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-¿Vas a decirme a donde me estas llevando?- preguntó por millonésima vez mientras lo guiaba de la mano hasta donde Gianna me había dicho

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-¿Vas a decirme a donde me estas llevando?- preguntó por millonésima vez mientras lo guiaba de la mano hasta donde Gianna me había dicho.

-Es una sorpresa, no seas tan impaciente- susurré cerca de su rostro antes de dejar un beso en sus labios.

-Huele a mar ¿Por qué huele a mar? ¿Estamos en el muelle?- preguntó moviendo su cabeza alrededor a pesar de no poder ver nada por la venda en sus ojos.

-A veces eres increíblemente frustrante ¿sabes?- le dije riendo mientras lo guiaba hasta donde estaba el chico, que había descrito Gianna, moviendo su brazo.

Saludé rápidamente agradeciendo a Dios que hablara español y me subí con su ayuda al pequeño bote antes de ayudar a Ruggero a hacerlo, tomé su mano con firmeza y lo llevé hasta la parte delantera siendo cuidadosa de que no se golpeara con los asientos vacíos que ocupaban casi toda la extensión del pequeño ferri. Lo acerqué hasta los asientos más cercanos a la punta y segundos después de sentarnos comenzamos a movernos en dirección a la pequeña isla de Venezia, su agarre se hizo más fuerte en mi mano y sonrió ampliamente acercándose a mí.

-¿Acaso estas llevándome a Venezia?- preguntó sonriendo ampliamente, agaché la mirada avergonzada aun cuando él no podía verme y suspiré.

-Te encanta arruinar sorpresas ¿verdad?- pregunté pasando mis manos por su rostro antes de quitarle la venda.

-En mi defensa... si no hubiese sido por el bote que te delató, probablemente nunca lo hubiese descubierto- dijo antes de acercarme a él por la cintura y unir sus labios con los míos.

-Sigue siendo injusto- me quejé contra sus labios.

-Eso es lo de menos, gracias por esto ángel...- susurró contra mi oído erizando mi piel completamente.

Sonreí como una tonta cuando finalmente se separó de mí antes de girar mi cabeza y encontrarme con las pequeñas góndolas y las casas color ladrillo en el borde de la isla, sus manos en mi cintura encontraron su camino hasta mis manos entrelazándolas sobre mi regazo a medida que nos acercábamos a tierra firme.

El chico del bote nos ayudó a bajar antes de despedirse y regresar por donde nos había traído, recordándonos que volvería por nosotros a las seis. A nuestro alrededor podía ver una docena de vendedores ambulantes así como también mil personas moviéndose de un lado a otro sacándose fotos o siendo guiadas en una especie de tour, miré a mi alrededor encontrándome con la majestuosidad de una ciudad antigua pero que no por eso dejaba de ser completamente hermosa; una mano cálida se entrelazó con la mía antes de halarme y llevarme por un camino completamente desconocido.

Me costaba seguirle un poco el paso a Ruggero a medida que me llevaba por la plaza de San Marco explicándome cada pequeña cosa, hablaba emocionado mientras gesticulaba con su mano libre y yo me encontré a mí misma más que prestándole atención perdida completamente en él y sus gestos, tenía una sonrisa que podría fácilmente iluminar toda la isla de noche y sus ojos, detrás de sus lentes, brillaban con emoción y alegría, su mano libre se movía a cada segundo señalando o apuntando alguna cosa importante y sin poder evitarlo mi corazón comenzó a latir desbocado en mi pecho y un sinfín de mariposas invadieron mi estómago.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora