Error número uno: ir a la reunión de Camila. Yo no tendría que haberlo hecho. Es la misma regla que nos prohíbe entrar en el colegio con nuestros amigos más jóvenes y debería haber tenido el suficiente sentido común como para darme cuenta de que la escuela de Luke es el equivalente del lugar de trabajo de Camila. Me habría dado de patadas. De hecho, lo hice, pero Luke lo encontró tan divertido que comenzó a hacer lo mismo y ahora tiene ambas espinillas magulladas. De modo que paré.
Cuando me marché de la reunión fui a casa de Sam, donde cuidaban de Luke. Me senté en la hierba en el jardín trasero sin perderlos de vista mientras luchaban, esperando que el combate no acabara en lágrimas y practicando mi deporte mental favorito: pensar.
Además re sultó ser una actividad constructiva, ya que me hizo ver unas cuantas cosas. Una de las cosas que aprendí fue que había acudido a la reunión por la mañana obedeciendo a un impulso visceral. Aunque no acertaba a comprender cómo mi presencia allí podría ayudar a Camila, mi instinto me decía que tenía que ir y di por hecho que Camila no me vería. Mi encuentro con ella la noche anterior había sido tan irreal e inesperado que empecé el día con la sensación de haberlo imaginado. Y sí, soy consciente de lo irónico del caso.
Me puso muy contenta que me viera. Cuando la vi columpiándose tan ensimismada en el columpio del jardín supe que si alguna vez iba a verme aquél sería el momento. Se respiraba en el aire. Me constaba que necesitaba verme y me había preparado para el hecho de que un buen día ocurriría, pero para lo que no estaba preparada era para el estremecimiento que me recorrió la columna vertebral la primera vez que nos miramos a los ojos. Fue extraño, porque había pasado los últimos cuatro días observando a Camila y me había acostumbrado a su cara, me la sabía como la palma de mi mano, podía verla claramente hasta con los ojos cerrados, sabía que tenía un lunar minúsculo en la sien izquierda, un pómulo ligeramente más alto que el otro, el labio inferior más grueso que el superior y una delicada pelusa como de bebé en el nacimiento del pelo. La conocía muy bien, pero ¿no es extraño cómo cambia la gente cuando la miras a los ojos? De repente parece que sean otras personas. Por lo que a mí respecta, considero verdadero el dicho de que los ojos son las ventanas del alma.
Nunca había experimentado aquella sensación hasta entonces, pero lo atribuí a no haberme encontrado antes en esa situación. Jamás había trabado amistad con alguien de la edad de Camila y supuse que era culpa de los nervios. Para mí era una experiencia nueva, aunque estuve dispuesta a aceptar el reto de inmediato.
Hay dos cosas que rara vez me suceden. La primera es estar confundida y la segunda preocupada, pero mientras aguardaba en el jardín trasero de casa de Sam aquella mañana soleada estaba preocupada. Y eso me confundía y como estaba confundida, todavía me preocupaba más. Esperaba no haber causado problemas a Camila en el trabajo, aunque aquella misma tarde, mientras el sol y yo jugábamos al escondite, no tardé en averiguarlo.
El sol intentaba ocultarse detrás de la casa de Sam cubriéndome con un manto de sombra. Yo me iba desplazando por el jardín, sentándome en los últimos espacios soleados antes de que desaparecieran por completo. La mamá de Sam se estaba dando un baño después de haber realizado una tanda de ejercicios gimnásticos con ayuda de un vídeo, cosa que había resultado enormemente entretenida, de modo que cuando sonó el timbre de la puerta fue Sam quien se encargó de abrir. Tenía estrictas instrucciones de no abrir a nadie excepto a Camila.
—Hola, Sam —oí que ella decía al entrar en el vestíbulo—. ¿Están en casa tus mamás?
—Está arriba en la ducha —contestó Sam—. Mi otra mama está en el trabajo. Luke y yo estamos jugando en el jardín.
Oí pasos que se acercaban, el ruido de unos tacones sobre el parquet y luego una voz enojada cuando Camila salió al jardín.
—Vaya, conque está en el trabajo, ¿eh? —dijo Camila plantada en lo alto del césped con los brazos en jarras y bajando la vista hacia mí.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanficEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...