La hoguera - Matías

672 104 21
                                    

La llegada de las once de la noche me pareció infinita

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La llegada de las once de la noche me pareció infinita. Mamá seguía preocupada por la ausencia de papá; le aseguré que iría a buscarlo y eso la tranquilizo un poco. Esa fue la excusa con la que salí de mi casa.

Naturalmente, mamá quería venir conmigo, pero se lo impedí. Si de verdad supiera a dónde iba, quizá hubiese llamado a la policía en el momento.

Tomé la bicicleta de papá, agarré una daga que encontré en el negocio (por si era necesario usarla) y media hora antes de las once de la noche, empecé a pedalear por las calles vacías de Villa Dorada. Me introduje en la carretera con peligro a que los automovilistas no me vieran y me atropellaran.

Con tanta oscuridad, fue difícil ubicarme en el espacio; un par de veces me detuve en el lugar equivocado, sólo para darme cuenta de que me hacía falta más terreno por recorrer. Consultaba la hora constantemente, pues el tiempo era vital para mi padre... no quería que le pasara algo.

Rogaba porque Ximena hubiera tenido la sagacidad de hablar con los policías y que Iris no se enterara de ello. Quería pensar que así había sido, de lo contrario, Iris Walker ya me hubiera mandado una fotografía del cadáver de mi padre y un mensaje como: Ya supe que fuiste con la policía. Te advertí lo que pasaría.

Seguí pedaleando con el ruido, a mi lado, de los neumáticos derrapando sobre el asfalto. Bajo las colinas, Villa Dorada lucía literalmente resplandeciente por las luces amarillentas. Me permití disfrutar de la vista. Probablemente era la última vez que vería el lugar en el que crecí y no iba a desaprovechar la oportunidad de llevarme a la tumba una postal como esa.

No sentía temor por los fantasmas o las brujas que ─según las leyendas─ deambulaban en el bosque. Sentía temor de que Iris Walker me hubiese engañado y hubiese matado a mi padre.

Pedaleé sin siquiera cansarme.

Al cabo de unos cuantos minutos, llegué al sendero por el cual se accedía a la cabaña. Oculté la bicicleta y empecé a caminar con el corazón latiéndome en el interior de la garganta.

Las manos me sudaban; estaba aterrado...

Cualquier mínimo ruido en el bosque era un claro peligro para mí.

Oía el cantar de las aves nocturnas y los pasos veloces de aquellos animalillos terrestres que también aprovechaban la noche para cazar. Ante eso, me sentía como una presa al acecho de un gran depredador.

Fue difícil ubicarme en mitad del bosque oscuro. Las sombras, demoniacas, que proyectaban los troncos de los árboles sobre el suelo parecían transportarme a otra dimensión. La suave brisa se quitó y las nubes dieron paso a una Luna enorme y blanca que iluminó mi entorno.

Veía sombras moverse a mí alrededor. ¡Definitivamente estaba al acecho!

Con la ayuda de la linterna de mi celular, encontré el camino correcto y vi la cabaña a no muchos pasos de donde me encontraba.

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora