Capítulo 25

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Bajo la plateada luz de la luna que iluminaba la inmensidad del bosque, la silueta violácea de Darren figuraba sollozando, con Audrey en brazos. El joven no tenía ni la más remota idea de porqué aún siendo un fantasma sus ojos podían derramar lágrimas reales, humanas. Pero teniendo entre sus brazos a una Audrey cada vez más pálida, sin atisbo de vida en los inexistentes latidos de su corazón recientemente herido por el filo del arma de Demián, eso era lo de menos.

¿Importaba acaso que dentro del joven Rosewood hubiera un ápice diminuto de humanidad, cuando la única que lo hacía sentirse vivo yacía moribunda frente a sus ojos? ¡Pues claro que no! ¡Nada de eso importaba si no la tenía a ella!

Abrazó el frío cuerpo de la muchacha, y profirió un desgarrador grito que el viento arrastró por cada centímetro de aquel solitario bosque. Las gotas de agua salada resbalaban por sus mejillas, mientras él, desconsolado, aproximaba su rostro al cuello de Audrey, para suplicarle al oído que no se fuera, que no lo dejara.

—Audrey, por favor despierta. Despierta —imploraba, pudiendo apenas profesar palabra, gracias al nudo en su garganta—. Sabes que te necesito. Eres... —Un sollozo ahogó su voz, pero aún así continuó—: eres todo lo que tengo, Audrey. —La abrazó con mucha más fuerza, deseando que un milagro le devolviera la vida a su querida Audrey—. Sin ti no sé lo que haré. Por favor no me dejes. ¡No me dejes!

Inhaló el aroma frutal de su cabello rubio, cuyos mechones se mecían suavemente debido a la fresca brisa de aquella madrugada de principios de diciembre. La decepción se iba apoderando de a poco de él, y en consecuencia, desde el fondo de su mente nacía el más terrible de los pensamientos, el más inoportuno de los pesares: se imaginó a sí mismo, se vio aquel dieciséis de noviembre pasado, mirando por la ventana del balcón una Nissan Pulsar blanca aparcando frente al portón principal de aquella que hasta entonces había considerado su casa. Recordó con perfecta claridad el descenso de Alex, pero sobretodo el de una guapa rubia, de piel tostada y semblante atormentado que se había unido pronto al joven; imágenes de la chica observando el vestíbulo con un ápice de reconocimiento en los iris llegaron a su cabeza. Y luego, el primer ataque de las sombras, la aterrada reacción de la jovencita al observar a un desconocido en su habitación, y el modo tan valiente e inigualable en que había osado enfrentarlo, con cuchillo en mano.

Recordó la primera vez que se tocaron; la noche que durmieron juntos en el Gran Salón, y su primer beso. ¡Ese beso! El sabor de los labios que tanto lo había enloquecido, que tan prendado lo había dejado. ¡Se negaba a aceptar que Audrey no viviría más para experimentar otro de esos!

Darren cerró los ojos, entregándose al dolor, dejando que este se expandiera por cada fibra de su ser, al tiempo que se preguntaba cómo hubiera sido la vida sin ella, sin sus risas, sus regaños, sin sus pláticas secretas en la escuela, o los diálogos hilarantes que a veces lo hacían sonreír en mitad de la noche, para sí mismo al rememorarlos. ¡Incluso esa forma tan particular que tenía de llevarle la contraria cada vez que intentaba protegerla de algún posible peligro! Había pasado tanto tiempo caminando como un muerto en el mundo de los vivos, que la luz que Audrey traía consigo lo deslumbró, y se acostumbró tanto a su presencia, que ahora no podía siquiera figurarse volver a lo mismo, a salir a las calles, y observar a la gente, tratando de descifrar su vida, tan solo por la necesidad de pasar el tiempo, esperando el anochecer por el resto de la eternidad. Nuevamente las horas se alargarían día con día... y todo gracias a Demián Martínez.

De repente, una figura encapuchada se materializó ante los ojos llorosos de Darren, quien demoró en levantar la cabeza, pero apenas reparar en la presencia que yacía a un metro de distancia, estrechó más el cuerpo de Audrey contra él y se arrastró unos centímetros hacia atrás, asustado, no por él, sino por la muchacha.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora