Capítulo 13

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Audrey entró a la mansión ignorando a propósito los constantes llamados de Darren. Él sabía que ella estaba enojada por haber estropeado su beso con James, de quien minutos antes había tenido la necesidad de escapar avergonzada, con las mejillas  coloreadas de un intenso carmesí, y ahora, la simple forma en que la joven huía de él, lo hacía sentir culpable, así como también estúpido y extremadamente avergonzado de su actitud tan egoísta.

—Nunca debí mencionar lo de hace unas horas... —susurró para sí mismo al verla atravesar la puerta de la mansión, refiriéndose al momento en que había hecho incapié a un posible acto sexual entre ambos.

Y lo decía porque, desde el momento en que hubo observado el pudor en los ojos de Audrey, la mente se le nubló con imágenes de ambos tendidos en una cama, entregándose al amor que no había entre ellos. Además, al ver a su amiga tan cerca del cretino de James, una oleada de celos comenzó a recorrer cada poro de su piel —si es que eso era posible—, haciéndolo apretar los puños. Y para cuando se dio cuenta, ya había usado sus poderes para encender la radio y hacer sonar una melodía de rock que se encargó de sobresaltar a los individuos frente a él.

—¡Soy un idiota!

Por otro lado, cuando Audrey entró al vestíbulo, lo primero con lo que se topó fue con Alex sentado en el sofá, con una bolsa de frituras entre las manos, el cual se levantó apenas ver a la chica cruzar el umbral de la puerta.

—Audrey, yo...

—Solo te lo voy a preguntar una vez, Graham —comenzó a decir, enfadada, lanzando fuego a través de sus palabras—. ¿Por qué interrumpiste mi cita con James? ¡Todo entre nosotros iba tan bien, y de repente apareces tú con tus... tonterías! —Darren, que había cruzado la puerta tras ella, se quedó inerte en el suelo, sabiendo que de cierta forma, las palabras de Audrey iban también para él.

Alex agachó la cabeza.

—Necesitaba pedirte disculpas por...

—¡Podías haberlo hecho más tarde!

Pero él negó rápidamente.

—Hay algo que debo decirte, y no podía esperar demasiado. Además... necesito que me acompañes al Gran Hotel para ver a papá. —Un minuto de silencio acompañado de su dulce y suplicante mirada—. ¿Vienes?

....

—A ver si entiendo todo —repitió Audrey por undécima vez con incredulidad—. ¿Dices que viste el momento exacto en que ocurrió el asesinato del que todo mundo habla?

Alex asintió.

—Sí, pero no en situaciones normales —admitió—. No me escapé de casa ni me topé con la escena por casualidad. Yo... lo vi... en mis sueños. —Suspiró, pasando una mano sobre su cabello castaño, mientras Darren y Audrey se echaban una mirada fugaz para no llamar la atención de la gente que caminaba por la calle—. Pensé que solo había sido una horrible pesadilla pero... imagina lo que sentí cuando vi que toda la escuela hablaba de eso.

—Eso debió haber sido un fuerte golpe para ti. Aunque sigo sin entender qué tenía que ver yo en todo este asunto. Digo..., sé que probablemente aquello te causó una gran conmoción, sin embargo no lo considero un motivo suficiente como para excusar tu comportamiento tan violento.

—Respecto a eso... lo siento mucho. Creo que he estado bajo mucha presión últimamente, y actué sin pensar —admitió cabizbajo—. En verdad lo lamento.

Audrey colocó una mano en su hombro para detenerlo de dar un paso más.

—No hay problema, Alex. Solo evita tratarme así a menos que te dé motivos para hacerlo, ¿de acuerdo?

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora