Capítulo 45

580 37 0
                                    

- ¿Te gusta patinar? - preguntó el divertido al ver mi rostro de completo shock, al notar en donde nos encontrábamos.
Frente a nosotros se encontraba una inmensa pista de hielo techada; habían parejas por todos lados, familias enteras, hasta niños pequeños que parecían haber nacido con patines integrados a los pies ya que se deslizaban con tal ligereza sobre el hielo que me hacían sentir torpe y tronca. Al menos, más torpe y más tronca de lo que de por sí ya era por mi misma.
Miré a Ross con el pánico dilatado en la mirada, y él tan solo me miró con desapruebo.
- Debes de intentarlo.
- Moriré en el intento. - dije reteniendome ante su brazo, el cual jaloneaba del mio para hacerme caminar hacia el mostrador y muestreario de patines.
- No morirás, Lau. No he escuchado ni una sola vez en las noticias las palabras "Muerte" y "Pista de Hielo" en una misma oración. - Comentó divertido. Yo lo miré con cara de pocos amigos, y bufé cruzandome de brazos.
Odiaba la idea de una pista de patinaje. Se me hacía absurdo, tonto, inmaduro y realmente peligroso en el sentido de que puedes llegar a salir con la nariz rota. Era como que, ¿Qué necesidad se tiene de patinar? Es lo mismo que caminar, solo que te deslizas en lugar de pisar. No había gran diferencia, así que ¿Por qué no ir a tomar una caminata por el parque y olvidarnos de el hielo?
- Yo si quiero Patinar. - Ross metió ambas manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, y habló mirando a una pareja que le estaba enseñando a uno de sus tres hijos como detenerse en los patines.
- Pero yo no. - Dije molesta. ¿Por qué no me había preguntado eso de "Te gusta patinar" antes de decidir que iríamos a patinar?
- ¡Vamos Lau! - berrichudo y con rostro de bebé, me jaló del brazo. - ¡Yo quiero patinar!
-¡No seas chiflado, Ross! - me solté de sus dedos, y estiré mi chaqueta queriendole quitar lo arrugado. - Te recuerdo que gracias a "Cosas que tu quieres hacer" ahora yo tendré que fingir ser una idiota enamorada de ti. - Él se quedó callado, y yo sonreí sarcástica. - La ultima persona con derecho de opinar, eres tú.
- Hmm... - él musitó en silencio, y miró hacia sus pies. Supe que había ganado en el momento en que Ross fue y sin decir palabra, tomó asiento en una de las mesas de la pequeña cafetería del lugar. Sonreí complacida, y me senté a su lado.
- ¿Comemos algo?
- Eres cruel, ¿Sabías? - levantó su mirada. - Me invitas a comer aquí, mientras vemos a todas las personas felizmente patinando, y yo con muchas ganas de hacerlo no puedo. - rodeé los ojos, y él tomó el pequeño muestrario que se encontraba al centro de la mesa alta plateada. - Quiero unos nachos. - dijo para recostarse en la mesa con sus brazos de por medio. Suspiré, y me levanté de la silla yendo directo hacia el mostrador.
Habían dos mujeres atendiendo el lugar; una con pelo rubio, tan rubio que hasta podía hacerse pasar por blanco, y otra con cabello un poco mas castaño, pero con piel tan blanca que casi se camuflajeaba en la pared.
- ¿Qué deseas cariño? - preguntó la rubia oxigenada. Yo miré hacia el fondo del lugar, los grandes carteles con la comida con la que contaban y sus precios. Parpadeé y la volteé a mirar.
- Un par de nachos, dos sodas y unas gomitas de gusano. - metí las manos a mis bolsillos, ya que estando aún en el lugar, hacía frío.
Ross ya lo había tenido todo planeado desde que salimos de su casa... ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Llevó cuatro chaquetas en la cajuela, y estábamos a pleno Verano casi Otoño. Tonta Lau, tonta.
- ¿Soda de Cola o Sabor?
- Manzana. - dije sin pensar. - Uno de manzana, y otro de cola. - El de cola sería el de Ross, ya que ni siquiera le pregunté que quería.
La señora colocó los dos vasos de plástico metalizado debajo del dispensador de refrescos, y apretó dos botones simultáneamente para que después el liquido comenzara a caer dentro del vaso. Una vez lleno, les colocó la tapa se plástico negra y yo pagué. La señora de color fantasma tuvo la brillante idea de colocar todo dentro de una charola especial, así que solo la cargué. Miré hacia donde estaba nuestra mesa, y vi como Ross seguía en la misma posición pesimista.
¿Y si... Y si patinabamos? ¡No! ¡Ya estaba loca! De por si Ross ya me había causado grandes dolores de cabeza, ¿Para que correr a otro más? El cual aparte de dolor de cabeza podía resultar en algo como dolor de espalda, de piernas, de cara, de nariz...
- Ross. - hablé dejando la charola justo al lado de su brazo izquierdo - te traje tus nachos. - Dije en tono alegre para ver si él reaccionaba del mismo modo, pero al contrario, se vió igual de pesimista. Rodeé los ojos y eché un suspiro al aire.
- Vamos, no puedes darte el lujo de enojarte conmigo. - mascullé molesta.
- ¿Por qué, señorita "odio el mundo"?
- Porque aunque debería, yo no me enojé contigo. Esas si serían razones para enfadarse, no un par de patines en tus pies. - tomé un nacho, y lo mordí. Estaba bastante rico.
Tardó un poco, pero al final Ross se levantó de la mesa, y comenzó a comer animadamente. Yo sonreí, y el lo hizo del mismo modo.
- Eres un latoso. - dije tomando un sorbo de mi refresco.
- Tú una antipática.
- Y con mucho orgullo. - contesté mordiendo un nacho, y él rió tapandose la boca con el puño.

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora