Un nuevo intento - Alexa

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Esa noche cuando la puerta se abrió, y Caterina y yo estábamos en la habitación de Diego (en una casa que no era la nuestra, a la cual nos habíamos metido sin permiso), nos dimos cuenta de que el aire había sido el causante de que la puerta se abr...

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Esa noche cuando la puerta se abrió, y Caterina y yo estábamos en la habitación de Diego (en una casa que no era la nuestra, a la cual nos habíamos metido sin permiso), nos dimos cuenta de que el aire había sido el causante de que la puerta se abriera. Exacto: habíamos dejado la puerta del balcón entreabierta y los ventarrones de aire aprovecharon, como nosotras, para entrar a la casa.

Ambas ahogamos un grito que después nos llenó de nerviosismo, pues sabíamos que de alguna manera habíamos despertado a los padres de Diego.

Miré a Caterina y mientras tomábamos algunos papeles del chico y los metíamos a nuestros bolsillos. Acto seguido, corrimos hacia el balcón con el corazón en nuestras gargantas.

Di un vistazo hacia la habitación de los padres de Diego y me percaté de que, efectivamente, la luz estaba prendida y se oían voces en el interior.

Entonces, ni siquiera lo dudamos y salimos corriendo de la casa. Salté del balcón hasta la barda de los vecinos, acto que me hizo tropezar y por fortuna no caer desde tres metros de altura. De lo contrario, me hubiera fracturado algo.

Segundos más tarde, nos encontrábamos corriendo en mitad de la madrugada por las calles de Villa Dorada; teniendo en nuestro poder papeles robados de un chico muerto. Después de correr un par de cuadras, y sintiéndonis a salvo, nos detuvimos en una esquina que daba a la avenida principal del pueblo.

Voltee a ver a Caterina y ambas reímos por el atrevimiento que tuvimos. Conectamos las miradas y chocamos las manos con éxito.

─Esto ha sido lo más emocionante que he hecho en mi vida. ─le dije sacando los papeles de mi bolsillo. Reí a garganta abierta y di saltitos.

─Y fue muy peligroso... aun así no encontramos nada que desahogara nuestra curiosidad. ─sonaba un poco decepcionada.

─Bueno, quizá no dejó nada acerca de su muerte.

─¿Qué encontraste en su computadora? ─quiso saber, retomando nuestro andar por las calles repletas de oscuridad. Los faros amarillos eran los únicos que luchaban contra las tinieblas de las doce de la noche.

Recordé entonces el mensaje de texto de la tal Iris Walker. Sabía que quizá ellos dos habían mantenido una conversación anterior, pero no logré averiguar qué tipo de relación tendría esa chica con Diego.

Dudaba mucho que fuese su novia en turno; pero todo podría pasar...

─No encontré nada importante. ─le dije. Yo me quedaría con la satisfacción de haber encontrado ese mensaje; por lo menos era algo que momentáneamente no quería compartir.

Caminamos en silencio una cuadra más hasta la plaza principal. ¡Todo lucía tan desierto, tan muerto... como un pueblo fantasma!

Caterina constantemente volteaba hacia atrás... hacia algún punto en la densa negrura que sólo ella podía ver; y aceleraba el paso.

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora