Capítulo 8

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  Me desperté lentamente, abriendo los ojos con total gentileza. Inmediatamente al abrirlos, vi a Ross entrando a la habitación. Me oculté bajo la almohada, con la esperanza de que mi abuela no haya hecho el desayuno temprano. Él llegó, y retiró unas cosas de la mesa de noche.
- ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté con la voz ronca. El sonrió.
- Vine a cambiarme.
- ¿Para qué vienes a mi habitación para eso? - pregunté confundida.
- No Lau, tú estas en mi habitación. - me levanté recargándome totalmente en mis brazos, mirando hacia la ventana, sin encontrarme las enredaderas con rosas que usualmente veían. "Trágame Tierra..." pensé con vergüenza.
- ¿Por qué estoy aquí? - salí lentamente de las colchas, y me senté al borde de la cama. Él movió la mecedora hacia una esquina de la habitación, y tomó la charola con el trapo empapado de agua ahora casi derretida dentro.
- Anoche te quedaste dormida en la silla. Me desperté temprano y me te vi... Me levanté y te moví a la cama, para que descansaras. - él suspiró y limpió con un trapo seco la mesa quitándole el agua derramada.
Solté un bostezo, mientras miraba a la hora; eran las 8:15 de la mañana, y el sol estaba más que puesto en el amanecer, despertando conmigo.
- ¿Mi abuela?
- Abajo, preparando el desayuno. - contestó mientras desaparecían por la puerta, para después dejarme sola.
Los recuerdos de aquella noche eran borrosos y casi nulos. Era plena madrugada, y tenía todos los sentidos apagados, por lo que quizás había dicho una que otra estupidez, como por ejemplo, haberle pedido ayuda a Ross no hubiera estado jamás en mi plan, a menos de que hubiéramos estado en las circunstancias en las que anoche nos encontrábamos: Los dos adormilados, y diciendo tonterías.
Salí de la habitación a paso lento, y bajé las escaleras del mismo modo. Mi abuela preparaba animadamente el desayuno, mientras Ross reía por alguna clase de chiste que mi abuelo había dicho antes de que yo llegara al umbral de la puerta. Me recargué con el hombro en el margen de madera, y miré la escena de mi abuelo y Ross atacados de la risa. Sonreí complicadamente.
- ¡Oh! ¡Buenos días Unicornia! - dijo mi abuelo, recordándome aquella etapa de mi niñez, en la que lo único que veía, pensaba, y respiraba, era unicornios. Eché unas carcajadas antes de dar cualquier paso. Mi abuela río del mismo modo, mientras que Ross leía detenidamente algo en el periódico Inglés, el cual le llegaba a mi abuelo por correspondencia cada semana, con los detalles exactos de los acontecimientos sobresalientes del Reino Unido.
- ¡Ulises! Pobrecita, ¡La abochornaras! - dijo entre risas mi abuela.
- Nina, ese es mi trabajo como abuelo. - dijo regalándome una enorme y tierna sonrisa. Me acerqué a él, y me abrazó por la cintura sin haberse parado de la silla. Me agaché y me dio un dulce beso en la frente. Ross Sonrió.
- ¡Qué bueno que despiertas! - prosiguió mi abuela. - ¿Acompañarías a Ross a la florería por unas cosas que dejé olvidadas? Aún no sabe cómo llegar, pero necesito de su fuerza para cargarlas desde allá. - yo bufé. "Creo que hasta yo podría tener más fuerza que Ross... No me subestimen". El Rubio se sintió alagado por los comentarios de mi abuela, pero de igual manera se inmutó.
- Claro. - contesté con una falsa sonrisa. "Si yo lo único que quería era desayunar..."
Ross se levantó de la mesa, y yo salí del comedor. Él me siguió por detrás, y ambos salimos de la casa, escuchando las toscas risas de mi abuela.
El sol emanaba una tenue Luz desde el horizonte, que aparentemente no dañaría ni a una mosca. Caminamos por en silencio neutral por ambos minutos, caminando hacia el centro de la ciudad, mientras que veíamos a la playa alejarse de nosotros. Había dos costas, y la costa que estaba frente a nuestra casa, era para hogares como el de mis abuelos. Por otro lado, la segunda costa era la comercial, donde los negociantes colocaban sus tiendas de todo tipo de cosas. Era un pueblo de menos de 5 mil personas, donde todos se conocían entre ellos, incluyéndome a mí. Conforme caminábamos hacia el centro de la ciudad, donde se localizaba la florería, varias personas me saludaban agitando manos, o gritando mi nombre. De algún modo, la familia Bartolinni era conocida, tanto, que hasta conocían a la nieta americana de la Sra. Nina. Y no, yo no llevaba ese apellido, ya que en Estados Unidos, el apellido materno no está en el nombre de los hijos, tan solo lo está el paterno.
- Entonces... ¿Unicornia? - preguntó chistoso Ross, para iniciar la conversación. Yo reí, y le di un pequeño empujón.
- Tenía 6 años, estaba traumatizada con los unicornios con cola de colores... My Little Ponny tiene la culpa, hasta caricatura sacaron. - el rió atolondrado, mientras que yo solo sonreía satisfecha. "Si Ross fuera así de agradable todo el tiempo, y no se la pasara retándome, me agradaría, y mucho".
- ¿El Unicornio y el Ponny son lo mismo?
- No... No sé. - contesté con vergüenza. - Para mí, lo eran. O al menos eso creo. - el seguía riendo entre dientes, mientras que yo empezaba a recordar cosas tan sencillas de mi niñez, todo era despreocupado, fácil, y divertido. La vida no era más que un juego...
Continuamos en silencio unos cuantos minutos, mientras que yo colocaba mis manos dentro de mi short, que aun era de la pijama. Me importó poco.
- Oye, respecto a lo de anoche... - comencé a decir, para ver si me podía disculpar por lo entrometida que fui en su vida privada, más que nada amorosa.
- Gracias. - contestó el con una sonrisa de oreja a oreja. - en verdad, te lo agradezco. Amanecí tan fresco como una lechuga. - bromeo, y yo reí entre dientes. - ¿Cuando quieres que te comience a ayudar con eso del romanticismo?
- Em, yo...
- No te preocupes, para mi será adorable ayudarte. - "Ja...para los ingleses todo es adorable".
- Bueno... Tenemos varios minutos antes de llegar a la florería. - admití entre dientes. - Si quieres puedes empezar ahora, yo soy un poco... Lenta para captar las cosas. - dije haciendo una pausa para buscar las palabras adecuadas para comenzar con el pequeño interrogatorio. - ¿Cómo fue tu historia de amor? - él miró con una sonrisa al rabillo del labio hacia la grava del suelo. Un brillo especial se detonó en su mirada, Algo nuevo en el.
- Su nombre era Alice. - tragó gordo... Algo me decía que no le era fácil hablar sobre eso. - tenía unos 15 años cuando la vi por primera vez. Pelo rubio, tan sedoso como el de una muñeca. Unos grandes y lindos labios rosados, ojos de un verde pino único, tanto que cada vez que los veía, mi corazón se detenía al unisonó de una melodía imaginaria que tarareaba en mi cabeza cada vez que estaba cerca de ella. - continuamos caminando, pero esta vez, más lento y ameno. Escuchaba con atención el modo en que Ross describía a esa chica, y por sus palabras, solamente podía imaginarme a una clase de Diosa Griega caída del cielo. - La conocí el día en que acompañe a mis padres a una cena en casa de unos amigos suyos... Wau. - su sonrisa se enchansó. - Ahora que lo pienso, creo que fue amor a primera vista. - respiró profundamente. - Era odiosa, y chiflada, pero había algo en ella que hacía que me volviera loco, no tenía ni la menor idea de lo que era, como si una sustancia en mi cuerpo se despertara cada vez que escuchaba su nombre o la veía. Esa noche, ella ni siquiera me volteó a ver. No fue hasta un mes después que ella notó mi existencia, en un baile que organizaba su colegio. Mi mejor amigo Sean y yo, fuimos gracias a la invitación de la novia de su hermano, y allí la encontré otra vez. Llevaba un dulce vestido violeta, que hacía juego inmaculado con sus ojos. Bailamos dos piezas, pero ella se retiró del lugar antes de la media noche. De allí, meses después, me enteré que se había ido a un internado especializado para Bailarinas de Ballet. No la vi en años. Salí con otras chicas, varias chicas, - admitió casi con vergüenza. - pero apenas me mencionaban a Alice, mi mundo se volvía de cabeza. Ella siempre fue mi amor platónico. Ya después de varios años, cuando tenía 17, a unas dos semanas de los 18, nos volvimos a encontrar en casa de otros amigos de mis papás, los cuales formaban parte de círculo social al que pertenecía mi familia y su familia. Estaba cambiada, ya era una mujer, y yo, como buen hombre, me vi aun más interesado en ella. Poco tiempo después, comenzamos a salir. - sonrió, pero inmediatamente su sonrisa se esfumó. Cruzamos la esquina. - Duramos casi dos años, antes de que cumpliera 20, Ella me dejó. - mis ojos se salieron de sus órbitas, pero él no lo notó. Estaba tan abstraído en su historia, que dudaba mucho que recordara que iba conmigo... - no entendía ni motivo ni razón, hasta que después de unos meses, en los cuales había vivido en depresión, me entero de que estaba embarazada, y sus papás la habían corrido de su casa.
- ¡¿El bebe es tuyo?! - pregunté perpleja, con ganas de darle una bofetada. El no dijo palabra alguna, tan solo negó con la cabeza. Yo respiré mas aliviada. - No, el bebé es de otro chico. - y entonces comprendí: Alice había engañado a Ross con otro hombre. - Era de su escuela, pero no sé mucho sobre eso. Solo sé que el canalla no se hizo cargo de su hijo, como yo hubiera querido haberlo hecho.
- ¿Insinúas que hubieras tomado al hijo de Alice como si fuera de tu sangre? - la tristeza se inundaba en sus pupilas, mientras que me sentí mierda por un momento. El estarle preguntando sobre su vida personal, y sus historias de amor, quizás solo había revivido una vieja herida... Pero ¿Cómo iba a saber yo que había pasado por todo eso?
- Si... Quizás suene tonto, pero ella fue el motor de mi vida por mucho, mucho tiempo. Justo cuando parecía que no tenía sentido vivir, ella aparecía, y me mostraba que estaba equivocado. Mi sentido de vida era ella, y nadie más que ella. Hubiera amado a su hijo tanto como si fuera de mi propia sangre, por el simple hecho de portar sangre de su hermosa madre.
Mi corazón latía lento. Solamente quería abrazar a Ross, como si fuera un peluche tierno con carita triste, ¿Existía cosa más tierna? ¿Podría existirlo? Yo no lo creía, pero Ross realmente no era nada de lo que lo había etiquetado. Ahora tenía una mejor percepción de él, que de mí.

#BGFY

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora