Capítulo 2

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El corazón de Camila latía ruidosamente en su pecho mientras, calzada con otro par de zapatos, recorría de punta a punta el parquet de arce del alargado vestíbulo de su hogar. Con el teléfono bien apretado entre la oreja y el hombro, su mente era un remolino de pensamientos mientras oía el estridente tono de llamada.

Dejó de caminar el rato suficiente para contemplar su reflejo en el espejo. Sus ojos castaños se abrieron horrorizados. Rara vez se permitía presentar un aspecto tan desaliñado. Tan descontrolado. Unos cuantos mechones de cabello color chocolate se habían escapado del apretado moño francés, de tal modo que parecía que hubiese metido los dedos en un enchufe. El rímel se había alojado en las arrugas de debajo de los ojos; el pintalabios se había desvanecido dejando sólo el trazo del perfilador color ciruela a modo de marco, y la base de maquillaje se pegaba a las partes secas de su piel olivácea. ¿Qué había sido de su impecable aspecto habitual? Eso hizo que el corazón le latiera aún más deprisa y que su pánico se hiciera mayor.

«Respira, Camila, concéntrate en respirar», se dijo a sí misma. Se atusó el pelo alborotado con mano temblorosa, colocando en su sitio los mechones rebeldes. Se limpió los restos de rimel con un dedo mojado, apretó los labios, se alisó la chaqueta del traje y carraspeó. Sólo se trataba de una momentánea pérdida de concentración por su parte, eso era todo. No volvería a ocurrir. Se pasó el teléfono a la oreja izquierda y reparó en la marca que el pendiente Claddagh le había dejado en el cuello.

Por fin contestó alguien y Camila dio la espalda al espejo y se enderezó. Vuelta al trabajo.

—Comisaría de la Policía de Baile na gCroíthe, dígame.-Camila hizo una mueca al reconocer la voz del teléfono.

—Hola, Marie, soy Camila... otra vez. Sofy se ha llevado el coche... —hizo una pausa— otra vez.

Se oyó un suspiro amable al otro lado de la línea.

—¿Cuánto hace de eso, Camila?

Camila se sentó en el primer escalón y se dispuso a contestar las preguntas de costumbre. Cerró los ojos sólo para descansar la vista un momento, pero el alivio de apartar de sí todo lo demás la incitó a mantenerlos cerrados.

—Apenas cinco minutos.

—Bien. ¿Dijo adónde iba?

—A la luna —contestó Camila con toda naturalidad.

—¿Cómo dices? —preguntó Marie.

—Lo has oído bien. Ha dicho que se iba a la luna —agregó Camila con firmeza—. Por lo visto la gente de allí la entenderá.

—La luna —repitió Marie.

—Sí —contestó Camila un tanto irritada—. Quizá podríais empezar a buscar por la autopista. Me figuro que si me dirigiera a la luna pensaría que es el camino más rápido para llegar allá, ¿tú no? Aunque no estoy del todo segura de qué salida tomaría. La que quede más al norte, digo yo. Tal vez se esté dirigiendo hacia el nordeste, hacia Dublín, o, quién sabe, lo mismo va camino de Cork; a lo mejor tienen un avión listo para llevársela de este planeta. En cualquier caso, yo avisaría a las patrullas de la autop...

—Cálmate, Camila; sabes de sobra que tengo que hacerte estas preguntas.

—Es verdad.

Camila procuró volver a serenarse. En aquel preciso instante debería estar en la importante reunión que tenía programada; era importante para ella, importante para su negocio de diseño de interiores. La niñera de Luke cuidaba de él en sustitución de su anterior niñera, Edith. Ésta había emprendido pocas semanas atrás el viaje de tres meses alrededor del mundo con el que venía amenazando a Camila desde hacía seis años, dejando a la joven e inexperta niñera expuesta a la inconstancia y los cambios de humor de Sofy. Sofy había llamado a su hermana al trabajo, presa del pánico... otra vez. Y Camila había tenido que dejar de hacer todo lo que estaba haciendo... otra vez. Y salir pitando hacia casa... otra vez. Aunque no debería sorprenderle que aquello hubiese ocurrido... otra vez. No obstante, le sorprendía que Edith, antes de realizar ese viaje a Australia, hubiera seguido acudiendo puntual al trabajo cada día. Durante seis años Edith había ayudado a Camila a cuidar de Luke, seis años de drama, y aun así, después de tantos años de lealtad, Camila esperaba a diario una llamada suya o una carta de dimisión. Ser la niñera de Luke traía aparejado un montón de problemas. Aunque no muchos más que el hecho de ser su madre adoptiva.

Si pudieras verme ahora ( Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora