Capítulo 43 Final

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-¿Dónde está Camila? -siseó enojada Normani a Benjamin tratando de que no le oyera la muchedumbre reunida para la inauguración del hotel.

-Todavía está en el cuarto de los niños.

Benjamin suspiró con la sensación de que el muro de aprensión que había ido creciendo durante la última semana por fin se había solidificado y se asentaba pesadamente sobre sus doloridos hombros.

-¿Todavía? -gritó Normani, y unas cuantas personas se volvieron dejando de escuchar el discurso que alguien estaba pronunciando en los jardines del hotel. Un político del municipio de Baile na gCroíthe había acudido para la apertura oficial del establecimiento y los oradores se sucedían junto a la torre que desde hacía más de mil años se erguía en lo alto de la montaña. La multitud no tardaría en deambular por el hotel inspeccionando una habitación tras otra para admirar el trabajo realizado, y ellos aún no sabían qué estaba haciendo Camila en el cuarto de jugar. La última vez que tanto una como él otro habían entrado en él era cuatro días atrás y entonces seguía siendo una tela en blanco.

Camila prácticamente no había salido de esa habitación en los últimos días. Benjamin le había llevado bebidas y bocadillos de una máquina expendedora. Ella los recogía precipitadamente en la puerta para acto seguido cerrarla otra vez. Benjamin no tenía ni idea de cómo estaba quedando el interior y había pasado una semana infernal tratando de calmar el nerviosismo de Normani. Hacía ya tiempo que a esta no le seducía la extravagancia de Camila consistente en hablar con una persona invisible. Jamás se había encontrado en la situación de inaugurar un edificio mientras aún se estaba trabajando en alguna habitación, cosa que resultaba ridícula y extremadamente poco profesional.

Los discursos por fin concluyeron, los asistentes aplaudieron con cortesía y pasaron al interior, donde inspeccionaron el nuevo mobiliario inhalando el olor a pintura fresca mientras escuchaban las explicaciones de la azafata que guiaba la visita.

Normani no cesaba de soltar palabrotas en voz alta, para disgusto de los padres, que le lanzaban miradas de enojo. Habitación tras habitación se iban acercando al cuarto de jugar. Benjamin casi no podía soportar el suspense y andaba de allá para acá detrás del gentío. Entre la multitud reconoció al padre de Camila, apoyado en su bastón con aire aburrido, y a su sobrino acompañado de la niñera. Rogó a Dios que Camila no los defraudara. A juzgar por la última conversación que mantuvo con ella en lo alto de la colina creía que a la hora de la verdad no les fallaría. Al menos eso esperaba. Tenía previsto tomar el avión para regresar a su pueblo natal en Colorado la semana siguiente y no estaba dispuesto a solucionar ningún problema que retrasara la obra. Por una vez pondría su vida personal por delante de su trabajo.

-Atención, niños y niñas -dijo la azafata como si estuviera en un episodio de Barney el Dinosaurio-, la habitación que vamos a ver ahora está dedicada a vosotros, de modo que, papás y mamás, por favor abran paso a sus hijos porque ésta es una habitación muy especial.

Se oyeron exclamaciones extasiadas, risas y susurros de emoción mientras los niños soltaban las manos de sus padres; unos se adelantaron con timidez, otros corriendo con arrojo a ponerse en primera fila. La azafata hizo girar el picaporte, pero la puerta no se abrió.

-Dios santo -farfulló Normani tapándose los ojos con la mano-, estamos arruinados.

-Esto..., aguardad un instante, niños -dijo la azafata mirando de manera inquisitiva a Benjamin. Este se encogió de hombros y negó con la cabeza.

La azafata probó la puerta otra vez, pero fue en vano.

-A lo mejor hay que llamar -gritó un niño y algunos padres rieron.

Si pudieras verme ahora ( Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora