Capítulo 29

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Audrey caminó rumbo a la cafetería con Darren detrás de ella; deseaba comprar algo de comer aprovechando la hora libre que tenía,  y su intención era volver después al salón de biología para estudiar junto con Dominik y Vanessa para el examen de literatura, que estaba próximo a realizarse.

—Oye, ¿sigues enfadada conmigo? —inquirió el fantasma, avergonzado de saber que desde la noche anterior Audrey no le había dirigido la palabra.

—No estoy enfadada contigo —confesó, cuidando que nadie los viera—. Solo que esto es demasiado para mí. Es decir, sabes que soy la única que puede verte, ¿no? —Una pausa, en la que lo observó con ojos caídos—. ¿Para qué inventar algo como que Caroline puede verte?

Darren arrugó la frente, indignado.

—¡Ya te he dicho que es verdad! Esa niña puede verme, y hablarme.

—Darren —pronunció Audrey tras suspirar exasperada—, es hora de que admitas que no es cierto. Yo misma vi ayer cómo Caroline te ignoraba, incluso después de que gritaste su nombre en su oído como diez veces seguidas. Ella jamás te miró. Tal vez las veces que así ha sido, solo se ha tratado de una serie de coincidencias que te hicieron creer lo contrario. Entiendo que la soledad que experimentes sea incomparable, pero sabes que me tienes a mí. —Audrey se acercó a Darren y sonrió—. Trataré de estar disponible para ti tanto como pueda desde ahora, ¿sí? Pero ya no te preocupes. Además, si estás diciendo la verdad, tarde o temprano comprobaré que Carol puede verte.

—Está bien... —susurró Darren. Era cierto. Como él no mentía, la verdad tarde o temprano saldría a la luz.

Cuando finalmente llegaron a la cafetería, se toparon con que en la mesa del fondo estaban sentados todos los tutores a excepción de Fany, hablando entre sí, o bufando por algo que decía Diana. Al principio ninguno de los dos les hizo caso, pero cuando el nombre de Rolland llegó a sus oídos, Audrey depositó especial atención en su plática.

—¿Saben? No puedo creer que el imbécil de Rolland haya regresado a la escuela —dijo la tutora de un modo casi despreciable. Los otros bufaron en señal de aprobación—. ¡Estábamos bien sin él! Aquí no se le necesita para nada.

—Tienes razón —añadió otro tutor. Audrey recordaba que al parecer su nombre era Gerardo, aunque no estaba muy segura—. Digo... No entiendo cómo August contrató como tutor a alguien tan sencillamente estúpido... además de gay.

Audrey no tuvo idea de lo que hacía, pero para cuando menos se dio cuenta, ya había caminado hacia la mesa de los tutores y carraspeaba haciéndose notar. En cuanto todos levantaron la vista hacia ella, solo atinó a mirarlos mal, y luego declarar:

—¿Cómo se atreven a hablar así de Rolland? —Gerardo la miró con suficiencia, tal como la habría mirado Demián de no haber desaparecido—. ¡No tienen derecho de expresarse así de él! Rolland es una buena persona.

A eso, Diana se echó a reír. Había algo en su risa, y en general en su expresión que a Audrey le ponía los pelos de punta.

—Eso dices porque no lo conoces. Rolland es la peor persona con la que podrías encontrarte en tu vida. Y además, estoy segura de que es gay. Todos en esta mesa estamos seguros de que lo es. ¿No, chicos? —Todos corearon un «¡sí!» como respuesta.

—¿Y por qué habría de serlo? —con cada segundo que pasaba, el recelo en la voz de Audrey se hacía más notable, y el desinterés por el fantasma que llegaba a su lado en ese momento también.

—¿Has visto su perfil en Facebook? —replicó Gerardo socarronamente—. No tiene fotos con ninguna chica, y además, jamás en la vida se ha hecho pública ni una relación de noviazgo suya.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora