Capítulo 47

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¿Cabalgar a caballo? Él debía de estar en otra sintonía opuesta a la de la cordura. ¿Cuándo en su sano juicio pensaría el que si no patino en hielo, voy a querer arriesgarme a cabalgar? ¡Ja! Demente...
- No. - inconcientemente di un paso retrocediendo. Ross giró entonces y me miró intrigado. - No pienso subirme a ese monstruo.
- No dramatices... - habló Ross en tono lastimero. - Mira, tú montarás a Sal, y yo a Pimienta. Sal es mucho más tranquilo y amigable; pimianta es como una yegua loca. - 'Yegua Loca', esas palabras resonaron en mi cabeza.
- ¿Joven Ross? - el señor con traje ridiculo cuestionó. Yo simplemente me detuve mirandolo, mientras que él tragaba gordo.
- ¿No te atreverías a intentarlo? - negué inmediatamente, tan inmediato que hasta me arrepentí. ¿Tan canalla era? Si, pero... minimo podía disimularlo. Ross me miró con tristeza, y bajó su mirada al suelo y tierra, mientras que el hombre de traje carrascapeaba su garganta, llamando la atención de ambos.
- ¿Desmantelo los caballos, Joven Ross? - el "Joven Ross" (que ridiculo) se quedó callado, y se mordió el labio mirando a pimienta. Me sentí mal por un instante, ser tan... tan ¿amargada? ¿Indispuesta? ¿Así conseguiría algo?
- Tengo una idea. - Ross sonrió estirando ambos extremos de sus labios. Supe que no me había librado de los caballos, en lo absoluto.

...

- Sostente fuerte, ahora subiré yo. - dijo él, riendose aun de mi cara de perica asustada cuando me subí al gran dorso de el gran "Sal". Jiulo se había llevado ya a Pimienta, ofreciendole una zanahoria; al parecer le gustaban mucho las zanahorias.
La 'brillante' idea de Ross pareció solamente empeorar las cosas: Subirnos ambos a Sal me asustaba hasta mas que el hecho de cada uno en su propio caballo. Ross le había pedido a Julio que quitara la manta sudadera que tenía encima, dejandolo solo con la silla de montar.
Tomé al caballo de las riendas intentando relajarme un poco, alejando la riguidéz de mi cuerpo lo mas posible, sin embargo mis manos estaban un poco engarrotadas. El caballo refunfuño, y yo tan solo temblé en silencio por el miedo. Vamos, Sal... Sal no puede ser tan malo.
Según Ross él era "tranquilo", aunque cuando comenzó a crear fricción entre sus pesuñas - creo que se dicen pesuñas - y la tierra, comencé a dudarlo. De repente Pimienta se veía un poco mejor.
- Subiré a la cuenta de tres, ¿Está bien? - dijo Ross mirando hacia el caballo, el cual movía su cola como si disfrutara de mi sufrimiento. En ese momento todos disfrutaban de mi sufrimiento. Bueno, al menos eso era lo que yo sentía.
- Ross...
- Uno...
- ¡Ross!
- Dos...
- ¡Ross No!
- ¡Tres!
Ross colocó su pie izquierdo en el estribo, y se impulsó tomando el cantle. Yo me incliné hacia el frente, mientras que él con mucha destreza se sentaba detras de mi. Para cuando abrí los ojos, Ross ya estaba totalmente acomodado, sus piernas alrededor de mi cuerpo, y tenía sus manos a mis costados. Tomó las riendas, y el caballo comenzó a zapatear sobre si mismo, alzando polvo del suelo. Yo me mordí el labio y apreté la lengua para evitar gritar, sin embargo me anclé de hombros y cerré los ojos.
- ¡Tranquilo Sal! ¡Tranquilo! - Ross haló de las riendas, tomando el control total del caballo otra vez. Sal se quedó quieto, y Jiulo se acercó al lomo del animal acariciando su melena negra.
- ¿Pasearan hasta el lago de Luna? - preguntó elevando su vista hasta Ross. Éste ultimo miró hacia el cielo pensativo, y observó una esponjosa nube que se veía a la lejanía.
- Hasta que nuestras piernas aguanten. - bromeó, y tiró de las riendas, alocando al caballo.
- Le diré a Hilda que prepare bocadillos frescos para cuando lleguen de su paseo, señor Lynch. - Ross asintió solemnemente, y Julio se dió media vuelta, caminando otra vez hacia el gran establo de caballos a color café y amarillo mostaza.
El viento cruzó por mi cuerpo erizando cada parte de mi piel; el canto de un pajaro se escuchó a la lejanía, y de pronto me di cuenta de que Ross y yo estabamos solos en esa gran pradera verde que al borde comenzaba a tener arboles altos y frondosos. Respiré profundamente, mientras que Sentía como Ross acomodaba la cuerda en sus manos.
- ¿Estás lista? - preguntó al raz de mi oido. Yo negué con la cabeza, y él rió bajo. - Iremos despacio, ¿Está bien?
- No confio en los caballos. - Mascullé entre dientes, y tragué gordo mirando al pelaje del animal.
- Confia en mí. - dijo con una voz grave y fuerte, tanto que hasta comencé a hacerlo. ¿Cuándo me había quedado mal Ross? Bueno... sus ocurrencias generaban que hiciera algo que no era totalmente de mi agrado, sin embargo era divertido. Si... ahora recordaba todo, y sonreía. Al recordarlo, Sonreí, y justo en ese instante Ross se inclinó hacia el frente, viendome. Y yo lo miré. Y nos miramos; simplemente nos miramos, yo deseando gritarle tantas cosas, gritandoselo con mis ojos, esperando a que sus ojos de algún milagroso modo lo comprendieran. Por un momento, se sintió como si sí lo hubieran captado.
Pero nunca lo haría, ¿Verdad? ¿Qué esperanzas me dejaba eso? La misma esperanza que podía tener una flor en un desierto; sin poder sobrevivir.
- ¿Confías en mí?
- Me has preguntado eso muy a menudo. - reí, y Ross sonrió entre risillas.
- Es que quiero rectrificarlo...
- ¿Cuántas veces?
- Hasta que sepa que confías ciegamente en mi. - suspiré y me alcé de hombros.
- No confio facil en alguien, Ross. - alcé mi mirada por sobre mi hombro izquierdo, y lo miré detenidamente. Oh, Dios... esos ojos. - A veces, ni siquiera confío en mi misma. - Ross se quedó callado, y me miró con detenimiento. Otra vez, mi corazón latió 10 veces más rapido de lo usual, chocando con mi pecho de un modo violento y casi apasionado. Él sonrió, sin recelo, sin miedo a que yo lo viese. Y sin más, alzó los hombros y tiró de la rienda, echando un grito intenso desde el fondo del pecho. Yo giré velozmente, y el caballo comenzó a trotar rapidamente mientras que yo sostenía a Ross fuertemente de sus brazos. Él, entendiendo mi pánico ante el momento, pasó sus brazos entre el estrecho espacio de mi cuerpo y mis brazos propios, y me ajustó a ellos, apretandome contra su cuerpo. De ese modo sostuvo las riendas en sus manos, y después de eso Sal corrió tan rapido como el mismisimo viento.
Ese día, confié plenamente en Ross.

...

- Enamorarse es estúpido. - susurré mientras que Ross tan solo se reía. Sal caminaba en un zon bastante lento y con casi ritmico, mientras que los grandes arboles con gruesos troncos nos cubrían a ambos. El sonido de los pájaros resultaba más relajante de lo que podía imaginarme en la gran selva de cemento que era Bóston.
- Enamorarse es parte de la vida. - objetó él. - Dime, ¿Qué sería del mundo sin el efecto de dos enamorados?
- Más lógico. - admití avergonzada. Yo no pensaba en esas tonterías, al menos no quería hacerlo. Perdería toda mi... intelectualidad.
- Más frío. - sonrió. - Estar enamorado es genial.
- Es tonto. - reí y acaricié a Sal, el cual había estado dando un largo paseo hasta ese momento. Aquella propiedad de Ross era simplemente gigantesca.
- Claro que no... es parte de la vida.
- ¿Cómo el ser ciego, sordo e idiota al mismo tiempo puede ser parte de la vida?
- Hmm... - musitó en silencio, y me miró estirandose al frente. - Por que si no eres ciego, sordo e idiota, no aprenderas a ver con atención, a escuchar con sabiduría, ni a diferenciar lo que quieres, con lo que es necesario.
Yo miré hacia el frente, pensando en las palabras de Ross de un modo en que jamás me lo había planteado. Más que nunca antes, estaba segura de que enamorarme, más que un capricho, era algo necesario. Por que tal vez yo aun no aprendía a observar con atención, ni a escuchar con sabiduría... ni tampoco a diferenciar entre un capricho y una necesidad.
- Hay que bajarnos. - dijo Ross de repente. - Sal debe de descanzar; no falta mucho para el lago de pirucho.
- Pensé que se llamaba lago de Luna.
- No... el Lago de Luna es un estanque que se encuentra a unos kilometros. - Dijo él - el lago pirucho está ya cerca.
Ross introdujo su pie derecho en el estribo de su lado correspondiente, y se paró sobre ambos estribos. Sacó el pie del estribo izquierdo, y giró para después caer suavamente sobre el cesped verde. Yo me elevé un poco sobre el dorso de Sal, y giré mi pierna izquierda por sobre su cuerpo para terminar bajando del caballo por su costado derecho. Cuando bajé, Ross me sostuvo de la cintura ayudandome. Le di una calida sonrisa, antes de observar el bello lugar donde nos encontrabamos: El Lago pirucho. Mis ojos, inconsientemente se iluminaron, y en ese instante, sentí la presencia de Ross detrás mio. Sonreí; no sabía que me gustaba más, si el lugar, o la persona que me acompañaba.

#BGFY

A Writer Without LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora