Capítulo 49

501 35 5
                                    

Su hermana estaba en la habitación de al lado, lo cual permitía que yo fuera primera testigo de los gritos entre ella y Ross.
Cuando la chica entró a la casa, no era "ella misma" o, en otras palabras, estaba en un estado muy poco "estable". Jennelle, la pequeña hermana de Ross con apenas 19 años (¿O 18? ¿17? Algo así) llegó a la casa borracha a plenas dos de la tarde.
Troné los dedos de mi mano derecha contra la palma de mi mano izquierda, y así en sentido contrario. Movía mi pie insasiablemente, mientras que miraba a todas las paredes intentando sentirme mejor conmigo misma, y procurando convencerme de que nada de eso era mi culpa, menos el tener que escuchar todo lo que se decían; tampoco eran cosas que yo no me pudiese llegar a imaginar: Ross la regañaba recriminandole cosas como "No es tu estilo llegar así a la casa", y ella le contestaba con cosas como "Tu no me conoces". Yo decidí quedarme al margen y esperar a Ross en la habitación de huespedes, la cual estaba justo junto a la habitación donde Ross había decidido darle un sermón a su hermana.
Admito que, cuando noté que era la hermana de Ross y no alguien más me relajé; alguien como, tal vez Alice.
Fruncí el ceño, e inclinando mi cabeza hacia la derecha sobre mi hombro, me pregunté que pasaría si Alice apareciese de la nada en la casa de Ross. A juzgar por lo que Ross me había contado hasta ese momento, todo estaba bastante claro: Lo dejaría todo por ella.
¡Que chica tan tonta! Había engañado a Ross, un chico maravilloso, atento, bueno, que estoy segura, no quería nada mas aparte de la felicidad de la chica. ¿Por qué habría decidido tal estupidéz como "engañarlo" si ya tenía al chico con el paquete completo? Supongo que, cuando se es bonita como Alice - según Ross era "La chica más hermosa que sus ojos pudieron alguna vez distinguir de entre la multitud" - te puedes dar el lujo de elegir y aparte de todo darte a desear. Y Alice era muy deseada por Ross; mucho.
El sonido de una puerta abriendose me sacó de la gama de mis pensamientos; escuché unas pisadas acercandose, lo se porque conforme los segundos inmaculados pasaban, las pisadas se hacían mas grabes. Ross entró por la puerta con el semblante echo añicos. Yo me quedé inmovil, sentada junto a la ventana. Me miró detenidamente, y sin decir palabra alguna se sentó en el borde de la cama, con sus brazos recargados en sus rodillas, dandome la espalda. Refunfuño un par de veces, respiró profundamente, y llevó sus manos a su cara.
- ¿Estás bien? - pregunté temerosa, y una vez que lo dije me di cuenta que tambien "estupidamente". Era obvio que no estaba bien... tonta Laura.
- Perdón. - dijo él aclarando su cabeza. - ¿Quieres hacer algo? Hay que salir, sé que quieres conocer Londres. - Supe a donde quería llegar.
Me levanté del pequeño sofá en el que estaba sentada, y fui a sentarme al lado de Ross. Lo que él necesitaba era apoyo, no olvido. Tomé su gran mano con ambas de mis manos, acariciandola con la derecha el dorso y con la izquierda entrelacé nuestras manos. Él miró nuestras manos juntas, y después subió hasta mis ojos, observandome con detenimiento.
- No lo oprimas... tienes que desahogarte. - solté su mano y la llevé a su espalda; él solamente bajó la mirada a nuestros pies.
- No puedo. - dijo con apenas un delgado nudo de voz. - No puedo si es que veo a Jenn así, y todo se va a la mierda. Ultimamente todo en mi vida ha sido mierda, todo lo que me rodea es una puta farsa. - cerró los ojos con fuerza y apartó su rostro lejos de mi, casi con coraje, con odio, aunque no sentí que fueran hacia mi persona.
- Ross... lo malo toma la importancia que desées en tu vida, creo que...
- ¡¿Tú crees que yo quiero que lo malo sea importante?! - se puso de pie rapidamente, dejandome petrificada en la cama. Esta era una faseta de Ross que no conocía, una tan enojada, tan rencorosa, tan lastimada, herida. Este era un Ross que jamás me había tocado ver, más que aquella vez que se enojó cuando lo culpé de que mi hermana pensaba que él y yo eramos algo más... Valla. Recordar ese día fue mas fructifero de lo que pensé: Ese día fue el primer día que vi a Ross con otros ojos, dejando entrar la posibilidad de "¿Que pasaría si Ross y yo...? - ¡No quiero esto en mi vida Lau! ¡No es por gusto!
- ¡Recuerda con quien estas enojado! ¡No es conmigo, Así que no me grites! - Ross se quedó helado, mientras que yo intentaba evitar mirarlo a partir de ahí. Esta bien, estaba enojado, pero tampoco era para que me gritara de ese modo. - Yo solo quiero ayudar. - hablé de vuelta a mi tono de voz normal. Ross me miró fijamente, sin acobijarse, ni acobardarse, ni cambiar su semblante enfurecido. Simplemente me miró. Ese acto, me enfureció... ¿Ni siquiera un lo siento? - ¿Sabes qué? Creo que mejor hablamos cuando te des cuenta de que yo no tengo la culpa de nada. - Me levanté de la cama, dispuesta a salir de esa habitación en ese preciso instante, sin contar con lo que pasaría después: Al pasar al lado de Ross el me tomó de la muñeca, haciendome volver bruscamente a su lado. Lo miré con cara de pocos amigos, y él tan solo me agarró más fuerte.
- No te vallas.
- No te confundas entonces. - forcejeé mi mano, y me crucé de brazos. Miré hacia la ventana, donde los rayos de Luz se reflejaban en el suelo. - No se que sea lo que sucede contigo, ni con tu hermana, ni con tu familia, no se ni siquiera si me lo quieras decir o si quieres mantenerlo para ti, por mi no hay problema, pero no me trates como si yo fuera la causante de todo. - Ross tragó gordo, y me miró, pero a diferencia de la última vez esta mirada detonaba arrepentimiento y tristeza. Supe que mis palabras habían funcionado.
- Lo siento, tienes razón Lau. - agachó la cabeza, arrepentido, y yo lo único que se me ocurrió hacer fue subir mi mano hacia su hombro, acariciándolo con cariño. Elevó su vista, y sus penetrantes ojos me observaron con una intensidad que me hizo quedarme helada. Preferí apartar la vista. Ross sonrió, casi como si encontrara aquella acción divertida.
- ¿Por qué haces eso? - lo miré, y arqueé una ceja.
- ¿Hacer qué?
- ¡Eso! ¿Por qué volteas el rostro a otro lado cuando te quiero mirar a los ojos? - ¿Qué? "¿Te quiero mirar a los ojos?"
- No lo hago... - di media vuelta sobre mis talones, y él me rodeó para volver a quedar frente a mi tomándome de los brazos.
- Si, si lo haces. - contestó divertido. - Lo haces todo el tiempo. - me tomó del rostro desde ambos costados, y me obligó a mirarlo. - Mirame.
- ¡Sueltame!
- ¡Quiero que me mires!
- Esto es infantil. - bufé irritada, sin poder hacer nada contra las grandes manos de Ross sobre mi rostro.
- ¿Por qué no quieres mirarme?
- Por que tengo miedo de mirarte de más sin darme cuenta. - Ross soltó mi rostro, dejandome libre a mi rostro de sus manos. Se quedó quieto, y miró entre el corto espacio que había entre nuestras anatomías. De la nada misma, Tomó mi mano, acariciendola con la suya, provocando así en mi que mis nervios quisieran explotar.
- Lau... Cuando dije que todo en mi vida ha sido mierda durante todos los meses... creo que no pensé antes de hablar.
- Si, definitivamente tú...
- Porque tú eres lo unico bueno que me ha pasado ultimamente. - dijo elevando sus ojos a la altura de los mios, dando un énfasis casi sobrenatural a sus palabras.
Sentí mi ritmo cardiaco reducirse a la mitad, y como mi cuerpo se helaba y mis mejillas se quemaban. Esas palabras serían las causantes de una noche mas de insomnio donde el eco de mis pensamientos no dejaría de repetir aquella frase, casi como una canción pegajosa que todo el mundo canta. Y así lo sentí tanto tiempo, tantos segundos, que parecieron años.
Ross se acercó más a mi, y juntó frente con frente. Por pura inercia cerré los ojos, y Ross también - lo sabía porque no sentía su mirada pesada sobre mis parpados. -; Nuestras respiraciones se entrecortaron, y el resto del mundo desapareció. No era conciente del lugar, ni del tiempo, mucho menos de las circunstancias ni de las consecuencias; solamente estaba vividamente consiente de esa insesante voz que en mi cabeza repetía "Besa ya, idiota".
Un beso, solo un beso. ¿Qué mataría un beso? - quizás años de amistad, meses de confianza, y se ganaría unas posibles horas incomodas. - No importa. Nada me importaba más que intentar saborear el nectar de sus labios, unos labios que según mi pasado ya habían tenido contacto con los míos. Dios mio Laura... deberías fingirte borracha otra vez para besarlo sin recelo.
Al sentir como nuestras narices se tocaban me faltó el aire, y retuve la respiración por unos cortos segundos.
- No te muevas. - susurró Ross, acariciendo mi mejilla.
Ya no lo podía ocultar; ni él, ni yo. Si él no hubiera sentido algo por mi, nunca hubieramos llegado ni siquiera al roce de manos. Esto era una pequeña demostración de sentimientos, algo asi como un "Pre-show" del verdadero espectaculo, un espectaculo que culminaría con el contacto labio a labio en un perfecto y mágico beso.
No me moví, tal como Ross me dijo, y simplemente me dejé llevar. A la mierda lo incorrecto, a la mierda mis temores; tiraba todo por la borda para besar esos labios rosas. Entonces, sentí como Ross acortaba la distancia entre nuestros labios cuando...
- ¿Ross? - todo se tensó.
Jennelle gritó, y nuestros cuerpos perdieron la postura. Ross me soltó, y se alejó de mi casi espantado, y yo, espantada de aquella estúpida reacción. Nos miramos, fue un intercambio de miradas que iban desde el pánico, hasta la tristeza, volvían en decepción y retomaban camino en deseo.
Deseo de besar sus labios. Deseo que no se cumplió.
- Ah...Ah.... - tartamudeo Ross mientras que sin dejar de mirarme, caminaba hacia la puerta. - Ahorita vengo. - logró esbozar en palabras apresuradas. Para cuando retomé el aire, Ross ya estaba fuera de la habitación, y yo me encontraba sola.
Siempre había estado sola, pero en esta ocasión la soledad no me parecía muy placentera como hasta ese punto lo había hecho.

#BGFY

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora