Capítulo 7

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  Quizás, me sobrepasaba. Quizás, el se sobrepasaba. Lo único de lo que estaba completamente segura, es que no sentíamos necesariamente 'agrado' el uno al otro. Ross era irritante, Burlón y egocéntrico. Yo para él, era una americana Chiflada que se sentía la reina del mundo, y quería que todos estuvieran a su merced cuando lo necesitara, cosa que no era verdad. Todo el día peleábamos, todo el tiempo, a todas horas, aunque claro, a escondidas de mis abuelos, ya que a ellos no les gustaban las riñas, no les importaba si yo era su nieta, para ellos ambos teníamos el mismo derecho de estar en su casa... Bah, italianos.
La gota que derramó el vaso fue, definitivamente, la mañana del día siguiente a la confesión de Pauly con Isabella.
Ese día, mi abuela me pidió de favor que llevara a Ross a conocer Nove... Mala idea desde un principio. En el café donde desayunamos, derramó todo mi Smoothie de Banana sobre mi, y después, cuando el coraje y las ganas de Golpearlo se habían calmado un poco, durante nuestra caminata por la bahía, hizo que cayera del muelle... ¡Caí del muelle! ¡Llevándome conmigo toda una sesta llena de pescados del viejo Señor Tribialli. Ross se estaba burlando de mi todo el tiempo, y no paraba de reírse mientras le entregaba uno de sus pescados a aquel viejo pescador. Terminé oliendo a Plátano con Pescado de Atún.
Sin Embargo, el karma no tardó en aparecer. Ross calló enfermo de catarro por un día, destruyendo así el malévolo plan de Paulette, la cual había llegado con más lápiz labial de lo acostumbrado a casa de mis abuelos, para invitarnos a la feria. Una vez que vio que Ross estaba tendido en cama casi dormido, y de que yo no estaba de humor ya que no había podido empezar mi trabajo - aunque dudaba que mi situación le fuera a importar - se fue ella sola con sus amigas a la feria.
Ross seguía teniendo esa herida en la cabeza, la que se había hecho al chocar con la cerca de la casa de mis abuelos. Yo seguía con muchas preguntas, tales como ¿Quién es él? ¿De dónde viene? ¿No tiene familia acaso que lo cuide? O ¿Por qué vino a molestarnos a nosotros?
La noche del Sábado en la madrugada, el sonido de una charola de plata estrellarse contra el suelo me despertó. Asustada, salí de entre las colchas, y me aventuré al pasillo. Allí, al fondo, se encontraba mi abuela levantando la charola.
- ¿Abuelita? - pregunté junto con un bostezo. - ¿Qué haces despierta? - pregunté curiosa mientras que ella sonreía de oreja a oreja. Aún a las 3 de la mañana, estaba feliz. Se veía un poco cansada, y era bastante claro que tenía mucho sueño.
- Ross tiene fiebre. - dijo ella caminando a mi lado, para ir a la habitación de Huéspedes, donde Ross se estaba quedando. - Estoy viendo si puedo bajarle la temperatura.
- Abuela, necesitas descansar. - dije con reproche, mientras que ella comenzaba a subir las escaleras.
La casa constaba de dos pisos. En el primero, estaba la habitación de mis abuelos, ya que no les gustaba mucho subir y bajar escaleras. Así mismo, se encontraba la habitación en donde yo me estaba quedando. Ya en la segunda planta, se encontraban otras 3 habitaciones, un baño, y una gran terraza con vista al hermoso mar. Ross se encontraba en el segundo piso.
- Yo iré. - dije provocando que ella se diera la media vuelta lentamente. - necesitas reposo, anda, yo lo cuido. - sabía que quizás me iba a arrepentir de hacer eso, pero quería que mi abuela Nina descansara, ya que la llegada de los pequeños retoños a la casa, debían de haberla dejado sin nada de energías. Con una gran sonrisa, mi abuela me besó la mejilla, y dejó la charola en mis manos, para después darme unas palmaditas en el hombro.
- Sei un angelo - susurró mi abuela bajando la escalera. Ella había dicho 'Eres un Ángel'. Yo sonreí, y la vi desaparecer por el pasillo.
Tomé un fuerte suspiro antes de subir las escaleras. Me detuve frente a la puerta de cristal de la terraza, levantando con mis dedos un poco la cortina para poder ver la Luna cuarto menguante sobre el mar, y su reflejo en el, tan pacifico y calmado. Después de admirar un poco la belleza de Nove, caminé por el corredor, hacia la habitación de mi 'nada buen amigo'. Estaba un cuarto de puerta abierta, dejando entrever la luz de la vela que mi abuela había encendido dentro. Según ella, La flama absorbía la energía negativa y se curaba mas rápido.
Me asomé antes de entrar; el descansaba solo en unos pants grises, con las sabanas sobre medio de su cuerpo. Su pecho estaba descubierto, y no tenía ningún tipo de camisa o algo por el estilo, solo así, sin nada enzima. Entré sigilosamente, mientras que me senté en la silla mecedora que estaba junto a la cama de Ross, la cual mi abuela había estado usando las últimas horas para ponerle aquel trapo helado en la cabeza, a ver si se le calmaba. El descansaba, quieto, y sumiso. "Si no hablaras en todo el día justo como ahora lo haces, realmente me agradarías" pensé con cierto humor.
Empapé el trapo en El agua con hielos, para después colocarlo lentamente sobre la frente del chico. El se estremeció, y abrió lentamente los ojos.
- Sh Sh. - susurré, colocando el trapo sobre sus parpados, obligando a no mirar. - tienes que descansar.
- ¿Laura? - preguntó perplejo, y con la voz quebrada gracias a las flemas. Yo sonreí, mientras retiraba el trapo para darle otra pasada de agua. - ¿Eres tú?
- Me encontré con mi abuela en el pasillo. Me ofrecí a venir en su lugar porque la vi muy cansada... Quería que descansara.
- Yo igual. - admitió entre risas. Cerró los ojos acostándose boca arriba, mientras que volvía a pasarle el trapo. - tenía ya varias horas insistiéndole en que se fuera a descansar, y en que yo estaría más que bien, aunque es un poco terca. - yo sonreí, mientras sentía el contraste de piel caliente y agua helada. Él echaba de vez en cuando escalofríos cortos al contacto con el liquido frío, pero lo aguantaba.
- Tengo frío. - admitió con un chasquido de Dientes.
- Estamos a 28 grados... No hay posibilidad de que tengas frío. Definitivamente estás enfermo.
- Valla, no quiero ser más molestia de la que ya te soy. - hice una mueca, la cual el no vio gracias a que tenía el trapo frente a sus ojos. - Lau... ¿Me odias?
- ¿Odiarte? - bufé. - Ni que fueras tan importante. - Él rió soltando una carcajada, y yo reí un poco más leve. – Digo, el haberme tirado de la bahía y provocar que quedara totalmente empapada no fue un buen comienzo...
- No te olvides de los pescados. – agregó y soltó una fuerte carcajada. Yo reí bajo.
- Y la Banana... - suspiré, provocando en el otra risita. Era demasiado burlón. - No te odio... Simplemente no me gusta que invadan mi espacio personal. Soy rara.
- ¿En qué sentido? - preguntó el curioso, mientras que tomaba la colcha y se envolvía en ella.
- Ross sácate eso de allí. - dije quitándole la colcha. - eso solo hará que te de mas fiebre.
- pero tengo frío. - insistió.
- ¿Quién es la enfermera aquí? - pregunté con chusquedad.
- pensé que eras escritora. - bromeó siguiéndome el juego. - la señorita Laura tiene más de un talento.
- Naturalmente. - agregue mientras él soltaba otra carcajada más. Después de eso, ambos callamos unos minutos.
Le quité la colcha a Ross tirándola al piso, y después de eso bajé a la cocina para prepararle un Té de manzanilla. A duras penas se lo tomó todo, gracias a que según él también tenía ganas de vomitar, aunque yo no lo veía más que como una excusa para no tomarse el Té. Mientras tanto, yo seguí con el proceso de mojar el trapo, y empapar a Ross de su humedad helada por varios minutos, que después de un rato se volvieron más incesantes, Aunque parecía que había valido la pena, ya que cada vez se sentía mas fría su piel, y el sentía más calor, lo cual era bueno.
- Ross... ¿Puedo preguntarte algo? - escupí de repente. El me miró extrañado.
- Claro Lau.
- ¿Alguna vez te has enamorado? - el sonrió complacido, mientras que yo dejaba el trapo en el traste. El chasqueó la lengua, y miró al techo.
- Si... Si me enamoré una vez hacía varios años. - dijo él con añoranza. - pero supongo que, a veces la vida no siempre te muestra la cara bonita. - admitió entre sonrojo. Yo sonreí.
- Se que quizás suene raro, pero ¿Me ayudarías? - frunció el ceño. - necesito... Referencias. - dije buscando la palabra adecuada.
- ¿Referencias de amor?
- Exacto. - asentí muy segura. - Estoy haciendo una investigación, y... Necesito saber como actúa el amor en personas diferentes. - él asintió pensativo.
- con gusto. - dijo él entre bostezo. - pero hoy no. Bueno... Más al rato. - miró hacia el reloj con los números rojos: 4:35 de la mañana.
Después de eso, no me di cuenta ni cómo ni en qué momento, pero caí en un profundo sueño.  

#BGFY

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora