Capítulo 22

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Camila se sentía ebria de placer mientras conducía de regreso al pueblo, en compañía de Luke y Lauren. Habían pasado las últimas dos horas persiguiendo y atrapando lo que Lauren insistía en llamar Jinny Joes. Después, muy cansados y sin aliento se habían desplomado en la hierba alta inspirando el fresco aire marino de primeras horas del día. Camila no recordaba la última vez que se había reído tanto. De hecho, no creía que hubiese reído tanto en toda su vida.

Lauren parecía tener una energía sin límites y un apetito insaciable por todo lo nuevo y emocionante. Hacía muchísimo tiempo que Camila no se exaltaba; era una sensación que no asociaba con su vida adulta. No había sentido el cosquilleo de la antelación en el estómago desde que era una niña; nunca había anhelado nada hasta el punto de sentir que iba a reventar si aquello no ocurría aquí y ahora. Pero estar con Lauren le devolvía todas esas sensaciones. El tiempo transcurría muy deprisa cuando estaba con ella, tanto si andaban dando saltos por el campo como si simplemente se hacían compañía en silencio, cosa que ocurría a menudo. Siempre deseaba que el tiempo se ralentizara cuando ella estaba presente y cuando la abandonaba siempre se quedaba con ganas de más. Había atrapado muchas semillas de diente de león aquella mañana y en su fuero interno muchos de sus deseos habían sido para que el tiempo que estaban pasando juntas ese día se prolongara y que el viento no amainara para poder aferrarse al momento, junto con Luke.

Camila equiparó esas sensaciones tan fuertes, casi obsesivas, a las de un enamoramiento infantil, pero con más profundidad. Se sentía atraída por todo lo de Lauren; la manera de hablar, la manera de vestir, las palabras que empleaba, su aparente inocencia pese a tener un hondo conocimiento de sabios puntos de vista. Siempre decía lo que había que decir, incluso cuando ella no tenía ganas de oírlo. La oscuridad desaparecía del fondo de los túneles de Camila y de súbito era capaz de ver más allá. Cuando Lauren entraba tan campante en una habitación traía consigo claridad e inteligencia. Era la encarnación de la esperanza, y entonces Camila entendía que para ella las cosas podían no ser fantásticas o maravillosas o el colmo de la felicidad, pero que podían irle bien. Y eso le bastaba.

Lauren ocupaba sus pensamientos en todo momento; ella repetía sus conversaciones una y otra vez. Le hacía una pregunta tras otra y ella siempre se mostraba abierta y sincera en sus respuestas, pero después, tendida en la cama, Camila caía en la cuenta de que no sabía más que antes acerca de ella pese a que hubiese contestado a todas sus preguntas. Aun así percibía que eran dos seres muy similares. Dos personas solitarias que volaban llevadas por la brisa como semillas de diente de león, portadores de sus respectivos deseos.

Por descontado, tales sentimientos la asustaban. Por descontado, atentaban contra sus principios, pero por más que lo intentara le era imposible evitar que el pulso se le acelerara cuando la piel de Lauren rozaba la suya, le era imposible evitar buscarle cuando creía que podía andar cerca. Le era imposible evitar que invadiera sus pensamientos. Lauren se acurrucaba con naturalidad entre sus brazos a pesar de que éstos no estuvieran abiertos; se presentaba en su casa sin estar invitada y no obstante a Camila le era imposible evitar abrirle la puerta una vez tras otra.

La atraía su presencia, lo que le hacía sentir, sus silencios y sus palabras. Se estaba enamorando de ella.

El lunes por la mañana Camila entró en el café de Joe caminando y tarareando la misma canción que había estado tarareando la semana anterior y que al parecer no lograba quitarse de la cabeza.

Eran las ocho y media y la cafetería estaba atestada de turistas que se habían detenido a desayunar antes de regresar a su autobús, el cual les llevaría hasta la parada siguiente de su excursión. La cafetería bullía de conversaciones en alemán. Joe se afanaba recogiendo servicios sucios de las mesas, llevándolos a la cocina y regresando con platos llenos de desayunos irlandeses que su esposa había preparado.

Si pudieras verme ahora ( Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora