Capítulo 8

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Lauren reía mientras daba vueltas en la silla giratoria de piel negra del mostrador de recepción situado fuera del despacho de Camila, a quien oía hablar por teléfono en la habitación contigua organizando una reunión con su aburrida voz de adulta. Pero en cuanto colgó el teléfono la oyó tararear de nuevo su canción. Rió para sus adentros. Definitivamente la melodía era adictiva; una vez que se te metía en la cabeza apenas podías hacer nada para librarte de ella.

Giró en la silla cada vez más deprisa haciendo piruetas sobre ruedas hasta que se le revolvió el estómago y le palpitaron las sienes. Decidió que dar vueltas en la silla era su juego favorito. Lauren sabía que a Luke le habría gustado jugar a dar vueltas en la silla y al recordar su triste carita aplastada contra la ventanilla del coche a primera hora de la mañana la mente se le fue por las ramas y la silla perdió velocidad. Lauren tenía muchas ganas de visitar la granja y además le había dado la impresión de que al abuelo de Luke le convenía un poco de diversión. En eso era semejante a Camila. Dos viejos sodirruba.

En fin, al menos aquella separación daba tiempo a Lauren para observar a Camila con vistas a redactar un informe sobre ella. Tenía una reunión al cabo de pocos días en la que habría de presentar al resto del equipo el perfil de los sujetos con quienes estaba trabajando en aquel momento. Lo hacían muy a menudo. Bastarían unos cuantos días más con ella para demostrar que no la veía y luego podría volver a concentrarse en Luke. Quizás hubiera algo que estuviera pasando por alto a pesar de sus años de experiencia.

Cuando comenzó a sentirse mareada Lauren puso un pie en el suelo para detenerse. Decidió saltar de la silla giratoria para fingir que saltaba de un coche en marcha. Rodó de manera teatral por el suelo tal como lo hacían en las películas, levantó la vista desde donde había quedado echa un ovillo y vio delante de ella a una chica que miraba boquiabierta las evoluciones de la silla giratoria.

Lauren la vio recorrer la oficina con la vista para comprobar si había alguien más presente. La muchacha frunció el ceño, se acercó al escritorio como si caminara por un campo minado y dejó el bolso encima del escritorio con sumo cuidado, como si temiera molestar a la silla. Se cercioró de que nadie la estaba observando y luego se acercó de puntillas al asiento para estudiarlo. Adelantó las manos como si tratara de domar a un caballo salvaje.

Lauren se echó a reír.

Visto que no había nada raro Becca se rascó la cabeza maravillada. Tal vez Camila había estado sentada en la silla justo antes de que ella entrara. Sonrió con complicidad ante la idea de Camila dando vueltas como un chiquillo con el pelo recogido y uno de sus trajes negros de corte impecable y sus cómodos y prácticos zapatos oscilando en el aire. No, la imagen no encajaba con ella. En el mundo de Camila las sillas estaban hechas para sentarse en ellas. Así que eso fue exactamente lo que hizo Becca y se puso a trabajar de inmediato.

-Buenos días a todas -gorjeó una voz desde la puerta más tarde esa mañana. Una saltarina Dinah con el pelo color rubio teñido entró en la oficina enfundada en unos téjanos acampanados con bordados de flores, con zapatos de plataforma y una camiseta teñida en casa de estilo hippy. Como de costumbre, hasta el último centímetro de su cuerpo estaba salpicado de pintura-. ¿Todo el mundo ha pasado un buen fin de semana?

Siempre hablaba con una entonación cantarina y parecía que bailara al moverse, balanceando los brazos con el garbo de un elefante.

Becca asintió con la cabeza.

-Estupendo. -Dinah se plantó delante de Becca con los brazos en jarras-. ¿Qué has hecho, Becca, apuntarte a un grupo de debate? ¿Saliste por ahí con un tío y le comiste la oreja? ¿O qué?

Becca leía un libro y no le hizo el menor caso.

-¡Caray, eso es fabuloso, menudo desmadre! ¿Sabes una cosa? Me encanta el buen humor que se respira en esta oficina.

Si pudieras verme ahora ( Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora