El día siguiente a la fiesta desperté a eso de las tres de la tarde. Estaba en mi cuarto; pero imperaba un aroma a vómito y a alcohol que definitivamente me hacía desconocer el lugar. Me dolía la cabeza y tenía una sed tan intensa que bebería un río entero sin reventar. Recordé lo que había hecho con Alexis y reí coquetamente. Miré mis manos y aprecié algunas contusiones alrededor de ellos. ¡Definitivamente había sido una noche intensa! Me revisé el resto del cuerpo y no vi ningún moretón más.
Giré mi rostro y vi una nota escrita con mala letra sobre un pedazo de papel higiénico:
Estuviste fantástica. –Alexis
Bueno, la verdad: leer eso me hizo sentir satisfecha y contenta.
Desde mi estómago surgió una arqueada y vomité en el cesto de basura. Fui a darme un baño y me puse una ropa cómoda. Caminé hasta el cuarto de mis padres y me enteré de que no habían llegado a dormir. ¡Qué bueno! De lo contrario, hubieran encontrado un gran desorden en mi casa.
Bajé a la primera planta y vi a Caterina dormida en uno de los sillones de la sala. Había un puñado de latas vacías de cerveza y bolsas de frituras en el suelo.
─¡Caterina! ─le moví la cabeza hasta que despertó y entreabrió los ojos.
─¡Déjame dormir! ─protestó.
Bruscamente la jalé del brazo y la tiré al suelo lleno de porquería.
─Ayúdame a recoger todo. ¡Pronto vendrán mis padres! ─se puso de pie a regañadientes y aprecié lo desgarrado que estaba su vestido, como si una jauría de perros la hubiese atacado─. Mejor vete a dar un baño. ─la miré con asco. Yo estaba igual a penas minutos atrás─. Toma ropa de mi closet y baja rápido a ayudarme a limpiar.
Ella subió a mi habitación mientras yo empezaba a recoger la basura.
Salí al jardín y vi todavía más caos que en el interior. Con ayuda de Caterina, terminé de limpiar en menos de dos horas. Afortunadamente mis padres llegaron hasta pasado el mediodía; de otra forma, me hubieran dado la regañada de mi vida.
─Anoche vi que te escabulliste con alguien. ─le dije a Caterina ya cuando estábamos liberadas de todo el trabajo. Estábamos en mi habitación comiendo palomitas con mantequilla.
─Sí, bueno... ─se sonrojó─. Era un chico que no había visto antes y la verdad me gustó demasiado. Empezamos a besarnos y todo terminó con un final feliz. ─metió a su boca un puñado de palomitas y dibujó una sonrisa en su rostro.
─¿Por lo menos usaste condón? ─le pregunté. Pero qué tonta; en ese momento recordé que la que no había usado condón era yo.
─Por supuesto. ─respondió.
─¡Caterina; debes acompañarme a la farmacia!
─¿Por qué? ─frunció el ceño.
─Porque la que no usó condón fui yo. ─tragué saliva con dificultad.
─Bueno, solo toma la pastilla del día siguiente.
─Eso es lo que haré. ─y la jalé de la mano, conduciéndola a la salida.
***
Para el siguiente fin de semana, me encontraba en pleno vuelo hacia Cancún. A pesar de que sólo sería una semana de vacaciones en las hermosas playas del Caribe mexicano, estaba dispuesta a pasarlas de la mejor manera, tanto, que me envidiarían muchos.
Cuando llegamos al hotel, mis padres se encargaron de reservar una habitación solamente para mí y otra para ellos dos. Yo: feliz. Me instalé, me di una ducha y me puse un bikini con estampado vintage de rosas rojas. Pinté mis labios de un tono oscuro y me aseguré de que mi cabello rojo se viera perfectamente bien.
Les pedí permiso a mis padres para bajar a la playa y así lo hice; mientras, ellos se quedaron en el restaurante del hotel. Cuando caminaba, no era extraño que algunos chicos me silbaran tratando de llamar mi atención. Pero ni siquiera los volteaba a ver, simplemente me limitaba a seguir caminando hasta encontrar un buen lugar para broncearme un poco. El Sol quemaba demasiado y aproveché eso para tirarme en la arena y beber tranquilamente una piña colada.
Agarré el nuevo teléfono que mi papá me había regalado y tomé un par de fotografías que casi al instante estaban en Facebook. Sí, me gustaba presumir de aquello que la demás gente de Villa Dorada no podía hacer.
Terminé mi bebida y vi a un par de chicos extranjeros que caminaban por la playa. Ambos me miraron y se acercaron a saludarme.
Los chicos eran franceses, pero su inglés era tan bueno que nos pudimos comunicar sin problemas. Estaban de vacaciones en México y eran oriundos de Niza. En realidad no eran tan guapos como Alexis (del cual no había sabido nada desde la fiesta), pero no me importó y me cité con ellos por la noche, en uno de los antros más famosos de Cancún.
Obviamente, mis padres se pondrían en contra de que yo saliera en la noche en una ciudad desconocida para mí; pero no les pediría permiso, iba a aprovechar que estábamos en habitaciones separadas para escaparme de contrabando.
Cuando dieron las ocho de la noche empecé a arreglarme; me puse un vestido color vino y me maquillé tanto que ni yo misma me reconocía. Me tomé una foto frente al espejo lanzando un beso y enseguida estuvo publicada en Facebook.
A las diez de la noche salí del hotel y caminé por las aceras llenas de personas que disfrutaban de la vida nocturna.
Llegué al bar y encontré de inmediato a los chicos franceses. Estuve con ellos bailando y conviviendo alrededor de dos horas hasta que decidí ir al baño a retocarme el maquillaje. Mientras lo hacía, mi teléfono vibró con insistencia. Eran varias notificaciones de Facebook. Las abrí:
A 560 personas les ha gustado tu nueva foto de perfil.
Tienes una nueva solicitud de mensaje.
Esta última no llamó tanto mi atención; usualmente me llegaban muchas solicitudes de mensajes para aceptar. Todas las rechazaba, por supuesto. La mayoría de ellos eran obreros y demás chicos de Villa Dorada y de la capital que no me interesaban en lo más mínimo.
Sin embargo, ante todas las probabilidades, el nuevo mensaje no era de un chico, sino de una chica.
Iris Walker me mandó un mensaje:
Hola, Alexa. Veo que estás de vacaciones. Eres una chica guapa; creo que podríamos llevarnos muy bien tú y yo. Espero que me invites a tu próxima fiesta para conocernos un poco más.
Y al instante de que terminé de leer el mensaje, me llegó su solicitud de amistad.
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¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]
Bí ẩn / Giật gânCuando el primer suicidio aparece en el pequeño pueblo de Villa Dorada, toda la gente se pregunta qué es lo que ha llevado a un adolescente a quitarse la vida. Lo que no saben es que eso es el principio de una cadena de misterios sin resolver que...