40 Parte 1.

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Cuando el frío de Londres me golpeo de lleno en el rostro la tarde del día siguiente mi corazón se detuvo por lo que pareció una eternidad y solo fue capaz de reanudar sus latidos cuando su mano llena de anillos envolvió la mía pequeña, lo miré a ...

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Cuando el frío de Londres me golpeo de lleno en el rostro la tarde del día siguiente mi corazón se detuvo por lo que pareció una eternidad y solo fue capaz de reanudar sus latidos cuando su mano llena de anillos envolvió la mía pequeña, lo miré a través de mis pestañas a mi lado, concentrado en algún lugar buscando una salida del atestado lugar con un flujo de personas que por poco me descolocaba. Apreté su mano cuando luego de dar un par de pasos nos acercamos a las puertas automáticas de vidrio, su mirada finalmente se encontró con la mía regresándome el aire al cuerpo y es que ambos sabíamos que las cosas no serían ni de cerca fáciles desde el momento que pusiéramos un pie fuera de ese lugar.

Nos quedamos ahí de pie frente a las puertas por lo que pareció un siglo antes de que por puro instinto me atrajera a su cuerpo con fuerza, mis brazos se enrollaron en su cuello al tiempo que hundía mi cabeza en el hueco de su hombro para ser apretada en la cintura por sus brazos. Me sostuvo con fuerza, sabiendo que me fallaban las piernas y que estaba haciendo un esfuerzo sobrenatural por no romper en llanto nuevamente, porque desde que habíamos salido de Pescara no había parado de llorar ni un segundo.

-Vamos a estar bien, ángel- susurró en mi cabello soltando su agarre de mi cintura.

-Lo sé, es solo que siento que estoy dejando atrás algo que desearía mantener conmigo- respondí limpiando algunas lágrimas que se habían escapado con el dorso de mi mano.

-Lo resolveremos, te prometo que lo haremos, te amo- asentí sonriendo y lo atraje a mí para besarlo, sus labios eran suaves pero firmes al tiempo que marcaba el ritmo.

-Te amo- susurré cuando se separó de mí y sonreí sabiendo que de alguna u otra manera encontraría la forma de arreglar esto.

Una vez fuera del aeropuerto y con maleta en mano caminamos hasta la parada de taxis y sin pensarlo dos veces introdujo nuestro equipaje en el maletero de uno que estaba allí y me hizo entrar para protegerme del frío, atrajo mis manos a sus labios soplando sobre ellas para calentarlas un poco; su nariz estaba ligeramente enrojecida al igual que sus mejillas lo que me causo ternura haciéndome sonreír de inmediato, lo adoraba más que nada y saber que a pesar de todo estaba conmigo me daba toda la fuerza que necesitaba para poner un pie en esa casa y hacer lo que tuviera que hacer para lograr romper el compromiso, acabar con mi relación con los Van Der Wood y ser por fin libre.

Los edificios se abrieron paso por toda la ciudad a medida que nos movíamos con rapidez entre los carros, las aceras estaban llenas de gente que continuaba con su vida ignorando completamente lo que a nosotros nos sucedía, el cielo estaba nublado pero aun así no creía que fuese a llover y al tiempo que nos adentrábamos en la cuadra del edificio mis nervios crecían y se enredaban en todo mi cuerpo como si de maleza se tratara, me tensaban y me dificultaban respirar; apreté la mano de Ruggero que seguía entrelazada con la mía y respire profundo sabiendo que nada sería fácil, que Grace tenia demasiadas cosas para amarrarme pero que yo lo amaba lo suficiente como para dejarlo todo por él.

Luces de Roma [RUGGAROL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora