Capítulo 17

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El sábado por la tarde, Audrey aún no estaba convencida en su totalidad de querer asistir a la fiesta de Oliver, por ello, al ver que James pasaba por su hermano mucho más temprano de lo que era la reunión, para ayudar al equipo de soccer a conseguir lo necesario, se negó a acompañarlos cuando Alex se lo pidió. Sus padres ya se habían marchado al trabajo, por lo que ella se quedó únicamente con la compañía del fantasma, quien intentaba persuadirla de presentarse en la casa de los Grey con el objetivo de llevar a cabo su plan de vigilar a Rolland por si lo atrapaban haciendo algo sospechoso.

—Audrey, es imprescindible tu presencia en esa fiesta —decía Darren mientras ella se arrojaba a la cama y se cubría la cabeza con un almohadón—. Si Rolland está metido en esto, lo mejor es observarlo en todo momento; no podemos perderlo de vista, u otra víctima podría desaparecer sin dejar rastro alguno. Ayúdame con esto, ¿quieres? Levántate ya —suplicó tendiéndose en la cama junto a ella.

—No quiero ir —soltó esta con voz amortiguada por la almohada.

—¿Por qué no?

Ella se descubrió el rostro y se volvió para mirarlo.

—Primero, no quiero que todos me miren como lo hacían ayer —argumentó—, no quiero que me den su «más sentido pésame», ni que finjan que les duele la desaparición de Dragony. Sé que no es verdad, ¡Apuesto a que ni siquiera saben quién era Dragony!

—Entiendo tu punto, pero...

—Y tampoco deseo encontrarme con Rolland haciendo algo fuera de lo común —irrumpió—. Sin importar lo desagradable que pueda llegar a ser, Rolland me cae bien, y no sé qué haría si descubriera que todo este tiempo quién me ha estado dando tutorías es un secuestrador ¡o un asesino!

Darren contempló por un prolongado tiempo sus ojos verdes cubiertos de temor. Sin lugar a dudas, no había algún otro motivo para que Audrey se negara con tanta rotundidad a presentarse en la fiesta, además de las razones que ya le había expuesto. En circunstancias normales habría actuado comprensivo, y la habría secundado en su decisión de permanecer en la casona, porque aunque no llegase admitirlo, nada le hubiera gustado más que estar con ella, hablar durante mucho tiempo sin que nadie los interrumpiera, e incluso velar sus sueños una vez llegada la noche. Sin embargo, aquella tarde estaba en juego la posible aparición de las pruebas para inculpar a Rolland en la desaparición de Demián y Dragony.

Un resplandor violeta comenzó a envolver el cuerpo de Darren mientras ambos guardaban un cómodo minuto de silencio. Después, el fantasma dio media vuelta quedando boca abajo, con su rostro bastante próximo al de Audrey. Le sonrió, le acarició una mejilla suavemente, como si se tratase de una hermosa muñeca de porcelana fina a la cual estuviera tratando de no dañar.

—¿Quieres quedarte, entonces? —le dijo con voz arrastrada, pero muy sensual. Por alguna razón, la piel de Audrey se estremeció, y ella cerró los ojos deleitándose con el tacto del fantasma, aunque esta se sintiera similar al de un hielo resbalando por sus pómulos.

—Sí —decretó en un suave susurro.

Darren rió por lo bajo.

—¿Hay alguna forma de que pueda convencerla de asistir a dicho evento, señorita Williams? —preguntó juguetón.

Ella no abrió los ojos, sin en cambio dijo:

—Tal vez la hay...

Darren acercó más su rostro al de ella, hasta que sus labios casi se tocaban.

—Me pregunto qué podré hacer al respecto...

El espectro fingió reflexionarlo por un momento. Tan preocupado estaba debatiéndose mentalmente entre realizar o no lo indebido, que demoró en percatarse de que había apoyado su cabeza llena de rebeldes mechones rubios en el pecho de Audrey. Solo hasta que pudo sentir su serena respiración fue que cayó en cuenta de que habían permanecido en esa posición durante varios segundos consecutivos, incluso hasta minutos. Sus brazos envolvían la cintura de Audrey como un mastil al que debiera aferrarse para no morir. Al principio pensó seriamente en apartarse, suplicar a la chica que lo disculpara, pero cuando ninguno hizo ademán de levantarse, prefirió seguir abrazado a ella tanto como pudiera antes de que el efecto de su materialización acabara.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora