—Venga ya —gritó Camila aporreando el claxon para apremiar a los dos autocares que se cruzaban lentamente en la calle mayor de Baile na gCroíthe. Era septiembre y los últimos turistas atravesaban el pueblo. Después de ellos se acabaría el ajetreo y el lugar recobraría su silencio habitual, como un salón de banquetes la mañana después de una fiesta, dejando que los vecinos pusieran un poco de orden y recordaran los acontecimientos y las personas que habían pasado por allí. Los estudiantes regresarían a sus universidades en las ciudades y condados de los alrededores y los lugareños volverían a quedarse solos para sacar sus asuntos adelante.
Camila apretó la mano contra el claxon como si haciéndolo sonar con insistencia fuese a volatilizar el autocar que tenía delante. Un mar de rostros extranjeros se volvió en la parte trasera del bus para fulminarla con la mirada. Al lado del coche de Camila los parroquianos salían a la calle tras asistir a la misa matutina. Aprovechando el glorioso día soleado formaban grupos en la acera y charlaban poniéndose al corriente de lo acontecido durante la semana. Ellos también se volvieron a mirar el origen del enojado pitido, pero a Camila le dio igual. Hoy se estaba saltando todas las reglas; estaba ansiosa por llegar a Joe's, ya que le constaba que Joe no podría por menos de admitir haberla visto en compañía de Lauren, lo cual pondría fin a aquella broma tan extraña y cruel.
Demasiado impaciente como para aguardar a que los autocares terminaran de cruzarse, se apeó dejando el coche en mitad del tráfico y corrió a la cafetería del otro lado de la calle.
—¡Joe! —llamó irrumpiendo en el establecimiento. Fue incapaz de evitar que su voz sonara asustada.
—Ah, pero mira quién está aquí, justo la mujer que estaba esperando. —Joe salió de la cocina—. Quería enseñarte mi nueva máquina. Es de primera...
—Ahora no —le interrumpió Camila sin resuello—. No tengo tiempo. Sólo quiero que me contestes a una pregunta, por favor. Seguro que recuerdas haberme visto aquí unas cuantas veces acompañada, ¿verdad?
Joe miró al techo con aire pensativo, sintiéndose importante.
Camila contuvo el aliento.
—Sí, me acuerdo.
Camila suspiró aliviada.
—Gracias a Dios.
Se rió con cierto histerismo.
—Ahora podrás prestar atención a mi nuevo artefacto —dijo Joe, muy orgulloso—. Es mi flamante cafetera nueva. Hace espressos y capuchinos de ésos y todo. —Cogió una taza de expreso—. Aquí sólo cabrá un chorrito. Esto sí que verdaderamente puede llamarse un «café corto».
Camila se echó a reír. Estaba tan contenta ante las noticias sobre Lauren y el café que habría saltado por encima del mostrador para darle un beso.
—¿Y dónde está? —preguntó Joe tratando de dilucidar cómo preparar un expreso para Camila.
La sonrisa de Camila se desvaneció.
—Pues no lo sé.
—¿Habrá vuelto a América? Seguro, ¿no vive en Nueva York? La Gran Manzana. ¿No es así como la llaman? La he visto en la tele y qué quieres que te diga, a mí no me parece una manzana ni por asomo.
El corazón de Camila empezó a palpitar más deprisa.
—No, Joe, Benjamin, no. Tú te refieres a Benjamin.
—El tipo con quien viniste a tomar copas aquí varias veces —confirmó Joe.
—¡No! —El enojo de Camila iba en aumento—. Bueno, sí que lo hice. Pero te hablo de la Mujer que estuvo conmigo aquí. Se llama Lauren. L-a-u-r-e-a-n —repitió lentamente.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...