Capítulo 45

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¡Alto! Antes de leer este capítulo, revisa que hayas leído la parte anterior, titulada El Comienzo del Fin, o no entenderás nada de aquí.

—¡Espera un segundo! No estoy entendiendo nada. ¿Me estás diciendo que básicamente ustedes son parte de dos ejércitos enemigos creados por dioses mitológicos para luchar contra un demonio que podría volver a la vida buscando revancha? —Audrey señaló con un dedo acusatorio a las tres personas que se encontraban frente a ella: Dominik, Oliver y Abril.

Ellos asintieron encogiéndose de hombros. No sabían muy bien cómo actuar después de haber revelado su secreto a una humana, pero ese había sido sin duda alguna un muy buen resumen.

—Sí, algo así —habló Abril, acompañando sus palabras con un gesto de la mano.

Darren, en tanto, se encontraba junto a Audrey, todavía más confundido que ella. Estaba de pie, cruzado de brazos y un rostro atiborrado de seriedad, pudiera decirse que incluso un poco malhumorado, pero en gran medida era porque no quería hacerles saber que tampoco estaba entendiendo una sola palabra de la historia que Abril acababa de narrarles.

—Es que es imposible... ¡Nada de eso existe! ¡No existen los demonios ni las deidades prehispánicas! ¡No existen las batallas místicas y de ninguna manera existen los ángeles!

Dominik, que había permanecido callado un buen rato, frunció el ceño y tomó la palabra, algo indignado.

—¿De la misma manera en que no existen los fantasmas? ¡Vamos, chicos! Ustedes han peleado con las Sombras, han escapado de un Canum y tú hasta has vuelto de la vida, Audrey! No puede ser que justo ahora se hagan los que de repente no creen en nada paranormal, incluso aunque tienen las pruebas ante sus ojos. ¡Me lo esperaba de todos menos de ustedes!

—Yo no he dicho que no crea lo que me han contado —profirió Darren en voz baja.

Como era de esperarse, el cuerpo del muchacho no estaba siendo dominado por otra cosa además de los nervios. Era la primera vez que se dejaba ver en serio ante más de una persona al mismo tiempo, y desde luego todo era gracias al dije, que estratégicamente estaba oculto bajo la tela de su playera. Ese día en general estaba resultando una auténtica locura para él, porque por ejemplo: después de tanto insistir en lo mismo, Audrey había descubierto lo que había tras la puerta prohibida de la escuela, con nada menos que la compañía de su peor enemiga, todo frente a ojos del fantasma; la había sorprendido besándose con otro chico que no era él, lo que lo llevó a discutir fuertemente con ella, ocasionando que se fuera de la mansión por varias horas seguidas. Y cuando hubo vuelto, se topó con que Audrey se hallaba en un extremo del jardín principal, reunida con Dominik, Oliver y su melliza. La joven, apenas verlo, le pidió que se colocara el colgante en el cuello, alegando que debían hablar de algo muy importante. Y cuando lo hizo, los dos muchachos parecieron sonreír, pero no se mostraron sorprendidos ante su súbita aparición, cosa que le extrañó bastante. Sin en cambio, pronto Abril comenzó a narrar una loca historia sobre deidades que peleaban, sin hacer siquiera un comentario sobre su presencia, cosa que acabó por confundirlo todavía más.

Y ahora hablaba con ellos como si fuera cosa de todos los días...

—Tienes razón, Dominik, pero es que... —la muchacha no podía encontrar las palabras adecuadas para expresar su inquietud, por lo que suspiró, creyendo que lo mejor era cambiar de tema—. Bien, entonces, ¿por qué no mejor dicen qué ocurrió después? Se supone si lo que me... nos están contando es verdad, ustedes solían trabajar en equipo con el objetivo de encontrar el arma de la que les hablaron sus deidades, pero por lo que alcancé a comprender, ya no están juntos en esto. ¿Qué pasó?

—¡¿Qué pasó?! —exclamó Abril, mirando furiosa a Dominik—. ¡Pasó que esos mugrosos Iztac nos atacaron sin razón alguna un día! ¡Estoy segura de que lo único que querían era encontrar el arma por sí mismos y usarla en su propio beneficio!

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora