Capítulo 42

516 37 1
                                    

  Lavé mis manos con mas dedicación de lo usual. Estaban temblorosas, y por consiguiente me veía mas nerviosa al hacer este acto. "Nadie te está viendo Lau", pensé intentando tranquilizarme un poco. Vamos, estaba sola en un baño con la puerta cerrada, nadie me veía. Solamente yo misma al espejo... tal vez yo era mi mayor enemiga.
Nada estaba saliendo como lo habíamos planteado en el plan "A", y por si existe una duda, el Plan A era llegar a Londres, y cada quien por su lado; el se olvidaría de mi existencia y yo tendría que limitarme a no llorar mientras escribía en una incipida hoja blanca todo lo que sentía sobre el amor mientras que sufría gracias a tal sentimiento. El Plan "B" surgió cuando Ross de repente decidió inventar que era "su novia", acto totalmente desconsiderado, deshonesto y estúpido. En cierto modo el plan siguió prácticamente igual, agregándole la viñeta de "Decir la verdad, y aclarar que entre Ross y yo no existe nada", trabajo que le correspondía a el. Y Ross no lo cumplió.
Ahora, suponía, estaba en medio del Plan C, un plan que no había marcado hasta el momento en que me miré al espejo. "Que tonta eres, Laura." suspiré vencida, "¿que mujer en su sano juicio pensaría que yo era una buena nuera?"
Aunque sonase estúpido, mi mayor mortificación posiblemente era esa: ¿Que impresión le daría yo a la madre de Ross? Ya hasta me la podía imaginar pensando cosas como "Bah, mi hijo es demasiado guapo para esa simplona", o tal vez cosas como "¿Por qué habiendo tantas buenas opciones en Inglaterra se tuvo que fijar en una americana sin clase que acostumbra a comer Hamburguesa con queso extra?"... yo le daría la respuesta con lujo de detalle: No lo había hecho. Su hijo no estaba enamorado de una Americana amante de Jack in the Box, si no más bien de una Inglesa que posiblemente era hermosa... y claro, sin olvidar el hecho de que se sentía fuertemente atraído por una italiana Pelirroja. Fruncí la boca, y suspiré. ¿Inglesa, Italiana o Americana?
Claro que no le diría eso. Se lo había prometido a Ross, y por obvias razones no podría decirle santas barbaridades a la Señora Lynch y dejar abajo a Ross mientras que yo corría al exterior de esta mansión en lagrimas por decir la verdad y hacer todo mierda. Claro que no podía, porque aunque fuera contra mi propio juicio y mis propios sentimientos, había dado mi palabra. Le ayudaría a Ross a callarle a boca a su hermano bocón, aunque fuera solamente por unos días. Eso no me iba a matar. Eso creo.
Salí del baño sigilosamente, mientras que observaba a todos los alrededores. "Actua calmada", me dije mientras que comencé a caminar hacia donde según yo, era la cocina, lugar donde Ross me dijo que estarían. "Son personas normales... familiares de la persona que te vuelve loca últimamente. Ya, destierra ese pensamiento".
Caminé atravesando el vestíbulo hasta llegar a la entrada a la sala. Escuché unas cuantas voces, seguidas cercanamente de unas risas femeninas; quizás su hermana Rydel. Cerré los ojos con fuerza tomando un gran bocado de aire, y me otorgué las agallas necesarias para poder entrar a la cocina. Caminé lo mas relajada que pude (parecía un militar en horas de servicio) y sentí la mirada de Rydel, la Nana de Ross y Ross, el cual se encontraba sentado en una silla alta de la barra de la cocina. Cohibida levemente por las miradas, mis mejillas ardieron y yo bajé la vista.
- Oh cariño, ¿Eres alérgica a algo? - preguntó la Nana en el mismo tono en que mi abuela me preguntaba si quería pastel de chocolate o de nuez. Abrí mis ojos de modo desmedido ante la sorpresa, y después me lo pregunté a mi misma. Según yo, no era alérgica a nada que conociese.
- Creo que no. - admití. Ross se puso de pie entonces y me regaló una mirada que me indicaba en cierto modo que me fuera a sentar con a su lado, en otra silla igual. Su Nana estaba detrás de la estufa, y su hermana recargada en la barra con los antebrazos de por medio.
- ¡Perfecto! - exclamó la señora de piel avellanada. Yo llegué entonces y me senté al lado de Ross. "Relájate Lau, te ves ridículamente tonta". La señora volvió su vista hacia ese gran plato hondo donde se encontraba una mezcla un tanto extraña. Quizás había atinado al recuerdo del pastel.
- Lau, cuéntame, ¿Por qué te fijaste en mi hermano? - ¿Por qué todos parecían estar intrigados por esa pregunta? Abrí la boca intentando hablar, pero en su lugar salió oxigeno expulsado, sin poder encontrar palabras. Cerré los labios de nuevo y los remojé un poco frunciendolos, mientras que miraba hacia mis manos unidas en un lazo entre sí en el regazo de mis piernas.
- Lau dice que soy encantador. - presumió Ross sacándome de la tangente. Yo elevé mi vista, y reí a risas unisonas con Rydel y la Nana, la cual se dió media vuelta y lo miró con el ceño fruncido.
- Que modesto. - susurró Rydel.
- Es de familia, supongo. - Ross alzó una ceja, y sin dudarlo ni detenerse a pensarlo me tomó de la mano. Por obvias razones, me fui unos cuantos segundos en una nube imaginaria de elio que flotaba por el cielo de Inglaterra en un día sin lluvia.
- ¿Como se conocieron? Dios, es tan extraño que apenas unas cuantas semanas después vuelvas tan renovado. - comentó Rydel. Inconsientemente yo sonreí.
- Supongo que Lau me ayudó mucho. - dijo y me miró. Mi corazón sufrió otro mini-paro cardiaco. - Nos conocimos en... - Oh, Dios, mio. Esa historia si que era todo un caso.
- Ross se estrelló frente a la casa de mis abuelos. - comenté con una risa en los labios bien marcada. Rydel soltó una risotada, mientras que La Nana lo miraba consternada, enfocada mas en el hecho de su "estrello" contra la pared de piedras grisaseas de la casa de Nina y Ulises.
- ¡Oh Mi Dios! ¡¿Estás bien?! ¡¿Te lastimaste mucho?!
- No Nana, morí. - bromeó Ross, y la Nana lo miró con cara de muy pocos amigos. - Ya enserio, Lau fue una clase de enfermera junto con su abuela. Los italianos son las personas más amables que he conocido.

...

- Ya tengo casi todo preparado. - suspiró Rydel con Ilusión. Dudé entonces de su capacidad para "casarse". Si, se veía enamorada y feliz, pero mas bien como una ilusa adolescente que se enamora de su amor platónico de secundaria, ya no tanto una mujer madura aveturandose al matrimonio. - Acabo de ordenar las flores; los centro de mesa serán con rosas blancas y rojas. - dio la media vuelta, y me miró con los ojitos brillando.
Rydel era bastante hermosa: Su cabellera castaña le llegaba hasta mediados de la espalda; unos lindos ojos verde pino y una bella sonrisa que se parecía mas a la de Riker que a la de Ross.
- ¿Quién es tu prometido? - pregunté mientras que la seguía hacia una banca del gran e inmenso patio trasero que tenían. Los faroles que alumbraban el patio se empezaron a encender, casi de manera rítmica.
- Ellington Ratliff - sonrió. - Lo conocí cuando me vendió unas... unas empanadas. - la miré un tanto aturdida, mientras que ella soltaba una risotada de lo mas profundo de su pecho.
- ¿Empanadas? - reí igual.
- Empanadas de Cajeta y Nuez. - alzó las cejas, y miró hacia uno de los focos, perdiendose en su luz.
Si me hubieran preguntado a un principio con quién se casaba Rydel, hubiera apostado el pie a que se casaría con un importante empresario que ganaría millones por semana, tenía autos de lujo y era tan importante que necesitaba guaruras como Rydel y sus hermanos. Pero al final, resultó ser un "Empanadero", si es que el termino existe. ¿Rydel, una chica de muy alta sociedad casándose con un Hornea-Empanadas? ¡Ja! Hubiera perdido el pie...
- ¿Cómo fue que...?
- Mi padre se opuso, por supuesto. - yo la miré comprendiéndola un poco más. Tal parecía que había leído mi mirada. - Pero a la larga comprendió que el me hacía feliz, y descubrió que aunque no sea de mucho dinero se esfuerza siempre. Eso vale mas que nada, y el lo sabe muy bien ya que gracias a su esfuerzo es que tenemos todo lo que tenemos. - y miró a su alrededor con añoranza. Si, conocía la historia de los pequeños negocios de relojes.
- ¿Tiene algún negocio? - pregunté y ella sonrió.
- Inauguró su repostería hace aproximadamente 3 meses. Se había pasado toda la vida ahorrando para su negocio... cuando me conoció, dice que empezó también a ahorrar para la boda. - sus pómulos se ruborizaron y bajó la mirada hacia el césped. - Quizás de un poco de miedo, pero a mi me pareció dulce.
- Determinado también. - asentí, y miré hacia lo lejos.
Nos quedamos calladas apenas unos cuantos segundos, cuando unos pasos desde la casa llamaron nuestra atención. Ross salía de la casa y nos miraba fijamente.
- ¡Ya llegaron todos! - gritó a la distancia para que nosotras escucháramos. Rydel y yo nos pusimos de pie, y caminamos hacia la casa. No fue hasta cuando estábamos a unos diez metros de la entrada, que me di cuenta lo que estaba a punto de hacer. Iba a conocer a toda la familia. T.O.D.A. Completamente, toda. Me detuve entonces; Rydel continuó caminando sin darse cuenta de que me había detenido, y entró a la casa , dejándome a mi sola en el patio.
No quería entrar a ese lugar. Pero entonces, sentí sus manos en mis hombros.
- Lau... - suspiró Ross, mirándome con detenimiento. Yo alcé los ojos encontrándome con los suyos, unos ojos que me hacían sentir la necesidad de mirarlos por siempre. - ¿Estás bien?
- Tengo miedo. - admití, aunque inmediatamente me arrepentí. Eso era posiblemente más patético a cualquier otra cosa que hubiera haber podido decir. - No soy... buena con la gente.
- Solo sé tu misma. - dijo con ligereza.
- ¿Y si conmigo misma no basta? - bajé la vista hacia el suelo, decepcionada de que esas palabras eran mas que la verdad, pero Ross tomó mi mentón y alzó mi rostro.
- Contigo basta, y hasta sobra. No intentes ser algo que no eres Laura... tal como eres, eres perfecta. Perfectamente Lau.

...

Entré a la habitación con Ross sosteniéndome del Brazo, y lo primero que vi fueron niñitos correr directo hacia el patio de donde veníamos. Ross no le prestó atención, así que decidí que yo tampoco lo haría.
Había mas gente; lo sabía por la gran incrementación de voces que se había dado en menos de diez minutos. Voces femeninas, masculinas, e infantiles; tantas voces, y yo sin conocer a absolutamente ningún dueño de ellas, no se escuchaba ni a Rydel, ni a Riker, ni tampoco a Caroline o a la Nana (de la cual aun no conocía el nombre específicamente). Sentí el apretón de Ross, uno que me recordaba que el estaba a mi lado en todo momento. De algún modo sabía que jamás me dejaría sola... tenía que enfrentar el miedo.
Entramos a la cocina, y lo primero que vi fue a una hermosa mujer con cabellera rojiza y grandes ojos verdes, nariz exquisita y la misma sonrisa de Ross. Si, era la Señora Lynch. Mi suegra de mentiras.  

#BGFY

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora