Capítulo 1

4.5K 299 78
                                    

Audrey oyó entre sueños la distante voz del piloto anunciando que el vuelo había llegado a su fin, pero estaba tan cansada, que solo se pudo separar de Alex en cuanto éste le susurró al oído que por fin habían aterrizado. En cuanto oyó la voz de su hermano, aquellos sueños conformados por imágenes superpuestas que nada tenían que ver una con la otra, se esfumaron de su mente hasta el momento en que abrió los ojos y reparó en las personas que ya hacían fila en el pasillo para bajar del avión. Sus padres, en la hilera de asientos contraria, ya también se ponían en pie para integrarse a los pasajeros que se estaban despabilando.

—¡Hora de irnos, Sunny! —exclamó Alex tomando a su hermana de la mano. La incorporó a la fila y la guió con cuidado entre la multitud hasta que solo estaban a dos personas de pisar tierra nuevamente.

Por lo poco que Audrey alcanzaba a ver, afuera había un cielo despejado y en lo alto brillaba un sol abrasador. Se emocionó con la idea de llegar a México recibida por un clima tan bonito. No obstante, algo extraño ocurrió: en cuanto Alex bajó el último escalón y estiró el brazo para ayudarla a bajar, una serie de sonoros relámpagos comenzó a retumbar por el cielo, y un par de obscuras nubes teñidas de gris cubrieron el sol hasta extinguir cada rayo de luz nacientes del mismo. No pasó mucho antes de que, repentinamente, se soltara una tempestad abrumadora, que provocó que todos los presentes comenzaran a susurrar maldiciones por lo bajo, o a comentar con sus amigos en voz alta lo bizarro de la situación.

La gente comenzó a bajar del avión como si se tratara del fin del mundo, y en cuanto un hombre corpulento golpeó a Alex en su intento de escapar, ese sintió un pinchazo en la sien que lo hizo lanzar un fuerte jadeo de dolor.

—¿Qué pasa? —le preguntó Audrey alarmada, estirando el cuello para buscar a sus padres, pues con el alboroto que habían armado los pasajeros los había perdido de vista.

—Nada —susurró Alex. El piso debajo de sus pies se movía, pero era incapaz de mencionárselo. Solo uno de los dos podía estar nervioso ese día y como el mayor de los hermanos, se aseguraría de no ser él.

A pesar de que el dolor no se le había pasado, decidió no sucumbir y propuso a Audrey entrar al aeropuerto para buscar a sus padres. Por fortuna, lograron encontrarlos al poco rato de caminar por las instalaciones.

Cuando los cuatro estuvieron reunidos, como si hubiera estado predestinado, el relámpago más estruendoso de todos iluminó el cielo de una forma aterradora y provocó un apagón en el lugar. Lo único que podía oírse era el vaivén de los empleados tratando de sobrellevar la repentina situación, junto con el vocerío provocado por la multitud, que susurraba maldiciones por lo bajo en una extensa variedad de idiomas, y claro, el llanto de los niños presentes en el aeropuerto.

Sin embargo, algo extraño acontecía con Alex en ese momento: el joven parecía aislado de todo el escándalo, como internado en una burbuja de cristal donde solo podía oír unos susurros inentendibles que recorrían sus oídos y su nuca como una serpiente acariciando de forma suave la piel de su presa.

Se le fue el aire.

Sus ojos veían a Leonard, su padre, dando indicaciones a Audrey, sentía la mano de Marie sobre su hombro, dirigiéndolo posiblemente a una banca del aeropuerto y podía percibir una superficie dura y fría en la que su cuerpo se había reclinado, pero no era capaz de procesar nada de eso; apenas fue consciente de que su madre se había encargado de sentarlo, pues su mirada estaba perdida, observando todo y al mismo tiempo nada.

—¡Por un demonio! —exclamó Leonard. Se sentó a un lado de su hijo y comenzó a darle palmadas en la espalda con la esperanza de que despertara de su trance.

Los trances repentinos de Alex solían durar no más de diez minutos. Le pasaba unas cuántas veces al año, según recordaba, desde poco después de su séptimo cumpleaños. Solía perderse, solía experimentar una extraña sensación de soledad, y solía no recordar nada luego de que hubiera salido de ellos.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora