Capítulo 52

554 39 0
                                    

~ Narra Ross ~

No había podido cerrar los ojos en toda la noche. Me sentí mierda, y más aún cuando cerré la puerta dejando a Lau en el pasillo, con los ojos a punto de soltar lágrimas. Cerré los ojos, y estuve a punto de salir para besarla de verdad, no... No como lo había hecho. Pero en su lugar, me quedé retorciéndome de angustia mientras sostenía el pomo de la puerta con todo el dolor que tenía.
Esa noche, no dormí, pensando en Lau, en mis palabras, en lo estúpido e inmaduro que había sido decirle eso de mi parte. ¡¿En qué estaba pensando?! Solo sabía que era una mierda de persona, realmente lo era.
Esperaba que Lau me perdonara todo eso, algún día.
Cuando salí de mi habitación, fue con el alma evaporada. Miré la puerta entreabierta de la habitación de Lau, y me detuve a mi paso hacia la cocina. Miré hacia la puerta, y agudicé mi oído, pero no parecía percibir nada; en lugar de eso, un silencio tan abrumador se sentía en el ambiente.
- ¿Lau? - pregunté, acercándome sigilosamente a la puerta. - ¿Lau? - volví a preguntar, alzando un poco la voz. Al darme cuenta de que no recibía respuesta, entré a la habitación. Todo estaba perfectamente ordenado, al cama tendida y todo en su lugar; solamente algo desencajaba del cuadro...las maletas no estaban. Caminé apresurado hacia el armario, encontrándolo totalmente vacío. Era como si Lau no hubiera estado jamás ahí.
Salí de la habitación sintiéndome un idiota, y corrí por todo el pasillo, brincando en las escaleras y corriendo a la cocina. Cuando llegué, Riker y Caroline estaban tomando el desayuno totalmente solos.
- ¿Tienes algo? - preguntó él sin prestarme realmente atención.
- ¿Han visto a Lau?
- ¿Se te perdió tu noviecita, hermanito? - Lo miré con cara de pocos amigos, y él alzó los hombros. - No tengo idea, no la he visto en toda la mañana. - Le agradecí asintiendo, para después salir de la cocina. ¡¿Dónde estaba?! Aunque no quería pensar en eso, era más que obvio ¿No? Se había ido. ¡Maldita sea! ¡Lau no estaba!
Corrí escaleras arriba de nuevo, tomando mi celular y llamando al número de Lau. Me comencé a poner nervioso cuando noté que no contestaba. Volví a llamar, esta vez dando vueltas por toda mi habitación, reteniendo el aire en mis pulmones de los nervios. Movía mi pie impaciente, y mordía mi labio superior sintiendo como las ganas de gritar me carcomían. Pero entonces, se escuchó como contestaba.
- ¡¿Lau?! - pregunté sintiéndome aun peor cuando no dijo palabra alguna. - ¡¿Lau dónde estás?!
- Soy yo, idiota. - Me detuve, cuando escuché la voz de mi hermana Rydel, totalmente indiferente. Separé el teléfono de mi oreja, solo para verificar que había llamado al teléfono de Lau y no al de Rydel.
- ¿Rydel? ¿Qué...?
- Estamos de compras, y Lau está en los probadores. - respiré tranquilo, llevando mi mano hacia el pecho. ¡Tal vez no estaba tan enojada después de todo!
- Oh, ya veo... ¿Dónde están? Tal vez pueda alcanzarlas.
- No, Lau lo último que quiere es verte, ¿No lo has pensado? - Y otra vez, el señor Lynch se equivocaba. Rydel sabía de nuestra discusión de la otra noche.
Llevé los dedos de mi mano derecha hasta mis ojos, y los estrujé maldiciéndome por dentro.
- Necesito verla. - le supliqué. - Por favor, dime dónde están.

...

Estacioné rápidamente frente al departamento de Rydel con las manos sudorosas y mis sentidos más activos que nunca. Antes de bajar del auto, tomé una gran bocado de aire intentando aclarar mis pensamientos.
- Lau... - susurré. - No quise lastimarte, yo... - cerré los ojos y sacudí la cabeza. - Eso suena muy obvio, Ross. Sé más original. - me dije haciendo fricción con mis manos. - Lau, lo que pasó anoche, No era yo mismo, ¿Sabías? Yo jamás podría decirte esas cosas... Bueno, eso no suena tan patético. - alcé levemente la ceja. - Sin embargo sigue sin ser suficiente.
Cuando me di cuenta de que jamás estaría satisfecho con el resultado de mis torpes y atolondradas palabras de disculpa, me dispuse a salir del auto. Entré al edificio de mi hermana, y fui directamente hacia el elevador, subiendo hasta el quinto piso donde ella vivía. Cuando las puertas del ascensor de abrieron, dejándome la vista libre hacia la puerta blanca con el número 5 en una placa dorada a lo alto de ésta, sentí como mi estómago se comprimía del temor.
Laura jamás me lo perdonaría, no a menos que yo fuera muy, muy, muy persistente en el tema. Aun así, no podía no intentarlo.
Caminé fuera del elevador, y crucé el pasillo hasta llegar a su departamento. Con el alma en un hilo toqué el timbre, y esperé un minuto entero a que alguien acudiera allí. Al ver que no había señales de vida de ninguna de las dos, volví a tocar el timbre, y otra, y otra, hasta que escuché unos pasos detrás de la puerta. Cuando se abrió, me quedé paralizado, topándome con mi hermana, la cual me veía con un rostro de vergüenza y pena ajena hacia mí.
- ¿Lau?
- En el cuarto. - habló secamente, mientras que daba un paso hacia atrás y abría la puerta para dejarme pasar. Así lo hice, y ella cerró la puerta detrás de mí.
La sala se posó frente a mí, y al costado derecho estaba la cocina, así como para el izquierdo el pasillo, que te llevaba a dos habitaciones de tamaño regular. Lau estaba en una de ellas.
- ¿Te dijo algo?
- Me dijo que eras un idiota, pero eso ya lo sabía, solo que con esto lo reafirme. - tragué gordo, mirando hacia el suelo apenado. - No sé qué sucedió contigo, pero espero que tengas una buena excusa. - levanté la vista, y observé los ojos pardos de mi hermana mirándome como si hubiera matado a alguien.
- Ni yo mismo sé que ocurrió.
- Eso explícaselo a ella. - Rydel dio media vuelta, y caminó directo hacia la cocina, ignorando por completo mi presencia en el lugar. El momento había llegado.
Caminé directamente hacia la habitación que tenía la puerta entreabierta, y me asomé por la pequeña ranura de espacio. Lau estaba con su computadora en las piernas sentada sobre la cama, escribiendo, aprontando tan fuerte las teclas que parecía como si hubiera querido romperlas. Algo me decía que escribía sobre de mí. Retrocedí un paso, y cerré los ojos antes de tocar la puerta dos veces.
- Pase... - dijo Lau. Sus palabras fueron tan relajadas que me quedé paralizado de la sorpresa; cuando viera de quién se trataba, su estado de ánimo iba a cambiar radicalmente. - Rydel tú crees que yo pueda...
- Lau. - hablé al unísono mientras entraba a la habitación empujando de la puerta. Los ojos de Lau me miraron sorprendida, después, cambiaron a malhumorados para terminar estando con odio puro. Me sentí un verdadero, verdadero idiota.
El silencio invadió la habitación. Ella no se dignó a mirarme, simplemente cerró su computadora, y se cruzó de brazos mientras miraba hacia la ventana, totalmente callada. ¿Qué mierda se suponía que tenía que hacer? Me quedaba ahí parado como idiota mientras veía como Lau no era capaz de mirarme.
- ¿Por qué te fuiste? - fue lo primero que se me ocurrió preguntar. Ella rodó los ojos, declarándome un idiota en su cabeza. Tal vez debió de haberlo hecho en voz alta.
- Supongo que fue porque el jabón de tu casa no me gustaba, ¿No?- contestó irónicamente. Suspiré, y caminé hacia ella sentándome en un extremo de la cama.
- Lau, yo... - estiré mi brazo para alcanzar su mano, pero ella la apartó al instante. - Perdón. - me volteó a ver. - No... No sé lo que ocurrió.
- Que conveniente. - masculló entre dientes.
- Hablo enserio. Tú sabes que yo no soy así.
- No, no lo sé. - exclamó rápidamente. - siento que conforme más tiempo estoy contigo, más te desconozco. - Miré hacia el techo, intentando tocar su mano otra vez. Esta vez, ella no mantuvo objeción.
- Perdóname, por favor. Te lo ruego.
- No necesito tus ruegos, necesito que me dejes sola. - haló de su mano, y volvió a mirar hacia la ventana.
- No seas inmadura Laura, por favor. - Giró rápidamente.
- ¿Inmadura? ¡¿Inmadura?! - terminó en un grito, el cual accionó en ella el movimiento de levantarse de la cama. Yo hice lo mismo segundos después. - ¡Discúlpeme, señor maduro! -bufó, totalmente fuera de sus casillas. - ¡Como si comparar mis besos con los de un asqueroso caballo no fuera inmaduro!
El silencio se apoderó otra vez de nosotros, pero en esta ocasión ni ella ni yo apartamos la mirada hasta el último segundo. ¡Muy Bien, Ross Lynch! ¡Eres el mejor idiota pagado de la historia!
- Lau...
- "Lau, Lau, Lau" - Sacudía su cabeza, imitando mi voz. - ¿No sabes decir otra cosa?
- Solamente vine aquí para pedirte una disculpa, y que vuelvas conmigo a la casa. - Suspiró, irritada. - Yo te necesito.
Se mantuvo en silencio durante segundos, segundos que ante mi desesperada mentalidad parecían siglos. Necesitaba una respuesta, necesitaba un abrazo y un "no pasa nada" de su parte, aunque conociendo a Laura, y sabiendo lo que yo había hecho, eso jamás ocurriría. Sentí temblar con la simple idea de que jamás me fuera a perdonar.
- Me necesitas. - susurró, casi son poder creerlo, y sin más, sonrió alzando las cejas. - Claro, ¿Cómo se me pudo olvidar? Me necesitas. - llevó sus manos a sus caderas, y alzó los hombros. - ¿Quién más puede ser tan estúpida como para hacerse pasar por tu novia? - cerré los ojos, maldiciendo en mi interior por no darme a explicar bien. No, yo no la necesitaba por eso, yo necesitaba a Lau en mí ser. Ella era algo que yo no había tenido en mucho tiempo, siendo tan diferente, tan fuera de lo común. Por eso mismo es que mientras más se alejaba, más sentía la necesidad de estar cerca, por mi miedo. Miedo a no encontrar jamás algo similar a lo que ella era. - No te preocupes, Lynch. Cumpliré mi promesa. - habló en palabras severas, tanto que hasta me sentí más culpable que de costumbre. - Ante tu familia, soy tu novia. Iré a la boda contigo, con la condición de dos bailes para disimular. Cuando regrese a Italia, lo haré sola, no me importa qué. Tú ya no volverás a verme al día siguiente de la boda de tu hermana.
Las palabras se quedaron densas en el aire, y yo estaba tan pasmado que no pude efectuar palabra alguna. Con suaves movimientos, Lau salió de la habitación. Escuché sus pasos sobre el piso de madera pulida, para al final rematar con el sonido de la puerta de entrada cerrándose. Lau se había ido del departamento, con cualquier esperanza nula que yo pudiera llegar a tener.
Esa fue la primera vez que me sentí desdichado, solo y totalmente cobarde por no seguirla y detenerla como yo hubiera querido, pero ¿Que más daba? En ese momento Lau no escucharía nada. Me lo tenía bien merecido.
Me senté en la cama, casi con miedo de salir de la habitación. ¿Y si la esperaba? No podía ir muy lejos. Observé sus maletas en el piso, y su computadora en la cama. Entonces, recordé lo que estaba escribiendo cuando llegué al cuarto. Miré la computadora de reojo, y sentí un cosquilleo correr de las manos a mi cara, estando más que deseoso por ver que es lo que había escrito ella sobre mí; era obvio que era sobre mí, ¿No? ¿Por qué mas hubiera apretado tanto las teclas casi como si quisiera matar a alguien con ellas? Era cuestión de lógica. Miré hacia la puerta, sin divisar movimiento. Entonces, me atreví a hacerlo. Acerqué al computadora a mí, y a la cuenta de tres la abrí. La pantalla tardó un poco en aclararse, pero cuando lo hizo y cuando mi corazón bombardeaba adrenalina al sentir que no debía de estar viendo eso, fue interrumpido por el inicio de una contraseña. Su computadora estaba bloqueada, ¡Mierda! Llevé mi mano hasta la cabeza, intentando pensar en algo, pero nada llegaba a mi mente. ¿Qué clase de contraseñas podría tener Lau?
