Cada paso que daba me parecía un kilómetro: notaba bajo las suelas cada piedra y cada guijarro, y sentía cómo transcurría cada segundo. Por fin llegué al hospital, agotada y exhausta. Aún había una amiga que me necesitaba.
Sin duda Olivia y Ally leyeron mi estado de ánimo en mi rostro cuando entré en la habitación; percibieron los colores oscuros que emanaban de mi cuerpo, el gesto decaído de mis hombros, que revelaba que todo el peso de cuanto flotaba en el ambiente de súbito había decidido instalarse sobre ellos. Supe por la mirada de sus ojos cansados que ambas lo sabían. Por supuesto que lo sabían: eso formaba parte de nuestro trabajo. Al menos dos veces al año todos nosotros entrábamos en relación con personas especiales que consumían nuestros días y nuestras noches y todos nuestros pensamientos, y cada vez teníamos que pasar por el proceso de perder a cada una de esas personas. A Ally le gustaba decirnos que no era que nosotros las perdiéramos, sino que ellas salían adelante. Aunque nada me convencía de que no estuviera perdiendo a Camila. Como yo no ejercía ningún control, no era capaz de hacer que se aferrara a mí, que me siguiera viendo, ella se me escurría entre los dedos. ¿Qué ganaba yo? ¿Qué conseguía? Cada vez que me separaba de un amigo me quedaba tan sola como el día antes de conocerle y, en el caso de Camila, más sola todavía, porque sabía que me estaba perdiendo la posibilidad de algo mucho más completo. Y he aquí la pregunta de los sesenta y cuatro millones de dólares:
¿qué obtienen nuestros amigos con ello?
¿Un final feliz?
¿Cabía considerar un final feliz la situación en que se encontraba Camila? ¿Responsable por obligación de un niño de seis años, preocupada por su hermana desaparecida, por una madre que la había abandonado y un padre complicado? ¿Acaso su vida no era exactamente igual que cuando yo aparecí?
Aunque me figuro que aquél no era el final de Camila. «Recuerda los detalles», me dice siempre Ally. Supongo que lo que había cambiado en la vida de Camila era su mente, su manera de pensar. Lo único que había hecho yo era plantar la semilla de la esperanza; ella sola se bastaba para ayudarla a crecer. Y puesto que estaba comenzando a perderme de vista, quizá la semilla estuviera recibiendo sus cuidados.
Me senté en un rincón de la habitación del hospital mirando a Ally aferrada a las manos de Troy como si estuviera colgada al borde de un precipicio. Quizá lo estuviera. Su rostro reflejaba que estaba intentando, por la mera fuerza de su voluntad, que todo fuera como había sido antaño; apuesto a que allí mismo habría vendido su alma al diablo con tal de recuperar a su amado. En ese momento habría ido y vuelto del infierno sólo por él, se habría enfrentado a todos y cada uno de sus propios temores.
Las cosas que hacemos para retroceder en el tiempo.
Las cosas que no hacemos cuando se presenta la ocasión de hacerlas.
Era Olivia la que pronunciaba las palabras de Ally. Troy ya no podía hablar. A Ally le temblaba el labio inferior y sus lágrimas resbalaban por su rostro hasta caer en las manos de Troy. No estaba dispuesta a dejar que se fuera. Nunca se había desprendido de él y ahora era demasiado tarde, se estaba marchando sin brindarle una segunda oportunidad.
Lo estaba perdiendo.
En ese momento la vida me pareció tenebrosa. Tan deprimente como la pintura azul cuarteada en las paredes construidas para sostener un edificio.
Troy levantó despacio una mano; saltaba a la vista que estaba haciendo acopio de todas sus fuerzas. Ese movimiento nos sorprendió a todas, puesto que llevaba días sin hablar ni reaccionar a ningún estímulo. Nadie estaba tan asombrado como Ally, quien de repente sintió el roce de su mano en el rostro mientras él le enjugaba las lágrimas. Un contacto después de veinte años. Por fin podía verla. Ally besó aquella mano de grandes dimensiones que abarcó la carita de ella para confortarla en aquel trance hecho de conmoción, alivio y pesar.
ESTÁS LEYENDO
Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...