Capítulo XIII

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Luego de pasear por casi todo el Central Park con mi amiga hablando y riéndonos, decidimos que era hora de comer algo.

Pensé mucho en lo que paso con las flores, y aunque el no tenia razones para reclamarme, yo tampoco las tenia para pelear por unas flores. La moraleja, es que fue una pelea sin razón ni fundamento, un callejón sin salida.

Marissa y yo paramos en un puesto de hotdogs y compramos para nosotras y para mi hermana. Luego tomamos un taxi que nos lleva a mi departamento y una vez adentro, devoramos las deliciosas salchichas bañadas en salsa.

Luego de comer vemos películas y vídeos graciosos el resto de la tarde. Revise mi teléfono —que apague luego de salir de la empresa molesta— y me sorprendo al ver unas cinco llamadas perdidas de Ryan. Pienso en devolvérselas, pero luego me retracto y le doy su espacio.

Cuando dan las cinco el tío de Marissa la llama porque  necesita ayuda en la floristería. Ella se disculpa conmigo y se va, aprovecho el momento para limpiar las cosas que usamos y ordenar un poco el departamento. Tiro los restos de polvo a la basura y en eso suena mi teléfono, me acerco algo asustada al pensar que puede ser Ryan, pero me relajo al ver el nombre de mi papa. Atiendo enseguida a la llamada.

Hola princesa.
–Hola papa, ¿como estas?
–Muy bien. Extrañandolas. Pero dime, ¿que tal todo? ¿que tal el trabajo?
Bien –suspiro–. Todo bien por aquí, ¿y tu?
–Tambien muy bien. Cariño, te llamo también para saber cuando vienen de visita.
–No lo se papa. Por ahora no se podrá, Tori y yo estamos trabajando y, ya sabes.
–Claro, bueno me saludas a tu hermana y un beso para las dos. Te amo cariño.
–Y yo a ti papi.

Cuelgo y suspiro. Extraño mucho a mi papa, dejarlo solo no me gusto mucho, pero se que el esta bien. Lo iré a visitar apenas pueda. Me levanto del sofá y el timbre suena, camino hacia la puerta con el ceño fruncido, Tori olvido sus llaves.

–¿Como se te van... –quedo a media frase al ver al hombre que domino cada uno de mis pensamientos durante las ultimas cinco horas. No puedo moverme, mi cerebro da la orden pero mi cuerpo no parece querer acatarla. El solo se queda ahí mirándome, ninguno parece poder dar el primer paso, pero debo hacerlo.

–¿Que haces aquí? –es la única frase coherente que mi cerebro logra formular, y una pequeña gota de esperanza crece en mi interior.

–Vine a saber si estabas bien. –y esa gota se evapora junto a mis pocas esperanzas de creer que el vendría a disculparse o algo así, al menos quiere saber como estoy.

–Estoy bien. –digo mas seca de lo que pretendo. El solo asiente y vuelve a quedarse en silencio frente a mi puerta. Hago gesto de querer cerrar la puerta, pero su mano me detiene.

–Quiero que vengas conmigo. –dice sin mas. Yo levantó la ceja y me cruzo de brazos.

–No.

–Perrie, no lo hagas mas difícil.

–No, yo no soy como las mujeres a las que estarás acostumbrado que siempre te dicen que si, estoy molesta contigo.

El suspira y aparta la mano de la puerta para entrar sin permiso, yo ruedo los ojos y cierro la puerta.

–¿Que tengo que hacer para que vengas conmigo? –pregunta parado en medio de la sala, por una fracción de segundo pienso en varias cosas, pero luego borro cada una de ellas y lo miro a los ojos, se ven fríos y autoritarios, como siempre, sin mostrar ninguna emoción.

–¿Y para que quieres que vaya contigo? ¿A donde? –camino al sofá y me siento en el apoya brazo con los brazos cruzados.

–No puedo decirte, solo necesito que vengas. Por favor.

Algo Más Que Una Amante ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora