—Tendríamos que regresar a casa—dijo Camila levantándose del banco de un salto.
—¿Por qué?
—Porque está comenzando a llover.
Miró a Lauren como si fuese un perro verde y pestañeó al caerle otra gota de lluvia en la cara.
—¿Qué pasa contigo? —Lauren se echó a reír y se acomodó en el banco dando a entender que no tenía intención de moverse—. ¿Por qué siempre entras y sales disparada de los coches y las casas cuando llueve?
—Porque no quiero mojarme. ¡Vamos! —Miró con ansia hacia el relativo cobijo que ofrecían los árboles.
—¿Por qué no te gusta mojarte? Luego te secas.
—Porque no.
La agarró de la mano y tiró para intentar levantarla del banco. Contrariada al no conseguirlo, dio una patada en el suelo como un niño que no se ha salido con la suya.
—¿Porque no qué?
—No lo sé. —Tragó saliva—. Nunca me ha gustado la lluvia. ¿Tienes que enterarte de todos los motivos de mis pequeños problemas?
Se protegió la cabeza con las manos para dejar de notar cómo le caía la lluvia encima.
—Hay un motivo para todo, Camila —dijo Lauren extendiendo las palmas para atrapar las gotas de lluvia.
—Bueno, tengo un motivo bastante simple. Retomando el hilo de nuestra reciente conversación, la lluvia complica las cosas. Te moja la ropa, resulta incómoda y al final te produce un resfriado.
Lauren emitió el pitido que en un programa concurso señala una respuesta errónea.
—La lluvia no te produce un resfriado, te lo produce el frío. Esto sólo es un chaparrón y es templado. —Echó la cabeza atrás, abrió la boca y dejó que las gotas cayeran dentro—. Sí, templada y buenísima. Y no me has estado diciendo la verdad, por cierto.
—¿Qué? —dijo Camila con estridencia.
—Leo entre líneas, oigo entre palabras y sé cuándo un punto y aparte no es un punto y aparte sino más bien un pero —canturreó Lauren.
Camila refunfuñó y se abrazó a sí misma con ademán protector como si le estuvieran arrojando porquería encima.
—Sólo es lluvia, Camila. Mira a tu alrededor —señaló frenéticamente con las manos—. ¿Ves a alguien más corriendo por aquí?
—¡Aquí no hay nadie más!
—Au contraire! El lago, los árboles, la garza y el salmón, todos empapándose.
Volvió a echar la cabeza atrás y siguió saboreando la lluvia.
Antes de enfilar hacia la arboleda, Camila le largó un último sermón.
—Ten cuidado con esta lluvia, Lauren. No es buena idea bebérsela.
—¿Por qué?
—Porque podría ser peligrosa. ¿Sabes qué efecto surte el monóxido de carbono en el aire y la lluvia? Podría ser acida.
Lauren se escurrió en el banco agarrándose la garganta y fingió que se asfixiaba. Fue a gatas hasta la orilla del lago. Camila le siguió con la mirada sin dejar de sermonearle.
Lauren hundió la mano en el lago.
—Bueno, aquí dentro no habrá ningún tipo de contaminante mortal, ¿no?
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
Hayran KurguEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...