Capítulo 6

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—¿Recuerdas la roca de amatista que se puso a brillar ayer por la noche? —empezó Darren dubitativo, y Audrey asintió en respuesta—. ¿De dónde la sacaste? ¿Tienes... tienes idea de cómo se llama, o para qué sirve?

Hubo un minuto de silencio.

—Me la dio mi abuelo antes de morir —explicó en voz baja mirando hacia un punto muerto en la habitación—. No recuerdo mucho, pero me dijo algo como «úsala cuando creas que sea necesario». Después pidió hablar con Alex y ya no supe nada más de él... Nunca entendí a que se refería.

—¿Sabías que tu papá tiene otra igual, y tu madre la ha llamado «Hillarium»?

—¿De veras? —se sorprendió—. No tenía idea de eso.

—Pues ahora la tienes —hizo una pausa—. Además... quizá suene loco y todo eso, pero ayer pude notar que esa cosa brilló justo cuando el falso Alex entró a la recámara, como avisándonos del peligro. Pudiera ser que esa fuese su función desde un principio: alertar posibles riesgos.

Audrey frunció el ceño, sacando del baúl que Leonard le había regalado la piedra de amatista.

Su fulgurante color lila no podía describirse con otra palabra que mágico, y los secretos que escondía eran un poco de todo lo que le aguardaba a Audrey para descubrir... Junto con la puerta prohibida, conformaban el dúo de objetos cuyos misterios la chica no descansaría hasta desvelar. Todos y cada uno.

—Llévala a todos lados mientras averiguamos qué quería decir tu abuelo con eso de «úsala cuando creas que ses necesario». Podría sernos útil.

—De acuerdo —finalizó caminando hacia el piso de abajo.

Entonces Darren la detuvo.

—¿Audrey?

Ella se paró con su mano rozando el pomo de la puerta y se giró hacia él.

—¿Sí?

Darren, a su vez, hizo un caos en su cabeza tratando de buscar la mejor forma de relatar la bizarra conversación que había oído en la habitación de Alex; podría empezar con algo como «Alex dijo muchas groserías por teléfono y le prohibió a alguien que se comunicara contigo». No. Mejor «tu hermano cree que no deberías saber algo, por eso le gritó a alguien muy persistente por teléfono». ¡No! «alguien le mandó más de diez mensajes a Alex por hora para avisarle algo que no piensa decirte a ti». ¡Arggg! ¿De qué serviría? Igual solamente se lo iba a decir porque no le parecía correcto que Alex estuviera privando de información —que quizá fuera importante— a la única persona que podía verlo en el sentido estricto de la palabra. Pero confiaría en Alex, solamente depositaría sus esperanzas en que más tarde el chico entraría a la habitación de Audrey haciendo el escándalo que acostumbraba y le diría «Solecito, tengo que contarte una cosa». Adicionalmente, no quería causarle un disgusto más a Audrey, por eso levantó la cabeza habiendo tomado una decisión y dijo:

—Te ves... te ves muy bien.

—Gracias —susurró con la cara enrojecida.

Al menos no estaba mintiendo del todo... Pensó Darren saliendo tras ella.

Cuando más tarde, Audrey se encontró con Vanessa y Dominik en la escuela, la segunda se llevó una decepción al no ver a Alex, pero no dijo nada, primero por que estaba al tanto de lo ocurrido con el chico, pero también porque después de pedirle que los acompañara, no le había mencionado nada a sus amigos, ya que tenía miedo de que Audrey pudiera enojarse con ella.

Los tres recorrieron el Zócalo. Mucho antes de que su hambre se desatara hicieron una parada en la plancha del mismo y Vanessa se encargó de tomar fotos maravillosas con una cámara digital que había sacado de quién sabe dónde.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora