El tiempo cambió de la noche a la mañana. La última semana de junio el sol había abrasado la hierba, secado el suelo y traído avispas a miles, que pululaban por todas partes molestando a todo quisque. La noche del sábado todo eso cambió. El cielo se oscureció dando paso a las nubes. Pero eso era típico del clima irlandés: pasar sin solución de continuidad de una ola de calor a un vendaval tormentoso. Era predeciblemente impredecible.
Camila temblaba en la cama y se subió el edredón hasta la barbilla. No había puesto la calefacción y pese a que la necesitara se negaba a ponerla durante los meses de verano por una cuestión de principios. A fuera los grandes árboles temblaban también; el viento agitaba sus hojas. Proyectaban sombras fabulosas en las paredes del dormitorio. Las fortísimas rachas que soplaban sonaban como olas gigantes estrellándose contra los acantilados. Dentro, las puertas vibraban. El columpio del jardín oscilaba adelante y atrás chirriando. Todo se movía súbita y violentamente, sin ningún ritmo ni coherencia.
Camila pensaba en Lauren. Se preguntaba por qué se sentía atraída hacia ella y por qué cada vez que abría la boca soltaba sin tapujos los secretos mejor guardados del mundo. Se preguntaba por qué le había hecho un sitio en su casa y en su cabeza. A Camila le encantaba estar sola, no ansiaba compañía, pero ansiaba la compañía de Lauren. Se preguntaba si debería retirarse un poco, habida cuenta de que Fiona vivía a un tiro de piedra de su casa. ¿Acaso su proximidad con Lauren, aunque sólo fuesen amigas, podría ser perturbadora para Sam y Fiona? Camila siempre había confiado en Fiona para que ésta cuidara de Luke casi sin aviso previo.
Como de costumbre, Camila intentó hacer caso omiso de tales pensamientos. Intentó fingir que todo seguía siendo como siempre, que nada había cambiado en su fuero interno, que sus murallas no se estaban desmoronando, franqueando el paso a invitados inoportunos. No quería que eso sucediera, no sabría enfrentarse a un cambio.
Finalmente se centró en lo único que permanecía constante e inalterable en las enérgicas rachas. Y a cambio de eso la luna no le quitó el ojo de encima cuando por fin se sumió en un sueño intranquilo.
—¡Quiquiriquí!
Camila abrió un ojo, confundida por el ruido. La habitación estaba llena de luz. Poco a poco abrió el otro ojo y vio que el sol había vuelto y se estaba encaramando en un cielo azul y sin nubes, aunque los árboles seguían bailando como posesos en la discoteca improvisada del jardín trasero.
—¡ Quiquiriquí!
Ahí estaba otra vez. Atontada por el sueño, logró levantarse de la cama y acercarse a la ventana. En medio del jardín estaba Lauren haciendo bocina con las manos alrededor de la boca y gritando:
—¡Quiquiriquí!
Camila se tapó la boca, riendo, y abrió la ventana. El viento entró en el dormitorio.
—¡Lauren! ¿Qué estás haciendo?
—¡Es hora de levantarse! —gritó Lauren. El viento le arrebató el final de la frase y se la llevó hacia el norte.
—¡Estás loca! —chilló Camila.
Luke se asomó asustado a la puerta del dormitorio.
—¿Qué está pasando?
Camila hizo señas a Luke para que se acercara a la ventana y éste se tranquilizó en cuanto vio a Lauren.
—¡Hola, Lauren! —gritó Luke.
Ésta levantó la vista y sonrió, y después alzó la mano con la que se sujetaba la gorra para saludar a Luke. La gorra desapareció de su cabeza, arrebatada por una súbita racha fortísima. El niño y Camila estuvieron observando, muertos de risa, cómo Lauren daba caza a la gorra por todo el jardín, corriendo de aquí para allá a tenor de los caprichosos cambios de dirección del viento. Finalmente se sirvió de una rama rota para hacerla caer del árbol donde quedó atrapada.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...