- ¿Ross? - la voz lejana de Rydel activó la adrenalina otra vez; coloqué la computadora sobre la almohada donde la había encontrado, y justo para el momento en que me acomodé otra vez en la misma posición mi hermana estaba al margen de la puerta. - ¿Que te sucedió, eh? - Caminó dentro de la habitación, sentándose en la cama a mi lado. - Juro que cuando Lau me contó todo, a primera impresión pensé que mentía, pero estaba tan triste que supe que era verdad. - Suspiré. Lo último que necesitaba era un recuento de los daños que ocasione. - ¿Por qué fuiste así de cruel?
- No lo entenderías. - alcé los hombros, y ella rodó los ojos.
- Creo que tú no entiendes que yo siempre he sido la única que te entiende totalmente. - Inflé mi pecho al respirar. - Dime.
- No quiero, Rydel. No insistas.
- Insistiré, porque sé muy bien que necesitas sacarlo de algún modo, ¿Qué mejor que conmigo?
- Simplemente me juzgarías, ¿Para qué? - hablé con sarcásmo, levantándome de la cama. Ella hizo lo mismo, siguiéndome hasta la espalda.
- Ross, ¡Dime!
- ¡No quiero!
- ¡Lo necesitas!
- ¡No debo!
- ¡Por qué! - quedamos frente a frente, enfrentándonos con la mirada. Ella tenía la mirada igual de filosa que mi madre y que mi abuela, así es como ellas miraban cuando querían conseguir algo. Usualmente lo lograban. - ¡¿Por qué no debes?! ¡¿Cuál es el gran secreto?!
- ¡Por qué no quiero enamorarme de Lau! - grité frenético, terminando exhausto por tanta energía que tuve que calibrar para poder ser lo suficientemente valiente como para admitirlo. Mi boca se volvió seca, y Rydel me miraba con comprensión. - No puedo enamorarme de ella, ¿Lo entiendes?
- ¿Por qué dices eso? - retrocedimos varios pasos, sentándonos en la cama. Ella colocó su mano en mi espalda, mientras que yo me recargaba en mis rodillas con mis brazos. Comenzó a rozar con su mano mi espalda en una muestra de cariño.
- Porque ella no se merece eso, yo no soy bueno para ella. - la miré de reojo, y ella juntó las cejas.
- ¡¿Qué?! - preguntó casi escupiendo las palabras del asombro. - Ross, tu eres un chico genial. Quien se case contigo se ganará la lotería, no entiendo tus argumentos. - Exacto, jamás lo entendería.
La miré fijamente, queriéndolo gritar, pero sin poder ser capaz de articular palabra alguna. Fue en el momento en que mis ojos se encontraron con los suyos cuando ella comprendió todo por si sola.
- Alice. - suspiro, y yo me volteé sin atreverme a mirarla. - Es por ella, ¿Verdad? - Me tardé un poco, pero asentí ante sus palabras. Ella refunfuño unos segundos, antes de bufar y volver a hablar. - ¿Has estado en contacto con ella últimamente?
- No, nunca más después de la noche en que terminó conmigo. - bocabajo miraba hacia mis zapatos.
- ¡¿Entonces?! - explotó, - ¡¿Por qué dejas de pasar una chica muy buena para tu futuro, por una estúpida que no te supo valorar en el pasado?!
- ¡Porque yo aún no supero a Alice, Rydel! - la miré otra vez, con la cabeza a punto de explotarme. - ¡No es justo para Lau que estemos juntos si yo aún no supero a mi ex! ¡Eso no es justo para nadie! - Rydel me miró con entendimiento; como ella me lo había dicho, si me explicaba, me entendería. - Lau es especial, ¿Esta bien? jamás se ha enamorado de verdad. No quiero romperle el corazón si... - me detuve. Pensar solamente en la posibilidad de que fuera a suceder eso que estaba a punto de decir, me hacía sentir tan desdichado como afortunado a la vez.
- ¿Si... Si Alice llegara a regresar? - Con mi garganta aún seca, tragué saliva y le indiqué un sí. - Tu, estas demente. Si esa idiota llegase a regresar, yo me encargo de que vuelta por el mismo lugar de donde vino. - cerró su puño, con coraje puro en sus palabras a regañadientes. - Esa... - habló con desprecio. - Ella no te merece, Ross. No entiendo cómo es que puedes pensar en la simple posibilidad de que ella vuelva. ¡Pero claro! Si ella vuelve, tú no dudarías de dos segundos en querer correr tras de ella otra vez, ¿Cierto? - no dije nada, y ella se impacientó conforme los segundos pasaron. Se levantó del colchón, y con su mano en mi hombro, se inclinó a cuclillas frente a mí. - Tienes razón, Lau no se merece eso. - Levanté la vista, para mirarla, inexpresivo. - Sin embargo, dices que no quieres enamorarte de ella, cuando tú y yo sabemos que ya estás enamorado hasta el fondo de Laura. - alzó la ceja. - ¿O me equivoco?

#BGFY

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora