Exploración - Víctor

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¿Cómo no enterarme de la muertita si el coche de las noticias era lo único que anunciaba? Yo había sido de los primeros en comprar el periódico y quizá el único en todo Villa Dorada que no se sorprendió tanto

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¿Cómo no enterarme de la muertita si el coche de las noticias era lo único que anunciaba? Yo había sido de los primeros en comprar el periódico y quizá el único en todo Villa Dorada que no se sorprendió tanto.

¿Por qué me iba a sorprender? Las personas mueren a diario, lo que es inusual es que les saquen el corazón. Lo cual me recordó a las clases de Historia de la preparatoria, cuando los Mexicas de Tenochtitlán (la antigua Ciudad de México) sacrificaban personas al dios Tlaloc (el del agua) sacándoles el corazón y arrojándolo a los lagos y ríos. Eso era muy normal. Pero llegaron los civilizados conquistadores españoles y vieron ese acto como una clara ofrenda a Satanás; entonces, lo condenaron.

Mi borracho padre ni siquiera le puso atención a la noticia que en ese momento corría por todo Villa Dorada, como el viento. Estaba mirando el partido de México contra los Estados Unidos y maldecía porque el equipo nacional no sacaba la casta ante los gringos. ¡Como si un simple partido de futbol determinara el futuro de una nación!

Fui hasta mi habitación y allí encendí mi propio televisor. No sintonicé nada interesante, hasta que le dejé en un canal donde reproducían la película de Las crónicas de Narnia.

Un mensaje llegó a mi celular justo en el momento en que Lucy se metía al ropero por primera vez:

IRIS: Hola, amor.

Sí, para ese momento Iris ya era más cariñosa conmigo. Y yo con ella. ¿Por qué no? ¡Sólo era un juego!

VÍCTOR: ¿Qué tal, princesa?

IRIS: ¿Cómo va tu día?

VÍCTOR: Un poco aburrido, amor. Pero nada que no lo solucionen unos cuantos mensajes contigo.

IRIS: Me parece perfecto. ¿Intercambiamos fotos? Ya sabes cómo...

VÍCTOR: Por supuesto, mi reina.

E intercambiamos unas cuantas fotos. En las suyas podía apreciar una imitación a la Venus que nos enseñó el profesor de filosofía en una clase: desnuda, con la piel tersa y la mirada seductora.

Ella se desconectó al cabo de un par de minutos. Me puse de pie y fui a darme un baño. Aún seguía pensando en la noticia del cadáver de la mujer; tanto, que decidí por mí mismo ir hasta el sitio donde la habían encontrado. Era sólo por el morbo, no porque quisiera encontrar otro cadáver o algo así.

Tomé la bicicleta de mi padre sin siquiera pedírsela y empecé a pedalear por las calles vacías de Villa Dorada en pleno domingo por la tarde. ¡Sorprendente, lo sé!

Me introduje en la carretera húmeda por las lluvias y traté de ubicar el lugar exacto. Estuve pedaleando quince... no, quizá veinte minutos, hasta que llegué al sitio que aparecía en las fotos del periódico. Una corriente de adrenalina me invadió y me bajé de la bicicleta.

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora