Aquella fue la cena más incomoda que había tenido en mi vida. Estabamos solos Ross y yo, frente a frente en las sillas literales de una mesa de 12 personas. Detrás de nosotros se encontraba un mozo, listo para cualquier petición que tuviésemos, callado en la soledad de un rincón. De ahí en fuera, Ross y yo no esbosábamos palabra; nos quedamos callados, mientras que el ambiente se sentía como electrificado: hasta el respirar era incómodo. El sonido de los cubiertos tocandose mutuamente al cortar la carne, al momento en que yo tocaba el plato; todos aquellos sonidos generados por la ceramica me quitaban el aire. Ridiculamente lo hacían.
- ¿Desea algo más, Joven Ross? - habló el hombre de moño apretado y cara alargada desde la espalda de Lynch. El negó con la cabeza, y le agradeció con la mirada. Después de eso, el hombre simplemente caminó hacia la gran puerta del comedor, y fue directamente hacia la cocina. Ahora si, Ross y yo estabamos totalmente solos.
¿Debía hablar? ¿Debía de quedarme callada? ¿Cómo es que se supone que digieres esa clase de temas? En ese momento fue el primer día cuando de verdad extrañé a Ronny y su garganta periquita que por mas que se lo pedías, no se callaba más de dos minutos y medio. Lo unico bueno de eso es que nunca hay silencios incomodos durante una cena con mi hermana, así de facil: siempre hay platica, siempre hay distracción. Extañé estar en italia: Si estuvieramos en casa de mi tía nina, y hubiera ocurrido lo que ocurrió haya adentro, mi abuela estaría hablando ignorante de ese hecho, mi abuelo la escucharía con atención y mi hermana y mi abuela acapararían la conversación como usualmente lo hacían. En ese momento, la maxima comunicación que existía en la sala, era la de alguna mosca con sus alas.
Pasaron los minutos, y la comida se volvió cada vez más incomoda, más rapida y mas apresurada. Harta hasta la punta del ultimo cabello de todo eso, simplemente dejé los cubiertos a un lado de mi plato.
- Se me quitó el hambre de repente. - dije, para después pararme de la silla. - Me mandas a llamar cuando quieras irte a Londres, estaré en el cuarto de huespedes. - Aquellas eran palabras que usualmente no saldrían de mi, sin embargo bajo estas circunstancias lo unico que quería era salir corriendo. Ross ni se inmutó, simplemente miró absorto su plato de medio comer, y asintió casi sin querer hacerlo. Yo me giré, y caminé hacia la salida del comedor, subí las grandes escaleras principales hasta llegar al segundo piso, caminé a lo largo del pasillo, y llegué a la habitación de Huespedes. Abrí la puerta, para entrar y después encerrarme. Me quedé recargada en la puerta de madera por unos segundos, con los ojos cerrandos maldiciendo por lo bajo. "Estúpida, Estúpida..." susurró la estúpida voz de mi cabeza. Abrí los ojos, y caminé hasta la cama para recostarme un rato. Había pasado tantas emociones en un solo día que hasta sentía el vertigo de una clase de convinación de todo lo ocurrido.
Deseé de pronto estar en casa. Y de un momento a otro, soñé que volaba. Me había quedado dormida....
Abrí gentilmente mis ojos, encontrandome a mi misma un poco deshubicada. Miré a traves de la ventana; la Luz estaba en un ángulo de 60 grados, siendo de un color amarillo y naranja intenso. Estaba anochesiendo.
Me sentía mal emocionalmente. Quería hablar con Ross, simplemente eso. Bueno, no engañaba a nadie: Quería besarlo. Quería ir hasta su habitación y sacarle un beso, uno verdadero, sin que me importase nada como al momento en que nos estabamos a punto de besar. ¿Qué pasaría si corro hacia donde él estába y lo besaba? Posiblemente moríria de verguenza.
Todo esto era muy, muy complicado.
Llevé mis manos hasta mi cabeza, y miré hacia el suelo sentandome en la cama sin destender. Tenía que hablar con Ross.
¿Cómo era posible que un desconocido haya influenciado de tal modo en mi vida? Todos empezamos como desconocidos, absolutamente todos. Es cuestión de acostumbrarnos a su presencia... Ross es el desconocido más maravilloso que había conocido en toda mi vida.
Tenía que hablar con él, y robarle un beso en el camino. Quizás dos.
Me levanté de la cama, y caminé fuera de la habitación.
- ¿Ross? - pregunté casi a un susurro al no saber hacia donde ir; podría estar en cualquier lado, ya que esa "pequeña casa" era bastante extensa. Rodeé los ojos, y decidí utilizar mi intuición. Caminé por el pasillo hacia la derecha, e iba cruzando por todas las puertas, para ver si escuchaba algo. Nada.
Al llegar al fin del pasillo, me di media vuelta dispuesta a caminar hacia el primer piso, para ver si encontraba a Ross en algún lado. Camié al sentido contrario donde había estado caminando, y de repente, escuché su voz. Una sonrisa salió casi por inercia.
La voz de Ross provenía de una de las tantas habitaciónes, la que tenía la puerta con una pestaña abierta. Ross hablaba, y hablaba, y hablaba, aunque no sabía con quien. Después capté que hablaba por telefono ya que nadie le contestaba, a menos de que estuviera hablando solo. Justo cuando estaba a punto de empujar la puerta, el dijo algo que hizo que me detuviera en el acto:
- Yo también te extraño.
Me quedé helada junto a la puerta sin tocarla, ya que si lo hacía la iba a mover. ¿"Te extraño"? ¿A quién podría decirle eso? Mi corazón se detuvo al instante en que me di cuenta de que mi mente solo tenía cavidad para pensar en un nombre relacionado con esas palabras y con Ross. ¿Sería Alice con la que estaba hablando? Cerré los ojos. Sabía que había llegado tarde.
- La verdad, no se si regrese. - dijo Ross en un tono melancólico. - Todo depende de lo que ocurra aquí. - ¡Mierda! Retuve el aire, sintiendo como mi corazón se comenzaba a desmoronar, casi como si se estuviera carcomiendo. Me dieron muchas ganas de romper la puerta, entrar y tirar el telefono por la ventana. - Ella esta bien... aunque ya conoces a Lau, temperamental. - En ese segundo, me congelé. ¿Había dicho mi nombre? Alice no sabía de mi, ¿O si? Descarté la idea de que era Alice al telefono, ya que Alice no me conocía, y mucho menos sabía que yo era temperamental. Entonces, ¿Con...? - Sarah... - Sarah. - Prometo acompañar a Lau de regreso a Italia para verte. - sentí como si alguien hubiera estrujado mis tripas con sus manos sin piedad.
Malditos hombres... Ross me besaba - intentaba besarme - y después le decía a otra que la extrañaba. Eso si es ser muy poco hombre, ¿Verdad?
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A Writer Without Love
JugendliteraturElla, una chica llamada Laura con 19 años, busca entrar a la universidad con una beca estudiantil para literatura, y se encuentra con un pequeño concurso de la misma institución que puede hacer que la cantidad de su beca Aumente. Sin nada que perder...