Bianca
Todo es blanco. Todo huele a desinfectante, incluso mi ropa. Dos prendas de color blanco que huelen a desinfectante que no me sirve para tener calor, solo sirve para cada segundo sentirme con más frio.
Estoy loca, es lo que me dicen todos. Ja, ja, ja, eso no es verdad. No estoy loca.
Solo quiero salir de este lugar o en verdad terminare loca si me quedo un segundo más aquí.
Observo detenidamente contando las grietas de las cuatro paredes que me tienen aprisionada. 116 en total. Y una puerta de metal con una pequeña ventanilla con rejas, el vidrio está blindado para que nadie pueda escapar. No hay ventanas, solo hay una litera una pequeña mesa de plástico para evitar que nos suicidemos, un escritorio con hojas blancas y un lápiz de plástico también, maleable para que ni siquiera intentemos desarmarlo y atragantaros con las partes para morir.
Nada aquí está diseñado para que podamos suicidarnos, todo solo se burla de nosotros. Nos dice que nunca saldremos. Moriremos aquí y nada podemos hacer. Solo enloquecer cada segundo que pasa o escribir sobre lo que queramos para después un enfermero llevárselo y dárselo a nuestro psiquiatra, quien después nos preguntara porque escribimos eso. En qué etapa de nuestras vidas vivimos aquello y que sentimos al recordarlo.
Puras patrañas. Me irrita.
Observo mis manos flácidas, sin esmalte, sin mi anillo de plata con un diamante símbolo de todo lo que alguna vez aspire a ser. Un diamante en bruto, fuerte, hermoso que brilla e inspira a los demás a seguirlo siendo.
Quería ser eso y lo estaba logrando, hasta que llego Isabella y lo arruino todo.
Me quito mi vida, lo que debí tener, a Nicolás y un hijo con él. No ella, yo.
Y ahora ella debe estar disfrutando de la nieve con Nicolás y su hijo y yo mientras tanto, encerrada en estas cuatro paredes con 116 grietas, blancas. Y una puerta de metal que se abre cada seis a cuatro horas para darme de comer o poderme dejar salir para ir a un patio lleno de vegetación ero que está cercado por una reja que tiene corriente en las noches para que nadie pueda escapar y unos chuzos en lo alto. Es de alta aproximadamente unos tres metros. Intente un día escalarla pero de nada sirvió. Unas cámaras avisaron a los guardianes para que vinieran a bajarme y de castigo me encerraron dos semanas en una habitación también blanca pero sin literal, toda hasta el techo estaba amoblado como una cama. Toda la habitación parecía un colchón.
Termine de contar mentalmente las cuatro horas y abrieron la puerta.
Esta vez quien entro fue el enfermero, me llevaran a mi sesión con psiquiatra pero antes de salir me darán mis pastillas diarias.
- hola Bianca, ¿Cómo te encuentras? – pregunto Erick, mi enfermero personal.
Me gire a verlo sin sentimiento – igual que todos los días. Encerrada – murmure levantándome para extender las manos hacia el para que me de las pastillas.
Me las entrego en una copa de plástico. Tres pastillas. Una azul claro, otra ambarina y la última de color blanca.
Me las lleve a la boca y Erick me tendió un vaso de plástico con agua. Tome el agua ocultando debajo de la lengua las pastillas para no tomarlas.
Aproveche que Erick se puso de espaldas a mí con la comida en sus manos, para tomar la bandeja donde antes tenía el vaso con agua, mi comida y las pastillas. La respiración se me acelero y con todas mis fuerzas le pegue en la cabeza hasta dejarlo inconsciente.
Verifique que lo estuviera y entrecerré la puerta, corrí a mi literal y debajo de la colchoneta saque el uniforme de enfermera y me lo puse lo más rápido que pude. Me quite la cinta de registro personal con unas tijeras de juguete para cortar papel y Salí de la habitación, no sin antes quitarle el manojo de llaves a Erick.
Cerré la puerta con seguro de mi habitación y camine rápidamente por los pasillos donde había algunos concurridos de los pacientes en verdad locos y cada uno acompañado por su enfermero o enfermera de turno.
Salí del edificio y me fui a los casilleros de los enfermeros, abrí el casillero de la que fue mi enfermera hace unas semanas hasta que le robe las llaves de su casillero. Ba según Hoy está según mi memoria con Iveth. Una paciente muy descomunal. Me golpeo hace un mes solo porque le dije que la muña que siempre tiene en las manos, no es su bebe, la cual murió porque ella la asesino creyendo que era el demonio.
Saque la mochila de allí dentro y la tarjeta de registro. La coloque en la taquilla para poder salir y la puerta enrejada se abrió con un fuerte zumbido.
Seré libre.
Camine hasta salir del psiquiátrico varias cuadras, hasta que cuando ya tenía varios metros recorridos con tranquilidad y salir del perímetro del psiquiátrico. Salí corriendo sin control sintiendo la nieve caer con más ímpetu por horas. Hasta que ceso la nevada.
Me coloque un abrigo que había en la mochila y camine hacia el parque cerca al edificio donde vivía. Había mucha gente, niños, parejas, viejitos y amigos. Todos riendo, patinando, sentados en las bancas o simplemente hablando.
Y hay los vi. Isabella tenía un abrigo celeste largo con un gorro de lana blanco y unos patines de hielo. A su lado estaba Nicolás con un abrigo negro y gorro de lana del mismo color y patines también, ambos veían al bebe en brazos de Isabella que empezaba a jugar con los copos de nieve que le caían alrededor.
Se le ve felices, pero ahora no tiene idea de lo que yo he tenido que pagar mientras ellos ríen y son felices con su hijo. En definitiva no saben lo que les espera cuando regresen a su apartamento.
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Nunca te dejaré de amar #2 MQA
Teen FictionLas segundas oportunidades, son muy importantes y más en una relación. Una como la mía con Nico donde la confianza estará más que impresa en nuestra nueva vida en Milán. Lejos de Los Ángeles, nuestros amigos, padres e incluso de nuestros enemigos ¿o...