Capítulo 39

165 24 6
                                    

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

Marcos 12:31

Darren tenía un pasado.

Audrey estaba completamente segura de que así era. Tras las declaraciones de Martín, el abuelo de la profesora de Historia, ella apostaba su vida a que la misteriosa existencia de Darren escondía un oscuro secreto que debía descifrar a la brevedad.

—¿Nada?

Audrey movió la cabeza en un gesto negativo. Ni siquiera pudo mirar a los ojos al fantasma, pues su atención estaba puesta en su portátil, la cual miraba sentada en el escritorio desde tres horas atrás. Eran las cuatro de la mañana y no se le había pasado por la mente dormir. Estaba ocupada revisando una y otra vez cualquier texto acerca de la leyenda de don Juan Manuel, así como los registros de individuos apellidados «Rosewood» que aparecieran en sus búsquedas. Solo que hasta el momento no había encontrado, ni algo inusual en la infinita cantidad de versiones de la leyenda, ni algo que concordara con la búsqueda principal, «Darren Rosewood»

—Es la décima página que visito, y lo único que encuentro son resultados de la serie *Pretty Little Liars. —Al tiempo en que decía eso, Audrey suspiraba visiblemente agotada. Ya no le quedaba mucha energía, pero aún necesitaba encontrar respuestas—. No hay en internet nada acerca de ti.

—¿Cómo podría haber? Nadie además de ti conocía mi existencia desde hace siglos.

—Pues no parece que el señor Martín te haya conocido recientemente. Siempre me da la impresión de que habla como si conociera hasta la forma en que moriste.

—Quiero pensar que son delirios de la vejez. El señor Martín parece algo... veterano.

—Puede, pero eso no justifica que conoce tu nombre, apellido y masculla cosas acerca de tu «muerte». Quisiera obtener de él información acerca de ti, pero la verdad dudo que pueda. Siempre que intenta revelarnos algo sobre tu origen, ocurren cosas que se lo impiden.

—De acuerdo, pero por lo menos ha dicho algo de gran utilidad, ¿no? Habló acerca de un falso testimonio que debemos encontrar. Si nuestras suposiciones son correctas, tiene que ver con la leyenda, más específicamente con el testimonio de don Juan Manuel.

—Hasta ahí todo está bien —añadió Audrey. No podía dejar de ver la manera en que Darren se paseaba de un lado a otro con Chester siguiéndole agraciadamente por detrás—. Pero luego todo se torna desconcertante, porque en primer lugar, estamos hablando del testimonio de un hombre que ni siquiera estamos seguros de que haya existido. Además, suponiendo que sí, ¿dónde podría haber guardado el dichoso testimonio?

—Si consideramos lo que dice la leyenda, en realidad el testimonio verdadero no lo tenía él, sino...

—¡El fraile! —exclamó Audrey, de pronto recordando ese diminuto detalle—. ¡Cómo no se me ocurrió! Juan Manuel le contaba todo a su amigo en el convento de San Francisco.

—Entonces estamos concentrando nuestra investigación en la persona equivocada. A quien deberíamos investigar es al fraile o en su caso, al antiguo convento de San Francisco.

—¡Tienes razón!

Entonces, Audrey comenzó a teclear rápidamente en la computadora al tiempo en que Darren, sentado en la cama, le narraba todo lo que sabía sobre los cambios que había tenido la zona desde que podía recordar hasta el presente para ser lo que actualmente se conocía como la Ciudad de México.

—¡Mira esto! —en cuanto Audrey dijo eso, Darren se acercó a ella con paso veloz—. El antiguo convento de San Francisco es ahora el templo católico que queda cerca de aquí. Tal vez podamos ir a ver si encontramos algo que pueda servirnos para averiguar más del falso testimonio.

Reencarnación I: El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora