Sospechosa - Alexa

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Me esposaron y me jalonearon hacia la patrulla como si fuese la peor criminal del mundo

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Me esposaron y me jalonearon hacia la patrulla como si fuese la peor criminal del mundo. Me sentía denigrada y completamente avergonzada de estar en esa situación. Antes de que me metieran de lleno a la hedionda patrulla, mamá me dijo que buscarían a un buen abogado y que todo esto se aclararía muy pronto.

El vehículo me llevó hasta la estación de policía municipal, donde me bajaron casi a jaloneos. Había gente chismosa que salía de los negocios y las casas para presenciar el acto más vergonzoso de mi vida, y probablemente el de todo mi árbol genealógico.

¿Yo, sospechosa?

Los hombres me condujeron hasta un cuarto aledaño a la prisión municipal, donde había una vieja mesa de madera y un par de sillas de fierro oxidado. El hombre de negro me dijo que me sentara y aunque obedecí, no me quitaron las esposas. Dos hombres me custodiaban con sus enormes armas, listos a acribillarme si me atrevía a escapar.

Estaba nerviosa y temblando; yo sabía que no había tenido nada que ver con el cadáver del muchacho, pero ellos pensaban lo contrario.

─¿Por qué estaba tu identificación en el lugar donde se encontró el cadáver? ─preguntó tajante el hombre sentándose frente a mí.

─N... No... No lo sé. ─tartamudeé. Al parecer mi titubeo le dio al oficial un motivo para especular más sobre mí.

─¿Sabes que podemos incriminarte por este pequeño objeto? ─puso la credencial manchada de fango frente a mí.

─Lo sé. ─respondí. Si algo había averiguado en las series de detectives que veía en la televisión, era que absolutamente todo lo que dijera sería usado en mi contra; por ello decidí dar respuestas cortas y concisas.

─¿Qué estuviste haciendo los últimos dos días? ─inquirió.

─Estaba en mi casa, con mi madre. También estuve con mi amiga Caterina. ─afirmé.

─¿Tienes manera de comprobar eso?

Recordé que tenía algunas fotografías en mi teléfono de esos días. Incluso mensajes de texto que había compartido con Caterina y con algunos otros chicos.

─Sí: mensajes de texto y fotos.

─¿Qué hiciste ayer aproximadamente a las seis o siete de la tarde? ─su voz era seca.

─A esa hora estaba viendo una película con mi madre... ─dije─. Mis padres pueden comprobar que no salí de casa ayer.

─Que traigan también a los padres. ─le pidió el hombre a uno de sus compañeros. Este último se retiró con velocidad.

─Tengo fotografías de eso. ─intenté sacar mi móvil del bolsillo, pero las esposas me lo impidieron. Un policía me ayudó y coloqué mi contraseña para que los hombres pudieran ver todo lo que quisieran.

Me sentía un poco apenada con la idea de que podrían ver los mensajes que varios chicos me mandaban por Facebook. Después de unos veinte minutos de un incómodo silencio, el hombre que revisaba mi teléfono me lo entregó nuevamente.

─Las fotografías coinciden con las horas en que sospechamos que fue arrojado el cadáver. Sin embargo, ¿cómo es que tu credencial estaba en esa zona? ─no sabía cómo pudo haber ocurrido eso.

─No lo sé... ─traté de recordar el último momento en el cual tuve contacto con mi identificación─. Solo recuerdo que estaba en mi cartera. ¿Encontraron mi cartera? ─el hombre negó.

─¿Cuándo perdiste tu cartera?

─La última vez que vi mi cartera... ─traté de recordar─... fue el día de mi fiesta. ¡Sí! Al día siguiente de la fiesta no la encontré por ningún lado. Quizá alguien la robó.

─¿Tienes testigos de eso?

─Caterina me ayudó a buscarla y no la encontramos; pueden preguntarle a ella. ─comenté.

─¿A quién invitaste a tu fiesta? ─¡Uf! Era una pregunta complicada.

─Había mucha gente: desde egresados de la preparatoria, hasta amigos de Torres de Alicante y de la capital. Es difícil determinar el número de personas: quizá había cuarenta... o más... no estoy tan segura. ─solo tenía recuerdos borrosos de esa noche.

─Al parecer eres inocente. Pero no podemos quitarte las esposas, ni dejarte ir, hasta que les hagamos preguntas a tu amiga y a tu madre. Si ellas coinciden con las respuestas que nos acabas de dar, entonces quedarás libre.

Eso me hizo sentir mejor. El hombre intercambió miradas nerviosas entre mí y sus policías.

─Aunque debes estar segura de una cosa.

─¿De qué?

─De que la persona que mató al chico de quince años, estaba en tu fiesta. Conviviste con el asesino.

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora