-Dinah, ¿me has llamado? -preguntó Camila un rato después desde detrás del montón de muestras de alfombras apiladas en su escritorio.
-La respuesta vuelve a ser no -dijo la voz hastiada de Dinah-. Y, por favor, procura no distraerme mientras estoy encargando dos mil botes de pintura magnolia para proyectos futuros. Quizá deberíamos ser previsoras y planear las compras de los próximos veinte años -refunfuñó para sí, y acto seguido rezongó en voz más alta para que la oyera Camila-, pues nada indica que vayamos a cambiar nuestras ideas en un futuro inmediato.
-Vale, vale. -Camila sonrió dándose por vencida-. Puedes encargar otro color también.
Dinah por poco se cae de la silla de tanto entusiasmo.
-Encarga también unos cuantos cientos de botes de beis, ya que estás en ello. Se llama «Cebada».
-Ja, ja -dijo Dinah secamente.
Lauren enarcó las cejas mirando a Camila.
-Camila, Camila -canturreó-, ¿acabas de hacer un chiste? Me parece que sí.
La miró fijamente con los codos apoyados en el escritorio. Suspiró y los mechones del pelo de Camila volvieron a revolotear.
Camila se quedó paralizada, miró a izquierda y derecha con recelo y siguió trabajando.
-Oh, ¿ves cómo me tratas? -dijo Lauren dramáticamente llevándose la mano a la frente y fingiendo que se desvanecía sobre un sillón de cuero negro que había en un rincón-. Es como si ni siquiera estuviera aquí -declaró. Puso los pies encima del asiento y miró al techo-. Esto no es como estar en el despacho de un director de colegio, es como estar en la consulta de un loquero. -Fijó la vista en las grietas del techo y habló con acento americano-. Verá, doctor, todo comenzó cuando Camila decidió no tenerme en cuenta -dijo levantando la voz-. Hizo que sintiera que nadie me quería, que me sintiera terriblemente sola. Como si no existiera. Como si no fuese nada -exageró-. Mi vida es un desastre. -Fingió llorar-. Todo es culpa de Camila. -Se interrumpió y la contempló un rato mientras ella combinaba alfombras con tejidos y cartas de colores, y cuando volvió a hablar lo hizo recobrando su tono normal y dijo en voz baja-: Pero es culpa suya que no pueda verme porque le da demasiado miedo creer. ¿No es cierto, Camila?
-¿Qué? -gritó Camila otra vez.
-¿Qué quieres decir con «qué»? -Contestó a gritos una irritada Dinah-. ¡Yo no he dicho nada!
-Me has llamado.
-No, no te he llamado, estás oyendo voces otra vez. ¡Y, por favor, deja ya de tararear esa maldita canción! -chilló Dinah.
-¿Qué canción? -Camila frunció el ceño.
-Esa que llevas tarareando toda la santa mañana. Me está volviendo loca.
-¡Muchas gracias! -Intervino Lauren levantándose y haciendo una exagerada reverencia antes de desplomar su cuerpo otra vez sobre el sillón- Esa canción me la he inventado yo. Muérete de envidia, Andrew Lloyd Webber. (Alguien recordó a la niñera? Jajaja yo si)
Camila siguió trabajando. Se puso a tararear de nuevo y se interrumpió de inmediato.
-¿Sabes una cosa, Dinah? -Gritó Lauren a la otra habitación-. Me parece que Camila puede oírme. -Entrelazó las manos encima de su abdomen e hizo girar los pulgares-. Me parece que puede oírme muy bien. ¿No es cierto, Camila?
-¡Santo cielo! -Camila dejó caer las muestras encima del escritorio-. Becca, ¿eres tú quien está diciendo mi nombre?
-No -contestó Becca con voz apenas audible.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...