Capítulo 81

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  El departamento tenía una iluminación pobre. El claxon de algunos camiones de carga de escuchaban lejanos, mientras que yo mantenía mi rostro oculto entre la tela de las almohadas.
Alice había regresado a Paris para continuar con su trabajo, y yo me encontraba despechado en el departamento de Riker.
En casa la mayoría de las cosas era un desastre: Mi padre había salido del hospital después de cinco días internado; Rydel y Bruno habían estado arreglando todo para la llegada de papá a la casa, sin embargo, el arribo sorpresa de Jennelle nos tomó a todos desprevenidos. Llegó nerviosa, simplemente preguntando por papá, y su estado de salud. Ni siquiera habló con él; intercambió palabras con Bruno y Rydel, y después de eso desapareció por las grandes puertas otra vez.
Agradecí no haber estado ahí para verla. Se me hubiera formado un nudo en la garganta, y las palabras de Lau hubieran hecho un remolino en mi cabeza; hubiera querido decirle todo lo que Lau me dijo a mi hermana, pero no iba a ser lo suficientemente fuerte. Al menos, aun no podía recordar bien a Lau sin que quisiera empezar a tirar cosas por la ventana.
Riker había salido desde temprano, y yo tuve que haber salido por la mañana directo a la finca de la familia, para ayudar con un par de papeleos. Pero en lugar de eso, mi cama se veía totalmente irresistible.
No sabía qué hora era, y muy apenas sabía el día. El sol no había mostrado ni siquiera un escaso rayo colado entre las nubes grises que cubrían aquel cielo de invierno; la ciudad se veía más gris que de costumbre. Se asemejaba a como yo me sentía.
Desde el día en que Lau no apareció en el Big Ben, comencé a tornarme un loco. Tenía mis emociones de mierda tan revueltas que hasta tenía asco, y parecía niña. Sentía repulsión por todo, y al mismo tiempo el cosquilleo en mis nudillos me dejaban interminables ganas de efectuar un golpe contra algo.
Rompí mi teléfono al estrellarlo contra la pared de mi habitación en el departamento de Riker, y por poco descompongo la televisión. Una parte de mi realmente creyó que a Riker le hubiera agradado eso; me hubiera obligado a comprarle otra tele, y así empezaría el año con televisor reluciente.
Había hablado con mi madre, quien solamente hizo todo más complicado. Ella, así como aparentemente la mayoría de mi familia, había terminada encantada con Lau. Me recalcó una y otra vez lo ciego que había sido por dejarla ir, y cómo es que realmente debía de ir a buscarla, y pedirle que estuviera un poco más conmigo, que me diera una oportunidad.
No lo iba a hacer; no podía hacerle eso a Laura. Ella realmente había faltado a la cita porque no quería verme, quería olvidarme. Yo tenía que respetar eso, por mucho que me matara la idea de que ella simplemente me quería olvidar por completo.
En un completo silencio, sin ningún artefacto encendido, se escuchó a lo lejos el sonido de la cerradura abrirse. No hice reparo al movimiento; debía de ser Riker, regresando a casa. No me moví de mi posición —boca abajo en la cama, con las manos extendidas junto al resto de mi cuerpo— cuando escuché su voz hablando.
— Te dije que te iba a gustar —dijo él. Debía de haber estado hablando por el teléfono, ya que...
— De hecho, no pensé que fuera tan divertido todo esto.
Ella rió.
Me enderecé sobre la almohada, y pelé los ojos. No hice ningún movimiento más, hasta que no escuché que la chica volvió a hablar.
Lucy.
Al escuchar su risa, salté de la cama. Mi hombro chocó contra el marco de la puerta, pero el dolor comenzó en el hombro hasta que se extendió por el brazo y de diluyó. Crucé el pasillo como un loco desquiciado, y cuando éste se abrió en la sala de estar, tanto Lucy como Riker me miraban furtivamente.
Mi respiración no me dejaría mentir; me emocionaba la idea de pensar que tal vez Lau...
Miré la habitación, escudriñándola con la mirada, pero no había nadie alrededor. Solamente la pequeña pelinegra y mi hermano mayor.
— ¿Ross? ¡Qué mierda estás haciendo aquí! —la exasperación de Riker era evidente—. ¿Que no tenías que ir a ver al Sr. Soyer para hablar sobre las propiedades?
— Canceló —argumenté sin quitarle la vista a Lucy—. ¿Cómo estás Lucy?
Ella me miró, casi con pena en los ojos. Su boca se alineó en una fina línea que cruzaba su rostro de izquierda a derecha, y sus grandes ojos tamborileaban.
— Muy bien, ¿y tú? —Por el modo en que me había hablado, tan suave y terso, supe que sabía de antemano cómo me encontraba.
— Me parece que lo sabes —contesté, y su reacción nerviosa se sintió en un instante.
— Ross, será mejor que te vayas. Estás incomodando a...
— ¿Cómo está? —pregunté por impulso, interrumpiendo a mi hermano.
Lucy apartó la mirada, y noté de soslayo en mi mirada desenfocada como Riker cerraba su puño, apretando sus nudillos. Odiaba que lo contradijera pero, ¡a la mierda! No me iba a tener a sus deseos.
Lucy relamió sus labios secos, y después chasqueó la lengua. No habló. Ni cuando con mi mirada le suplicaba de rodillas que lo hiciera.
— ¿Por qué no fue, Lucy? ¿Por qué...?
— Ross, deja de...
— ¡Deja de decirme lo que tengo que hacer por una puta vez en la vida!
Riker retrocedió, y mi rabia pareció abarcar aquel espacio en blanco. Me sentía tan enfadado conmigo mismo, con todos; nadie podría llegar a saber jamás como era que me sentía. Esa clase de soledad, de perdición era tan brutal que debería de haber sido considerada una enfermedad mortal. Nadie podría inventar la cura, ya que la cura la tendría solamente aquel que te causo la enfermedad misma.
— No hagas esto más difícil, Ross. Para Lau todo esto fue peor.
— ¿Estás hablando enserio? Son unas egoístas, ¿no crees que a mí me dolió todo esto también?
Calló. Yo bufé, exasperado.
— ¡A la mierda todo esto! ¡Yo pensé que podríamos llegar a algún lado!
— ¡No fue culpa suya!
— ¡Ella fue la que eligió no asistir!
— ¡No lo hizo por gusto!
— ¡Mierda!
Grité. Lucy se retrajo durante unos escasos segundos, antes de encararme con sus pantalones buen puestos. Se acercó a mí lo suficiente como para su cabello me tocara el mentón, y terminó por alzarse en puntas para terminar a mi nivel.
— No culpes a Lau de tus errores —gruñó bajo. No vi nada más aparte de los feroces ojos verdes de Lucy escudriñándome casi con recelo. Relamí mis labios.
— Sé que he cometido errores, y sé que algunos parecen imperdonables, pero sé también que Lau me ama, y estoy seguro de que lograremos superarlo.
— Ni el más grande amor puede con el peso de...
Lucy cayó sobre sus talones, dejando la frase para el aire. Dio media vuelta, y caminó hacia Riker, quien me observaba con las cejas juntas en dos líneas paralelas de un punto en común.
— ¿Qué estas haciendo aquí, de cualquier modo? —preguntó mostrándome su espalda—. ¿No deberías estar en Paris? ¿Con Alice?
— Decidí quedarme un poco más —musité, casi avergonzado de mi credulidad, de los hilos que se destejían del borde, anunciando mi negación a que todo esto acabase. Lucy rodó los ojos.
— Wau —suspiró—. Pensé que sería una mimada que querría que estuvieras todo el día cuidándola.
— Alice ya está bastante grandecita como para cuidarse ella sola.
— Si pero, ahora que está...
Riker interrumpió a Lucy con el acto de posar su mano en su hombro.
Se hizo la tensión.
Mi mirada saltó del rostro contrariado de Lucy, a los ojos suplicando por piedad de Riker.
Algo me ocultaban; algo gordo.
De repente, a Lucy se le afligió la cara, como si hubiera entendido la muerte de miles de personas, como si hubiera descubierto que ella misma los mato. Su rostro se volvió pálido, y podía jurar que sus carnosos labios se vieron secos en el instante en que Riker tragó saliva para su boca seca.
— No lo sabe —susurró Lucy de modo tan cálido, que si no hubiera visto sus labios moverse, posiblemente hubiera confundido sus palabras con una ráfaga de aire caliente de la calefacción —. Mierda.
— ¿Qué? ¿Qué no se?
Ambos me observaban, y se miraron ellos mismos de soslayo, Lucy teniendo que elevar el rostro apenas para poder llegar a los ojos de mi alto hermano.
Tanto él como ella se mostraron nerviosos, dos niños pequeños atrapados con las manos dentro del recipiente de galletas durante horas inapropiadas.
— ¡Hablen!
Exasperado, causé un pequeño brinco en Lucy. Riker no se inmutó, quizás porque estaba acostumbrado a esa clase de reacciones mías, sin embargo avanzó con cautela.
— Nosotros no tenemos que decirte nada, Alice sí.
— Se lo estoy preguntando a ustedes, no a ella. ¡A la puta mierda! ¡Contesten!
Mis manos eran un par de juguetes de cuerda, que no se detenían hasta que alguien cortaba el cordón. Lucy extendió su brazo hacia el frente para tomar la mano de Riker, quien había avanzado un par de pasos.
— Lucy, dímelo. Por favor.
La chica me observó con miedo, casi vergüenza. Yo sentí también pena por ella.
— Alice está embarazada.
Mierda.
Lucy cerró los ojos con fuerza, y la respiración de Riker era tan inconstante que pasó por mi mente la idea de que quizás mi hermano era asmático y no se había dado cuenta.
En cuanto las palabras de Lucy salieron de sus labios, tuve dos alternativas:
Número uno: reírme de ambos hasta que mis nervios terminaran doblándome en el suelo, o número dos: soltarles un buen puño (bueno, nada más a Riker) por haberme espantado con algo como eso.
Obtén por la primera opción.
Mi risa comenzó a inundar el departamento. Las miradas de preocupación de mi hermano y de Lucy comenzó a sustituirse poco a poco por un rostro lleno de irritación.
— ¿De qué mierda te ríes?
Eso solamente hacía que mi risa aumentara considerablemente.
— ¡Vas a ser papá, cabrón! —Riker empujó mi hombro con enojo—. ¡No deberías de estar riendo así!
— ¡Ustedes dos son unos ingenuos! ¿De dónde sacaron esa mierda?
El "¡¿Qué?!" se dibujó en la frente de la pelinegra. Abrió la boca, pero salió palabra nula de sus labios.
— Alice no puede estar embarazada.
Aclaré una vez que mi ritmo cardíaco volvió al ideal.
— ¿Cómo lo sabes? ¿Has hablado con ella? Los métodos anticonceptivos pueden fallar y...
— Alice no puede tener hijos, ¿está bien? —los ojos de ambos se abrieron como un par de naranjas—. Cuando perdió a su bebé, fue un aborto espontáneo. Tuvo muchas complicaciones, y terminaron extirpándole... La verdad no recuerdo el nombre de lo que le quitaron. El punto es que fue un gran reto para ella, ya que Alice si quería ser madre en el futuro, y ahora no podrá.
Tanto Lucy como Riker se mostraron amonados.
Alice había entrado en una depresión nerviosa tras su operación. Su idea para el futuro ideal involucraba claramente hijos propios, y al quitarle esa opción sintió que su mundo se volteó de cabeza. Fue entonces cuando me buscó a mí, y volteó de cabeza el mío también.
— ¡Mierda! —sollozó Lucy.
— Ahora sí, ¿de qué chismografía sacaron esa tontería?
— De Lau.
Y esa si era una verdadera mierda.
Ahora el afligido era yo. Si Lau pensaba que yo iba a tener un hijo con Alice, entonces...
— Tengo que ver a Lau —mi adrenalina se fue hasta el punto límite—. ¡Mierda! ¡Tengo que hablar con ella! ¡Explicarle! ¡Yo...!
La mirada de Lucy me decía lo contrario. Otra vez, estaba esa mirada de cachorro triste, de compasión.
— ¿Qué? —pregunté, y Lucy se cruzó de brazos —. ¿Más sorpresas?
— Lau ya no está en Londres, Ross. Se fue hace dos días.
<<Hace dos días>> pensé, <<el día acordado para vernos en el Big Ben>>.
— No importa —contesté rápidamente—. Iré a donde esté ella, no importa. Necesito verla, explicarle. ¿Boston?
Lucy ni se movió. Se mantuvo rígida en la misma posición de gatito acorralado.
— No.
— ¿En dónde está?
— No sé si deba decirte, Ross. Lau no quería verte.
— ¡No quería verme porque pensaba que iba a tener un hijo con Alice! ¡Cosa que es mentira! —avancé hasta ella, hasta que la tomé de ambos hombros y me incliné un poco para quedar más a su altura—. Por favor. No luché por ella en el pasado, no como se lo merecía. Ella de merecer que muevan cielo y tierra solo para ver su sonrisa. Por favor, te lo ruego. No hay nada que necesite más que esto.
Lucy cerró los ojos, y apretó los labios. Suspiró.
—Recibió una llamada de Italia —comenzó—. Ulises se puso delicado otra vez. Fue a Nove.
Esperanza; la sentí crecer en mi pecho.
<<Italia: ahí vamos otra vez.>>
Sentía la adrenalina recorrer mis huesos. La sangre caliente bombeaba mis venas, y tenía unas tremendas ganas de correr hasta el aeropuerto. Sin embargo, tenía que hacer algo antes de eso.
— Yo me iré hoy a Italia; mi vuelo sale en una hora. Lau no pudo esperar para salir corriendo.
— Iré al aeropuerto y tomaré el primer vuelo que encuentre —Lucy asintió—. Dime una cosa: ¿Alice le inventó a Lau que estaba embarazada?
Lucy asintió, abochornada.
Miré a mi hermano, ya que Lucy había bajado la mirada, y caminando hacia la puerta dije:
— Tengo que hacer algo; nos vemos luego.

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