Capítulo 16

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Audrey miró fijamente a Dominik a los ojos, buscando el menor indicio de broma en el profundo azul de sus iris, pero cuando él le devolvió la mirada —cargada de angustia, de preocupación—, supo que no estaba mintiendo. Dragony de verdad había desaparecido, de lo contrario la escuela no estaría rodeada por al menos un centenar de policías, perros guardianes y cintas de color amarillo que prohibían el paso a los desconcertados estudiantes que no entendían ni un poco de lo que ocurría en el interior.

Tras lo que parecieron veinte minutos, una de las puertas de hierro forjado se abrió, y de ella salió Rolland con un megáfono en la mano. Sus párpados caídos, el semblante atormentado había desfigurado su rostro al grado que parecía haber envejecido unos cuantos años.

—¡Hey, pequeños! —habló a la multitud de jóvenes con voz átona. Extrañamente, la mayoría calló de golpe para depositar su atención en él—. Sé que probablemente para ustedes todo esto es difícil e inesperado. Para mí también lo es.

¿Inesperado? Pensó Audrey. De todos los presentes, Rolland era quien mejor podía ocultar su nerviosismo, adoptando la misma postura transparente de su primer día de clases, después de que esta le dijera que la biblioteca estaba en llamas.

Pero lastimosamente era cierto: Rolland parecía tan devastado, tan agotado como cualquiera de los chicos. Ella podía percatarse de eso sí escudriñaba con atención sus hombros caídos, o los pliegues que se le formaban en la frente al arugarla cada cinco segundos.

—Sin embargo me parece que lo mejor es tranquilizarnos —continuó el joven, acomodando sus gafas de armazón grueso sobre el puente de la nariz—. Esto solo ha sido un malentendido. Daniela está bien, y apuesto a que pronto la encontraremos sana y salva. Mientras tanto es indispensable que traten de mantener la calma y no dificulten más el trabajo del cuerpo policial intentando pasar al colegio por la fuerza, ¿vale? Se los encargo, chicos.

Un último y esperanzador vistazo por parte de su tutor fue lo que Audrey recibió a cambio antes de verlo marchar hacia el interior de la institución para seguir colaborando en la búsqueda; con sus mejillas sonrosadas, Rolland le había sonreído observándola sobre la multitud, y después se había marchado.

¿Cómo era que, a pesar de fastidiarla todo el día, a toda hora desde que lo había conocido, con una simple mirada, Rolland había logrado tranquilizarla de una manera en que ni los reconfortantes brazos de Dominik alrededor de sus hombros lo habían hecho? Es que él tenía algo especial que le daba las herramientas necesarias para tratarla de un modo en que nadie podía hacerlo. Audrey no pudo sentirse tan relativamente tranquila ni siquiera con la repentina cercanía que habían tomado sus amigos para darse un abrazo colectivo y brindarse protección mutua de la angustia que ya comenzaba a respirarse en el aire.

Darren, que también estaba a su lado luchando por no atravesar a los estudiantes que se amontonaban alrededor, le dirigió una mirada de lástima justo antes de que los dejaran entrar a la escuela, habiendo registrado hasta el último rincón sin obtener resultados positivos.

En cuanto se internaron en el colegio, Darren se acercó lo más posible a su amiga y le susurró que todo iría bien, que no debía preocuparse porque seguramente encontrarían pronto a Dragony. Sin embargo ella no lo oía, pues sus ojos estaban centrados en escudriñar con detenimiento el pasillo principal, por el que circulaban decenas de alumnos, muchos con el mismo semblante perdido que ella. Cuando sus ojos se toparon con Bryan Sheppard a lo lejos y miró la forma en que este golpeaba los casilleros con fuerza y luego se alejaba enfurecido, le dieron ganas de seguirlo, pero no lo hizo debido a que el ruidoso timbre sonó anunciando el inicio de la segunda clase del día, es decir, Historia de México.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora