Camila estaba sentada a la mesa de cristal en la cocina, rodeada de resplandecientes encimeras de granito, armarios de roble pulido y brillantes losas de mármol. Acababa de darle uno de sus arrebatos de limpieza y aún no tenía las ideas en orden. Cada vez que sonaba el teléfono se precipitaba a contestar pensando que sería Sofy, pero era Edith interesándose por Luke. Camila aún no había recibido noticias de su hermana, su padre seguía aguardando en su antiguo dormitorio; llevaba casi dos semanas sentado, comiendo y durmiendo en el mismo sillón. Se negaba en redondo a hablar con Camila, ni siquiera permitía que cruzara el umbral de la puerta principal, de modo que Camila tuvo que contratar a una asistenta que fuera a cocinar algo a diario y a limpiar de vez en cuando. Algunos días su padre la dejaba entrar, otros no. El muchacho que trabajaba con él en la granja había asumido todas las tareas. Todo aquello le estaba costando a Camila un dinero que no se podía permitir, pero no había otra cosa que pudiera hacer. No podía ayudar a los otros dos miembros de su familia si no se dejaban ayudar. Y por primera vez se preguntó si tenía algo en común con ellos después de todo.
Habían vivido juntos, las niñas se habían criado juntas, pero por separado, y todavía permanecían juntos en el mismo pueblo. Se comunicaban más bien poco entre sí, pero cuando uno de ellos se ausentaba..., bueno, importaba. Estaban atados por una cuerda vieja y desgastada que había terminado siendo objeto de tira y afloja.
Camila no se veía con ánimos de contar a Luke lo que estaba pasando y, por supuesto, él sabía que ocurría algo. Lauren tenía razón, las criaturas poseían un sexto sentido para esa clase de cosas, pero Luke era tan buen niño que en cuanto percibió la tristeza de Camila se retiró al cuarto de jugar. Por eso ella oía el ruido amortiguado de los bloques de construcción. Sólo conseguía hablarle para decirle que se lavara las manos, que se expresara correctamente y que dejara de arrastrar los pies. Era incapaz de tenderle los brazos abiertos, sus labios no podían formar las palabras «te quiero», pero a su manera se esforzaba por hacerle sentir seguro y querido. Ella había estado en su lugar, sabía lo que era desear que te sostuvieran, te abrazaran, te besaran en la frente y te acunaran. Que te hicieran sentir a salvo aunque sólo fuese un momento, que te hicieran saber que había alguien que te protegía, que la vida no sólo dependía de ti y que no estabas obligado a vivirla con tu fantasía.
Lauren le había proporcionado unos cuantos momentos así durante las últimas semanas. Le había dado un beso en la frente y la había acunado hasta que se durmió, de modo que cerró los ojos sin experimentar el impulso de mirar por la ventana y buscar a otra persona más allá. Pero Lauren, la encantadora Lauren, estaba envuelta en un velo de misterio. Aunque ella nunca había conocido a nadie que tuviera la habilidad de hacerle reconocer su propia y auténtica personalidad, y que la ayudara a adquirir más aplomo, no dejaba de admirarla la ironía de que aquella mujer que hablaba en broma de la invisibilidad llevara de hecho una capa de invisibilidad. Ciertamente Lauren la estaba situando en el mapa y le mostraba el camino, sin embargo la misma no tenía ni idea de hacia dónde iba, de dónde venía, quién era. Le gustaba hablar de los problemas de ella, ayudarla a curarse y a comprenderse, pero ella no le había hablado ni una sola vez de sus propias dificultades. Daba la impresión de que ella sólo era un entretenimiento para Lauren, y Camila se preguntaba qué ocurriría cuando acabase la diversión y alboreara la comprensión.
Algo le decía que el tiempo que pasaban juntas era valioso, como si necesitara atesorar cada minuto por si acaso fuera el último con ella. Lauren era demasiado buena para ser verdad, en su compañía vivía la magia de cada momento, tanto así que concluyó que aquello no podía durar para siempre. Ninguna de sus buenas épocas había durado; ninguna de las personas que habían iluminado su vida había logrado permanecer a su lado. Basándose en su suerte hasta la fecha, por puro miedo a perder algo tan especial, se limitaba a aguardar el día en que Lauren se marcharía. Fuera quien fuese ella, la estaba curando, le estaba enseñando a sonreír, a reír, y ella se preguntaba qué podía enseñarle a Lauren. Lo que más temía era que algún día Lauren, aquella mujer cariñosa de ojos tiernos, se daría cuenta de que ella no tenía nada que ofrecer, y que ella tampoco podía darle nada porque Camila había acabado por dejarle sin recursos.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...