Capítulo 19

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Después del día en que di a Camila las cadenetas de margaritas... y mi corazón, aprendí mucho más acerca de ella aparte de lo que hacía con su madre los sábados por la noche. Me di cuenta de que es como uno de esos berberechos pegados a las rocas en la playa de Fermoy. Al verlos sabes que están sueltos, pero en cuanto los tocas o te acercas se paralizan y adhieren a la superficie de la roca para salvar la vida. Así es como era Camila: abierta hasta que alguien se acercaba y entonces se ponía tensa y se encerraba en sí misma. Desde luego, se había abierto a mí aquel día en el jardín trasero, pero cuando al día siguiente fui a verla estaba enojada conmigo por habérseme confiado. Pero así era como estaba siempre Camila, enojada con todo el mundo incluida ella misma, y probablemente estaba avergonzada. Camila rara vez hablaba de sí misma salvo cuando lo hacía con sus clientes a propósito de su empresa.

Resultaba complicado pasar tiempo con Luke ahora que Camila podía verme y, a decir verdad, se habría preocupado si yo hubiese llamado a su puerta fucsia para preguntar si Luke iba a salir a jugar. Tenía sus manías en cuanto a la edad de los amigos de su sobrino. Lo más importante, no obstante, era que a Luke no parecía importarle. Siempre andaba jugando con Sam y cada vez que decidía incluirme en sus juegos el pobre Sam se frustraba porque no podía verme, claro. Me parece que estaba interfiriendo en la amistad entre Luke y Sam y no creo que a Luke le importara demasiado que yo apareciera o no, dado que él no era el motivo de mi presencia allí y si no me equivoco él lo sabía de sobra. Ya he dicho que los niños siempre saben lo que está ocurriendo, a veces incluso antes que nosotros mismos.

En cuanto a Camila, creo que la habría sacado de quicio que me presentara sin más en su sala de estar a medianoche. Una nueva clase de amistad conllevaba establecer nuevos límites. Tenía que ser sutil, ir a visitarla con menos frecuencia, pero no dejar de estar a su disposición cuando me necesitara. Como si de una amistad entre adultos se tratara.

Una cosa que me desagradaba sobremanera era que Camila creyera que yo era una de las mamás de Sam. No sé cómo comenzó aquello, y sin que yo dijera nada la cosa fue a más. Nunca miento a mis amigos, nunca, por eso intenté decirle muchas veces que yo no era la mamá de Sam. En una de esas ocasiones la conversación fue como sigue.

-Dime, Lauren, ¿de dónde eres?

Era una tarde, poco después de que Camila saliera de trabajar. Acababa de reunirse con Normani Kordei para tratar del hotel y al parecer, según ella, se dirigió directamente a ella y le dijo que había estado hablando con Lauren y que ambos consideraban que el hotel necesitaba una zona infantil para que los padres dispusieran de más tiempo para vivir su romance a solas. Bueno, el caso es que Normani se rió tanto que dio su brazo a torcer y accedió. Camila aún no entendía por qué Normani había encontrado tan divertida la propuesta. Le dije que era porque Normani no tenía ni la menor idea acerca de quién era yo, pero ella se limitó a poner los ojos en blanco y acusarme de ser demasiado reservada. Sea como fuere, gracias a aquello Camila estaba de muy buen humor y con ganas de conversar, para variar. Yo me preguntaba cuándo empezaría a hacerme preguntas (aparte de las conocidas acerca de mi trabajo, cuánto personal teníamos, la facturación anual... Me aburría como una ostra con todos aquellos asuntos).

Pero finalmente me preguntó de dónde era, tan contenta que le contesté alegremente que de Aisatnaf.

Camila frunció el ceño.

-Ese nombre me suena; lo he oído alguna vez. ¿Dónde queda?

-A un millón de kilómetros de aquí.

-Baile na gCroíthe está a un millón de kilómetros de todas partes. Aisatnaf... -pronunció Camila despacio-. ¿Qué significa? No es irlandés ni inglés, ¿verdad?

Si pudieras verme ahora ( Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora