En Fucsia Lane, un aguacero golpeaba los cristales del dormitorio de Camila como si llovieran guijarros. El viento comenzó a calentar sus cuerdas vocales preparándose para la noche y Camila, arropada en la cama, retrocedió en el tiempo hasta la vez en que salió a la larga noche invernal en busca de su madre.
Había metido unas pocas cosas en la mochila de la escuela; ropa interior, dos faldas y dos jerséis, el libro que le regalara su madre y su osito de peluche. En su alcancía había encontrado 4 libras con 42 peniques y después de ponerse el impermeable encima de su vestido floreado predilecto y de calzarse sus botas de agua rojas salió a la noche fría. Saltó el murete del jardín para evitar que el ruido de la verja alertara a su padre, que por aquel entonces dormía con un ojo abierto, como el perro de la granja. Se mantuvo arrimada a los setos para no ser divisada en medio del camino recto. El viento agitaba las ramas que le rascaban el rostro y las piernas, y los besos mojados de las hojas empapadas le rozaban la piel. Aquella noche soplaba un vendaval terrible que le azotaba las piernas y le hacía escocer las orejas y las mejillas. Arremetía contra su rostro con tanta furia que le cortaba la respiración. En cuestión de minutos tuvo los dedos, la nariz y los labios entumecidos y el cuerpo helado hasta los huesos, pero la perspectiva de ver a su madre aquella noche la hizo seguir adelante. Y adelante siguió.
Veinte minutos después llegó al puente de Baile na gCroíthe. Nunca había visto el pueblo a las once de la noche; era como un pueblo fantasma, oscuro, vacío y silencioso, como si estuviera a punto de ser testigo de algo de lo que jamás iba a decir palabra.
Se dirigió muy nerviosa a Flanagan's sin sentir la acometida del frío, sólo pura euforia ante la emocionante perspectiva de reunirse con su madre. Antes de ver el pub, oyó los sonidos que emergían del local. El Flanagan's y el Camel's Hump eran las únicas casas del pueblo que tenían las luces encendidas. Por una ventana abierta salían flotando las notas del piano, el violín y el badhrán,· así como una melodía entonada a voz en cuello entre las risotadas del público y ocasionales gritos y ovaciones. Camila rió para sus adentros; parecía que allí todos lo estaban pasando en grande.
· Instrumento de percusión que marca el ritmo en la música tradicional celta; es una especie de tambor de madera y piel de cabra que se toca con un palillo doble. (N. del T.)
Delante del pub vio aparcado el coche de la tía Kathleen y automáticamente Camila apretó el paso. La puerta de la calle estaba abierta y daba a un pequeño vestíbulo, pero la puerta del pub, con cristales emplomados y todo, estaba cerrada. Camila se detuvo bajo la marquesina para sacudirse la lluvia del impermeable; lo colgó junto a los paraguas en el perchero de la pared. Tenía el negro pelo empapado y la nariz enrojecida le goteaba. La lluvia se las había ingeniado para metérsele en las botas, de modo que las piernas le temblaban de frío y los pies, bañados en agua, producían leves chapoteos con cada paso que daba.
El piano se calló de repente y el jolgorio de los parroquianos sobresaltó a la pobre Camila.
—Venga, Sinuhe, canta otra —gritó un hombre con voz pastosa y los demás le aclamaron.
A la niña el corazón le dio un vuelco al oír el nombre de su madre. ¡Estaba dentro! Era una cantante maravillosa. Siempre andaba tarareando por la casa, improvisando para sí misma nanas y canciones infantiles, y por las mañanas a Camila le encantaba quedarse en la cama y escuchar a su madre canturrear por las habitaciones de la casa. Pero la voz que ahora rompió el silencio seguida por los groseros piropos de los borrachos no era la dulce voz de su madre que tan bien conocía.
En Fucsia Lane Camila abrió los ojos de golpe y se incorporó en la cama. Fuera el viento aullaba como un animal herido. El corazón le martilleaba en el pecho; tenía la boca seca y el cuerpo sudoroso. Se destapó de un tirón, agarró las llaves del coche de la mesita de noche, bajó la escalera corriendo, se cubrió los hombros con el impermeable y salió de la casa a toda prisa en busca del coche. Al notar las frías gotas de lluvia recordó por qué detestaba tanto notar que la lluvia le cayera en la cara: le recordaba aquella noche. Corrió hasta el coche temblando mientras el viento le lanzaba el pelo contra los ojos y las mejillas y al sentarse detrás del volante toda ella ya estaba chorreando.
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Si pudieras verme ahora ( Camren)
FanfictionEn la vida de Camila Cabello todo tiene su sitio, desde las tazas para café exprés en su reluciente cocina hasta los muestrarios y los botes de pintura de su negocio de diseño de interiores. El orden y la precisión le dan una sensación de control so...