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El resto de la tarde se pasó corriendo y cuando me di cuenta el bar ya estaba abierto y llenándose de gente, Ruggero había pasado la tarde entre ensayos, Jim y yo, a pesar de todo el trabajo que tenía por hacer nunca me dejó sola por más de diez m...

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El resto de la tarde se pasó corriendo y cuando me di cuenta el bar ya estaba abierto y llenándose de gente, Ruggero había pasado la tarde entre ensayos, Jim y yo, a pesar de todo el trabajo que tenía por hacer nunca me dejó sola por más de diez minutos seguidos lo que, aunque no quisiera admitirlo, me hacía sentir ligeramente importante; lo vi ensayar varias canciones, ajustar la guitarra y los parlantes pero nunca quiso decirme cual era la sorpresa de la que todos alrededor hablaban, solo dijo que era algo en lo que tenía mucho tiempo trabajando.

Cuando el reloj marcó las ocho y media me di cuenta de que sea lo que sea que fuese a suceder hoy lo alteraba notablemente, movía su pierna de un lado a otro sentado en la silla frente a mí y miraba a su alrededor como si estuviese buscando algo, tomé su mano por sobre la mesa llamando su atención y la sonrisa, algo forzada, que me dio me preocupó un poco.

-Hey...- apreté su mano para llamar su atención- ¿estás bien?- él me miró durante varios segundos antes de asentir pero no le creí. Me puse de pie sin soltar su mano y le hice una seña con la cabeza de que me siguiera.

-¿A dónde vamos?- preguntó confundido cuando lo llevé por todo el bar hasta el área de las estrechas escaleras en dirección a los baños y la oficina de Jim.

Se me dificultaba subir las escaleras con las botas además de que no podía ver muy bien a donde iba pero no solté su agarré en ningún momento y cuando casi pierdo el equilibrio por un segundo fui muy consciente de su mano sosteniéndome por la cintura desde atrás, el espacio era tan estrecho que difícilmente podíamos estar de frente sin tocarnos. Me giré para agradecerle pero me encontré con su rostro a solo centímetros del mío, no podía ver mucho pero sabía que debido a mis quince centímetros extra y el escalón en el que estaba mi estatura casi igualaba la suya poniéndome mucho más cerca de lo que pretendía inicialmente; lo sentí apretar su agarre a mi mano y pasar saliva con fuerza antes de suspirar levemente.

-¿Qué sucede?- preguntó con su voz no más alta que un susurro. El ruido de voces, risas y conversaciones en el área de mesas parecía estar a kilómetros de distancia en ese momento.

-Necesitas calmarte...- respondí con la voz queda respirando por la boca, había olvidado completamente que era lo que iba a decirle –Sea lo que sea que este por suceder, irá bien, estarás bien- le dije llevando una de mis manos a su rostro.

-Karol...-dijo acercándose más a mí rompiendo la poca distancia entre nosotros.

-Ruggero...- le respondí conteniendo mi respiración, no quería moverme, no quería decir nada más, no quería respirar.

Se acercó peligrosamente a mi rostro y sentí su nariz rozar la mía levemente, apreté la mano que aun manteníamos entrelazada y me olvidé por completo de quien era o lo que estaba haciendo, simplemente dejé que fuese él el que tomara el control en ese momento; su mano en mi cintura me aferró más a su cuerpo y sentí como me presionaba contra su pecho con respiraciones irregulares, lentamente subió la mano en mi cintura por mi brazo hasta mi cuello, su nariz se movió a un lado rozando mi mejilla y cuando inclinó su cabeza sus pestañas rozaron mi pómulo.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora