Capítulo 38

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El día del cumpleaños de Camila, su jardín parecía la escena de la merienda del Sombrerero Loco en el País de las Maravillas. Había dispuesto una mesa larga en medio del jardín decorada con un mantel rojo y blanco. Cubriendo cada centímetro de la mesa había un fabuloso despliegue de fuentes con salchichas de aperitivo, patatas fritas, ganchitos al queso, picos de pan, salsas, emparedados, ensaladas, fiambres y dulces. El jardín estaba podado a conciencia, habían plantado flores nuevas y el aire olía a hierba recién cortada mezclada con el aroma procedente del rincón de la barbacoa. El día era caluroso, el cielo de un azul añil sin una nube a la vista, las colinas de los alrededores de un intenso verde esmeralda, las ovejas que en ellas pastaban parecían copos de nieve y a Lauren le dolía en lo más vivo tener que abandonar un lugar tan hermoso y a la gente que había en él.

Camila salió apresurada de la cocina.

—Lauren, me alegra mucho que hayas venido.

—Gracias. —Lauren sonrió y se volvió para saludarla—. ¡Caramba, estás preciosa! —Se quedó boquiabierta. Camila llevaba un sencillo vestido de verano de lino blanco que realzaba con suma elegancia el tono oliváceo de su piel; lucía la larga melena ligeramente rizada y suelta por encima de los hombros—. Date una vuelta para que te vea bien —dijo Lauren, aún sorprendida por su aspecto. Sus rasgos se habían suavizado y todo en ella parecía más amable.

—Dejé de dar vueltas ante los hombres a los ocho años. Y basta de mirarme embobada, hay mucho que hacer —le espetó ella.

Bueno, quizá no todo en ella fuese más amable.

Camila echó un vistazo al jardín con los brazos en jarras como si estuviera de patrulla.

—Bien, deja que te enseñe cómo lo he organizado.

Agarró a Lauren del brazo y tiró de ella hacia la mesa.

—Cuando los invitados entren por la verja lateral vendrán primero aquí. Recogerán las servilletas, platos y cubiertos y continuarán por ahí. —Avanzó sin soltarle el brazo y hablando deprisa—. Cuando lleguen aquí, tú estarás detrás de esta barbacoa en la que asarás lo que elijan de esta selección. —Señaló una mesa auxiliar con fuentes llenas de carne—. La de la izquierda es la carne de soja y la de la derecha la normal. No las confundas.

Lauren abrió la boca para protestar, pero ella levantó un dedo y prosiguió.

—Entonces, después de coger un panecillo, pasarán a las ensaladas. Por favor, fíjate en que las salsas para las hamburguesas son estas de aquí.

Lauren cogió una aceituna y Camila, sin dejar de hablar, le dio una palmada en la mano haciendo que la echara de nuevo al cuenco.

—Los postres están aquí, el té y el café aquí, la leche orgánica en la jarra de la izquierda, la normal en la de la derecha, el aseo entrando por esa puerta a la izquierda y punto. No quiero que vayan de acá para allá por toda la casa, ¿entendido?

Lauren asintió con la cabeza.

—¿Alguna pregunta?

—Sólo una. —Cogió una aceituna y se la metió en la boca sin darle tiempo a arrebatársela—. ¿Por qué me cuentas todo esto?

Camila puso los ojos en blanco.

—Porque —se secó las manos sudorosas con una servilleta— nunca he dado una recepción como ésta y puesto que tú eres quien me ha metido en este berenjenal, tendrás que ayudarme.

Lauren se echó a reír.

—Camila, lo harás la mar de bien, pero te aseguro que ponerme a cargo de la barbacoa no es una buena idea.

Si pudieras verme ahora ( Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora