Capítulo 7

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—Salga de allí ahora mismo —ordenó Romero con dureza. Audrey lo obedeció en seguida temblando y observando cómo sus fulgurantes ojos azules se fijaban en ella—. ¿Qué hacía escondida allí, señorita Williams? Exijo saberlo ahora.

Audrey tragó saliva sonoramente.

—Yo... Yo... Estaba buscando unos materiales que me pidió Rolland para la tutoría cuando lo oí entrar —explicó con nerviosismo.

—¿Y no pudo simplemente decir «con permiso» y desaparecer de mi vista de inmediato? —la reprendió—. ¿Es que en su casa no le enseñaron buenos modales?

—Sí, pero es que...

—Es que nada —irrumpió—. Vaya ahora mismo con el señor Carson para que firme su amonestación.

—¿Amonestación? —repitió Audrey con los ojos abiertos, sin poder dar crédito a lo que oía.

—Sí. La intromisión es una falta de respeto sumamente grave que no me permito pasar por alto en este colegio —decretó levantando el mentón—. Así que va a llevarse esa amonestación y mañana la necesito firmada por ambos padres.

—Pe... pero es que...

—Vaya ahora, Williams, o tendrá que asumir las consecuencias de sus actos. Y créame que no tengo el menor problema en expulsarla tal como hicieron en su escuela de Canadá.

¡Maldito mundo! Todos la amenazaban con hacer eso, pero nadie sabía cómo habían ocurrido las cosas ni el verdadero motivo de su expulsión. ¡Si tan solo lo supieran!

—Ya voy, director August —dijo con un tono a simple vista respetable, que en realidad venía acompañado de todo el desprecio que era capaz de destilar su voz.

Audrey comenzó a caminar hacia la salida agradecida de que por la oscuridad Romero no pudiera percatarse del color rojo en su cara encolerizada, pero la voz del mismo la detuvo cuando ya estaba a punto de abrir la puerta.

—¡Ah! Y dígale a Carson que lo necesito en mi oficina en veinte minutos. Tengo una tarea para él. Andando.

Audrey asintió una vez más antes de caminar hacia la biblioteca con la caja de los materiales entre los brazos.

Cuando tras hacerle una infinidad de preguntas el chico le entregó una hoja blanca con la dichosa amonestación impresa y le advirtió que no se olvidara de dársela a Romero firmada por sus padres o se enfadaría mucho, la dejó en la biblioteca leyendo un aburrido libro de Geografía para ir al encuentro con el director, —de mala gana y soltando improperios que dejaron con la boca abierta a la muchacha—. Volvió solo hasta que al timbre le faltaban quince minutos para anunciar la siguiente clase, e hicieron un pequeño repaso de casi nada antes de que ella se marchara hacia Historia, no sin haberle exigido su teléfono de vuelta al tutor.

Al rato, Audrey se encontraba ya en la última asignatura antes del receso, habiendo conformado un equipo de trabajo con Dominik, Vanessa y dos chicos más que no dejaban de mirarla de forma extraña; todos trabajaban en silencio, concentrados en el ensayo escrito de una cuartilla que el profesor de Biología exigía tras cada lección vista, y entonces, el silencio fue interrumpido por un toque en la puerta.

—¿Quién es? —preguntó Vanessa estirando el cuello como hacían sus compañeros, para ver el rostro del visitante.

—Carson —se limitó a responder Dominik concentrado en localizar hasta la más pequeña falta ortográfica de su ensayo para corregirla.

—¿Rolland? ¿Qué hace aquí y por qué está mirándote, Audrey?

La aludida bufó; estaba de espaldas a la puerta, pero podía sentir los ojos de Rolland y el profesor clavados en su nuca.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora