Contra el tiempo - Ximena

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Los policías treparon a la patrulla

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Los policías treparon a la patrulla. Sin pensarlo dos veces, fui con ellos ante los reclamos de mis padres. Alexa se quedó en su lugar, aún estaba llorando y ni siquiera se inmutó cuando supo que rescataríamos a Matías de unos criminales.

Vi la hora: faltaban diez minutos para las once de la noche.

Cada instante transcurrido contaba. La vida de Matías estaba en riesgo y nosotros debíamos apresurarnos.

Tres patrullas hicieron resonar sus sirenas mientras conducían a toda velocidad rumbo a una cabaña que yo no ubicaba, pero que un policía local sí.

Las campanadas de la iglesia repicaron cuando dieron las once de la noche; y nosotros, aún estábamos en Villa Dorada tratando de llegar a la carretera y seguir hacia el lugar indicado. El pulso se me aceleró y le rogué a Dios porque Matías estuviera bien.

Pasó una eternidad hasta que llegamos a un débil sendero rodeado de vegetación que se internaba en el bosque. El policía local afirmó que por allí era la entrada; pero no podían pasar las patrullas. Los policías se bajaron de los automóviles con sus armas cargadas; cuando quise bajarme, uno de ellos me detuvo.

─¡No puedes venir! ─regañó. Lo miré iracunda y le di un empujón mientras corría por el sendero resbaloso de fango por las lluvias recientes.

─Allí está su bicicleta... ─le dije a los policías señalando un objeto escondido entre un ramal de hiedra venenosa.

─¡Por acá! ─gritó el policía local y se adelantó al grupo.

Miré el reloj. Ya habían pasado veinte minutos. Grité el nombre del chico en pleno bosque iluminado por la luz de luna... sin embargo, nadie contestó.

─¿Dónde está la cabaña? ─quiso saber otro policía totalmente desorientado.

¡Diablos! Estábamos perdidos...

Los segundos pasaban tan rápido que debíamos tratar de llegar lo más pronto posible. Matías corría peligro.

─Por allá veo una luz. ─uno de los hombres señaló un punto en medio de antiguos cedros. Sí, allí había una débil bombilla que iluminaba el lugar.

Todos corrimos hacia allá. Volví a ignorar las órdenes de los policías para quedarme en las patrullas. Me gané unos cuántos insultos, pero de alguna forma yo sabía que debía ir con ellos.

Me resbalé con una raíz de un árbol y caí al fango ensuciándome toda la ropa; no me importaba nada, sólo quería llegar con Matías.

Llegamos a la cabaña en ruinas y uno de los hombres tiró la blandengue puerta de una sola patada. En el interior estaba el padre de Matías amordazado y amarrado a una silla. Uno de los policías le quitó las ataduras; el hombre estaba completamente alterado.

─¡Se llevaron a mi hijo! ─gritó─. ¡Se lo llevaron!

─¿A dónde? ─pregunté.

─No sé... lo único que vi fue que lo llevaron hacia la parte trasera. ─chilló.

¿Quién es Iris? [COMPLETA Y EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora