a alguien que fue algo más que mi amiga: fue mi hermana.

─Alexa, te buscan... ─gritó mamá desde abajo.

Cerré la maleta y bajé. Allí estaba Caterina, parada en el umbral de la puerta; tenía el semblante triste y cargaba una pequeña maleta rosa chillón. Cuando me vio, se le dibujó una sonrisa en el rostro.

Ambas nos fundimos en un abrazo duradero y sólido. Lloramos. Le di un suave beso en la mejilla y señalé su maleta.

─¿A dónde vas? ─le pregunté.

─Me voy de mi casa. ─aseguró. Mostró unos análisis clínicos con tristeza─. La prueba de VIH dio positiva; aquel chico me lo transmitió en la fiesta. Ni siquiera me despedí de mis padres. Solo me iré... a algún lado. No sé. ─Las lágrimas me cegaron y un nudo en la garganta me impedía decir palabra.

─No, Caterina, debe haber alguna solución. Hay buenos médicos en el país. Actualmente las personas con el virus pueden tener una vida plena ─musité con tristeza.

─No. Para mí no será así. Mis padres no querrán verme nunca más si se enteran... por ello les ahorro el coraje y mejor me voy. ─Mi mejor amiga me volvió a abrazar.

─Oh, Caterina... ─chillé─. Te quiero mucho. ¡Cuídate!

─Trataré de hacerlo. ─Estábamos tomadas de la mano─. Y que tengas un buen viaje hasta Nueva York. ¡Algún día volveremos a reencontrarnos! ─sonrió.

─Así será, amiga... ─y un taxi que la estaba esperando hizo sonar su bocina. Ella se despidió con un hasta siempre y se subió al auto que se perdió en la esquina.

No, querido lector, unca volví a saber nada de ella.

***

Cuando el avión despegó del aeropuerto de la Ciudad de México rumbo a Nueva York, cerré los ojos y mentalmente me despedí de todo aquello que había pasado en Villa Dorada.

Me esforzaría por borrar esos recuerdos de mi mente.

Papá leía un poco y constantemente me volteaba a ver al momento en el que me limpiaba las lágrimas. Él solo negaba con la cabeza y murmuraba cosas.

En Nueva York me fue fácil hacer nuevos amigos; pero a ellos nunca les conté lo que me había sucedido en México. Trataba de ser la misma de antes: bella, poderosa y coqueta... pero a veces me doblegaba y los dolosos recuerdos regresaban a mí.

Conocí a un chico. Su nombre es Chris. En estos momentos estoy saliendo con él y todo va como debe ir. Realmente me gusta, espero que algún día lleguemos a ser algo más que buenos amigos.

A veces echo de menos Villa Dorada y su gente.

Desde acá te escribo, querido lector... y espero que con esto se borren de mi mente los recuerdos que dejé en Villa Dorada.

He intentado buscar a Caterina, pero borró su cuenta de Facebook y parece que cambió de número telefónico porque, hasta la fecha, no me ha contestado mis mensajes.

En ocasiones las pesadillas me despiertan a mitad de la noche; algunas tienen relación con  Diego y con Ximena.

He asistido con una psicóloga que me está ayudando a tratar estos males. Solo ella es la única que sabe lo que ocurrió; ella también sabe quién se ocultaba detrás de Iris Walker.

Quizá algún día me atreva a contárselo a Chris, cuando las raíces blancas del tiempo se hayan cernido en mi cabeza y todo eso sea un difuso recuerdo. O quizá, cuando sienta que todo ha sido sólo un mal sueño del que he despertado.

Adiós querido lector. Alguien está llamando a mi puerta en estos momentos...

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora