Camila sacó su equipaje del maletero del taxi y lo arrastró hasta el vestíbulo de salidas y llegadas del aeropuerto de Farranfore. Suspiró aliviada. Ahora sí que sentía que se iba a casa. Después de pasar sólo un mes en Nueva York encontraba que allí encajaba mucho más de lo que jamás había encajado en Baile na gCroíthe. Estaba comenzando a hacer amigos y, más importante aún, estaba comenzando a desear hacer nuevos amigos.
—Al menos el avión saldrá a la hora prevista —dijo Mark situándose en la breve cola de facturación.
Camila le sonrió y apoyó la frente contra su pecho.
—Necesitaré otras vacaciones para recuperarme de éstas —bromeó cansada.
Mark se rió entre dientes, la besó en lo alto de la cabeza y le acarició los oscuros cabellos.
—¿Llamas vacaciones a venir a casa a visitar a nuestras familias? Vayámonos
a Hawai cuando regresemos.
Camila levantó la cabeza y enarcó una ceja.
—Por supuesto, Mark, puedes anunciárselo tú mismo a mi jefe. Sabes de sobra que tengo que reincorporarme a ese proyecto de inmediato.
Mark estudió su expresión decidida.
—Deberías realizarlo por tu cuenta.
Camila puso los ojos en blanco y volvió a apoyar la frente contra el pecho de Mark.
—No me vengas otra vez con ésas —dijo con la voz amortiguada por el grueso abrigo de lana de Mark.
—Sólo te pido que me escuches. —Mark le levantó el mentón con el dedo índice—. Trabajas de sol a sol, rara vez te tomas tiempo libre y siempre vas estresada.
¿Para qué?
Camila abrió la boca para contestar.
—¿Para qué? —repitió Mark sin darle tiempo a hablar.
Camila volvió a abrir la boca para contestar, pero él se le adelantó.
—Bueno, visto que eres tan reacia a contestar —sonrió— te diré para qué. Para otras personas. Así ellos se llevan todo el mérito. Tú haces todo el trabajo, ellos se llevan todo el mérito.
—Perdona —replicó Camila medio en broma—, pero como sabes de sobra es un trabajo extremadamente bien pagado y, al paso que voy, el año que viene por estas fechas, si decidimos quedarnos en Nueva York, podré permitirme comprar esa casa que vimos...
—Queridísima Camila —interrumpió Mark—, al paso que vas, el año que viene por estas fechas ya habrán vendido esa casa y en su lugar habrá un rascacielos o un bar tremendamente moderno que no servirá alcohol o un restaurante que no servirá comida «sólo para ser diferente» —dijo indicando las comillas con los dedos, cosa que hizo reír a Camila—. Y sin duda lo pintarás todo de blanco, pondrás luces fluorescentes en el suelo y te negarás a comprar muebles por si acaso abarrotan el espacio —añadió tomándole el pelo—. Y otras personas se llevarán todo el mérito. — La miró con fingida indignación—. Figúrate. Esa tela en blanco es tuya, de nadie más, y no deberían arrebatártela. Quiero poder llevar a mis amigos allí y decir, «mirad, esto lo ha hecho Camila. Tardó tres meses en hacerlo, no hay más que paredes blancas y ningún asiento, pero estoy orgulloso de ella. ¿Verdad que lo ha hecho bien?».
Camila se reía tanto que tuvo que sujetarse el estómago.
—Nunca permitiré que derriben esa casa. Sea como fuere, gano un montón de dinero en este trabajo —explicó.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanficEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...