-Oh, Dios mío, oh, Dios mío -chillaba Dinah con deleite dando saltitos camino del coche de Camila-. Me gustaría darle las gracias a Damien Hirst por inspirarme, a Egon Schiele -se secó una lágrima imaginaria del ojo-, Bansky y Robert Rauschenberg por proporcionarme obras de arte tan increíbles que me han ayudado a desarrollar mi mente creativa, abriéndola delicadamente como un capullo en flor y por...
-Ya basta -siseó Camila apretando los dientes-. Todavía nos están observando.
-Bah, seguro que no, no seas tan paranoica.
El tonillo de Dinah pasó de la euforia a la frustración. Se volvió de cara a la caseta de la obra.
-¡No te vuelvas, Dinah! -ordenó Camila como si le gritara a un niño.
-Venga. ¿Por qué no? No están mi... Oh, sí que miran. ¡ADIÓÓÓÓS! ¡GRAAAACIAS!
Saludó con las manos como una loca.
-¿Acaso quieres perder tu empleo? -amenazó Camila negándose a darse la vuelta. Sus palabras tuvieron el mismo efecto que habrían tenido en Luke cuando lo amenazaba con quitarle su Play-Station. Dinah dejó de brincar en el acto y ambas siguieron caminando en silencio hacia el coche. Camila notaba dos pares de ojos clavados en la espalda.
-No puedo creer que hayamos conseguido el trabajo -dijo Dinah jadeando una vez dentro del vehículo, comprimiéndose el corazón con la mano.
-Yo tampoco -rezongó Camila abrochándose el cinturón de seguridad antes de poner el coche en marcha.
-¿Qué te pasa, gruñona? Cualquiera diría que no hemos conseguido el encargo -la acusó Dinah acomodándose en el asiento del copiloto y sumergiéndose en su propio mundo.
Camila pensó en ello. En realidad no era ella quien había conseguido el encargo, sino Dinah. Se trataba de la clase de victoria que no parecía en lo más mínimo una victoria. ¿Y qué diablos pintaba Lauren allí? Había dicho a Camila que trabajaba con niños. ¿Qué tenía que ver el hotel con los niños? Ni siquiera se había quedado el tiempo suficiente como para que Camila lo averiguara, puesto que había salido de la habitación en cuanto les llevaron los cafés, sin despedirse de nadie aparte de Camila. Caviló sobre este detalle. Quizás estuviera metida en negocios con Normani y ella había aparecido durante una reunión importante, cosa que explicaría por qué Normani se había mostrado tan grosera y ensimismada. En fin, fuera lo que fuese, necesitaba informarse y le enojaba que Lauren no lo hubiese mencionado la víspera. Tenía planes que hacer y la sacaban de quicio semejantes trastornos.
Tras separarse de una sobreexcitada Dinah se encaminó hacia Joe's para tomarse un café y reflexionar.
-Buenas tardes, Camila -gritó Joe.
Los otros tres clientes se sobresaltaron con su repentino arrebato.
-Un café, Joe, por favor.
-¿Para variar?
Camila sonrió con la boca cerrada. Eligió una mesa junto a la ventana que daba a la calle mayor. Se sentó de espaldas a la ventana. No había ido allí a distraerse, necesitaba pensar.
-Disculpe, señora Cabello.
La viril voz americana le dio un susto.
-Señor West -dijo Camila sorprendida al levantar la vista.
-Por favor, llámeme Benjamin. -Benjamín sonrió y señaló la silla junto a la de ella-. ¿Le importa que me siente?
Camila apartó sus papeles para hacerle sitio.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...