Capítulo 15

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Vanessa desenganchó del estante un vestido sin mangas de color violeta. Estaba confeccionado con una especie de holán que caía en una vaporosa falda, y adornado por un llamativo cinto metálico justo en la línea del vientre. Lo puso frente a ella, observándolo con detenimiento.

—¿Qué tal este?

Audrey le sonrió por detrás.

—Algo en ese vestido no me gusta —admitió—. Pero, ¿y este? —Al tiempo, le había pasado un vestido color azul que le llegaba sobre la rodilla. Vanessa lo observó un momento, pero el seguido fruncir de sus labios le indicó a Audrey que no era de su agrado.

—La tela no me gusta.

—Vale. Intentemos con otro.

Vanessa asintió y comenzaron a caminar rumbo a la siguiente área. Llevaban apenas media hora en el centro comercial y ya su amiga estaba enterada de lo acaecido con Dragony; ella aseguraba que viniendo de Romero, ya nada le parecía extraño. Él era un hombre bastante peculiar, pensaba ella. Por eso fue que mientras iban de tienda en tienda, buscando el vestido perfecto para la fiesta de los Grey —porque ese día, justo antes de la última clase la pelirroja había topado camino con Oliver y este la había invitado a su fiesta de último momento—, no se mostraba tan preocupada o ansiosa como Audrey, que tocaba las faldas de casi todos los vestidos pero se mordía el labio sin poder decidirse por ninguno a pesar de que Darren caminaba junto a ella balbuceando un repetido «¡Ese vestido estaría fantástico en ti!».

—Hey —llamó Vanessa, sacando a Audrey de sus pensamientos momentáneamente—. Todo estará perfecto con Dragony, ¿de acuerdo? Apuesto a que mañana la verás, pero ya no quiero que te preocupes. Además todos los profesores estarán allí mientras termina sus... tareas especiales. —Audrey asintió no muy convencida—. ¿Qué me dices de este?

Ahora, le tocó el turno a un bello vestido de color amarillo, cuya falda estaba confeccionada de una bonita tela tejida. El cuello de color blanco, sobresalía por la parte de arriba de la blusa como si fuera una prenda formal. Y el talle de la cintura estaba ornamentado con una cadena dorada que le brindaba un aspecto mucho más refinado. Al verlo, Audrey creyó que se le vería perfecto a su amiga, por lo que la instó a medírselo, y al salir del vestidor, supo que estaba en lo cierto: Vanessa se veía increíble.

—¡Luces genial!

—Gracias —sonrió Vanessa—. Ahora viene tu turno. ¿Ya elegiste algún vestido?

La chica rió como si le hubieran contado un chiste espectacular.

—¿Yo? ¿Vestido? Paso. —Vanessa arqueó las cejas—. Creo que prefiero un par de cómodos jeans de mezclilla, una blusa bonita y una chaqueta lo demasiado cálida para que me cubra de estos fríos.

—¿Te has vuelto loca?

—Puede, pero... creo que me sentiría mucho mejor así. —Encogió los hombros.

Si bien Vanessa había notado que su amiga era amante de las prendas casuales y de alejarse de las faldas o vestidos, la decepcionaba un poco el hecho de que realmente no fuera a tomarse la molestia de hacer una excepción solo por esa vez. Aunque no la molestó más, porque no quería hacerle creer a Audrey que detestaba su forma de vestir, pues la verdad, ella la admiraba, sobretodo porque gracias al estricto de su padre sabía que nunca reuniría la valentía suficiente para usar pantalones de mezclilla con roturas o camisetas a cuadros de colores vibrantes.

Al final, Audrey eligió unos jeans negros rasgados a lo largo de ambas piernas, una blusa holgada que le caía sobre el hombro derecho de color gris a juego con un gorro tejido y un par de hermosas botas largas que en conjunto con el resto de las piezas enfatizaban su lado rudo e independiente, pero también le daban un aire de niña extrovertida. La dosis justa de todo.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora