Capítulo 34

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¿Ves esto? ¡Te lo dije! ¿No te lo dije?

El Iztac se quedó sin palabras. Frente a él, el Cazador mantenía el brazo extendido, con la palma de la mano abierta, mostrando la prueba irrefutable de lo que él se había negado a creer.

Yo... No, ¡me niego a creerlo! Ella no puede...

Mira, sé lo que estás pensando, sé que crees que esto no puede ser bueno, pero estuve investigando con mi líder, y me reveló algunas cosas que, a su vez, me llevaron a crear una hipótesis sobre la razón por la que te asignaron a tu protegida. Ambos sabemos que eres demasiado poderoso para que te asignen a una mortal común y corriente. Ya lo hemos discutido antes, ¿no es cierto?

El Iztac asintió despacio, sin quitarle la mirada de encima a aquello que el Cazador sostenía sobre la palma de su mano.

—¿Y qué es lo que averiguaste? —preguntó lentamente, con el corazón en su pecho latiendo tan rápido que el aire empezó a faltarle.

El Cazador suspiró.

Mi líder me contó la leyenda de El Caído.

El Iztac se mostró confundido, por lo que él Cazador siguió hablando:

Mira, no sé con certeza cómo estuvo la cosa, pero los ancianos de mi raza dicen que hace mucho tiempo existió un Cazador entre nosotros. La verdad no tengo idea de qué es lo que hizo, pero tuvo que ser algo realmente malo, porque el resto de los míos decidió desterrarlo, solo que, como el consejo de los Cazadores no tiene completa jurisdicción sobre esos asuntos, no pudieron despojarlo de sus poderes, así que cuando cayó al mundo mortal...

Mantuvo sus habilidades consigo...

El Iztac iba atando todos los cabos sueltos.

¿Sería posible que...?

Ha pasado mucho tiempo de eso. Al principio los Cazadores estaban muy atentos a lo que él hacía en la tierra, preparados en caso de que causara un desastre, pero después... ya sabes lo que ocurrió, y eso los obligó a perderle el rastro. De tal manera que hoy en día, no sabemos dónde está, o qué ha hecho.

»Cuando mi líder me contó eso, se me ocurrió que... quizá, solo quizá, tu protegida es...

¡¿Que es qué?! ¡¿Que mi protegida es El Caído?! ¡No! ¡No, no, no, no y no! Ella no puede ser...

¡Tranquilo, Yestli! No estoy diciendo eso. Es decir, es una posibilidad, pero sobretodo pensé en que tu protegida no es El Caído..., sino su descendiente.

El alma se le cayó a los pies al Iztac.

No. Su protegida no podía llevar la sangre de los Cazadores corriendo por sus venas. ¡No podía! Se negaba a tal posibilidad incluso cuando esta explicaba muchas cosas.

—No... ella no puede... —Su voz transmitió tristeza, pánico. De hecho, un sollozo delató lo mal que le había sentado oír la noticia—. No puede...

De pronto, una fuerte brisa comenzó a soplar por los alrededores del bosque en el que habían acordado verse, y el Iztac se irguió mirando hacia el cielo. Olfateó. Sí, olfateó el aire, cerró los ojos un momento, y cuando los abrió, dijo:

El aire susurra... El aire me dice...

—¡¿Ahora hablas con el aire?! ¡Estás loco, Yestli! —El Cazador rodó los ojos con fastidio. Primero los árboles, luego el aire. ¡Ahora entendía porqué los Cazadores y los Iztac no se relacionaban. Porque los Iztac estaban locos de remate!

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora